¿Recuerdan aquellos años, los que tengan más edad, en que se esperaba que llegase el verano, una semana santa o un puente largo para volver a ver a los amigos y amigas del pueblo, de donde los padres tuviesen una segunda residencia o cualquier otra circunstancia parecida? Cada quien lograba desconectar de las mismas caras de clase para recuperar otras; de hacer las mismas cuatro cosas con los colegas los fines de semana para no hacer nada o volver a lo rural o lo playero; de las novias o novios que ya no eran, a los cuales se esperaba superar con un nuevo amor de verano; o incluso en la edad adulta no ver a compañeros y jefes de oficina y/o tajo. Todo ello lograba dar energías a las mentes, al cuerpo y hacía crecer a la persona. Igual uno había aprendido a fumar, a montar en bici…, volvía siendo la misma persona pero renovada en algún aspecto y con ganas de retomar la vida diaria. Si esto pasa a cualquiera de los mortales que somos, imaginen lo que puede hacer algo así en personas sometidas a mucha presión psicológica.
En otras ocasiones las paradas por las selecciones resultaban un trauma, bien porque acaba de comenzar la temporada y no permitía engrasar la máquina (¿no hay algo más estúpido que esas convocatorias de septiembre?), bien porque se comenzaba lo fuerte de la temporada en liga y champions, bien porque el equipo estaba a tope y paraban el ritmo. En esta ocasión parece que a quien puede perjudicar es a otros equipos y no al Atlético de Madrid. Irse a las selecciones es como irse al pueblo o a la playa de la adolescencia. Supone desconectar de las mismas caras de siempre para ver otras conocidas o nuevas. Supone jugar al fútbol con otra motivación (ni mejor, ni peor). Supone dejar la cabeza a cero de lo que ha venido sucediendo en los últimos meses. Supone refrescar la mente. Algo que parece que no es necesario en el fútbol pero que, como demuestra el caso de Saúl, puede ser positivo y necesario.
Más allá del susto que ha provocado Dembelé en el último entrenamiento –no descarten secuelas del coronavirus-, los que se han quedado entrenan con intensidad pero sin la premura del partido casi seguido. Los que se han quedado pueden recuperar piernas, disfrutar de la familia y hasta comerse algún asado con los colegas (cuidando las medidas de seguridad, que no está el horno para bollos). De hecho, ahí tienen a la familia Simeone jugando al fútbol con Nelson Vivas y otros más del cuerpo técnico, repartiéndose un poco que por mucha familia que sea, el fútbol es así y así lo entienden. Luis Suárez será raro que no muestre algún asadito o algún juego con los críos. Y así todos aquellos que se quedan en Madrid. Recuerda a aquellos que se quedaban en la ciudad y aprovechar que no había nadie para ir al cine, a la piscina o al río más cercano.
Los que se van con sus selecciones, verán a antiguos amigos; estarán en un ambiente más cercano; desconectarán de la liga y disfrutarán del fútbol sin la misma presión; incluso recuperarán piernas jugando partidos o minutos de partidos. Lo mismo que cuando los veraneos pero en fútbol. Recuperar las cabezas es casi más importante que recuperar las piernas tras el atracón de partidos (los no infectados, ni lesionados). Las piernas también mejorarán en coalición con la cabeza al no sufrir la tensión de partidos a vida o muerte. Y al Atlético de Madrid ahora parece que le fallan más las cabezas que las piernas (por muy aviones que pareciesen los jugadores del Chelsea). Teniendo la cabeza en forma óptima no se fallan los pases, ni ese último esfuerzo parece una montaña que escalar a pulso. Por ello igual le viene mejor este parón que a los que vienen por detrás (sí, siguen yendo por detrás) que igual la desconexión no les favorece tanto. Todo ello, por supuesto siempre y cuando no haya lesiones que ya sabemos lo que suele pasar con la mufa.