El título de la reseña les puede parecer extraño. Si algo ha sido hallado ¿por qué buscarlo? Una contradicción que, en el libro de Emilio Lara, Los colmillos del cielo (Ariel), encaja perfectamente. A lo largo de los siglos son muchas las utopías que se han intentado plasmar en la vida de los seres humanos, proyectos pensados y puestos en práctica, casi siempre con malos resultados. De ahí que la búsqueda y hallazgo que nos presenta el autor jienense sea más que pertinente en estos tiempos de postulaciones sociopolíticas que no dejan de ser meras plasmaciones de pensamientos, en muchos casos, parautópicos.
Lara en esta ocasión abandona el relato histórico “ficcional”, aunque no ese buen gusto al escribir que posee, para abordar algunas de las utopías que se han intentado llevar a la práctica, casi todas con malos resultados (por qué no decirlo ya). Por las páginas del texto pasarán Platón y sus diatribas en Siracusa, los cátaros, Savonarola, Moro, Münster, las reducciones jesuitas, Robespierre, Saint-Simon, Fourier, Owen, Lenin y Stalin, el fascismo, Hitler, los kibutzs y los beatnicks junto a sus hijos hippies.
Sin duda una amplia selección de propuestas de una vida distinta a la existente, no se puede decir mejor porque estando Auschwitz y el Gulag por medio no cabe ni la poesía, ideadas por personas que, sentadas bajo una decreciente vela o un candil exiguo de aceite, decidieron cambiar la faz del mundo, al menos el que le rodeaba, para lograr una sociedad perfecta. El problema, como bien se puede sonsacar del texto, es que no contaban con el ser humano, con sus filias y fobias personales, y acababan por recurrir a la fuerza para llevar a cabo lo que una vez fue mero pensamiento.
El libro es sumamente entretenido y diverso. No todas las utopías que se presentan fueron llevadas a cabo, algunas como la de Tomás Moro sólo eran una crítica de la sociedad circundante, pero aquellas que sí se intentaron acabaron mal… salvo las reducciones jesuitas que fueron aplastadas por cambios políticos y económicos ajenas a ellas. Aunque, bien es cierto, luego darían pie a otras utopías, como la Teología de la Liberación, que no produjeron resultados satisfactorios, sino todo lo contrario. Todas las que se implantaron al final del camino tenían la imposición y la violencia, en mayor o menor grado, como elementos sustentadores de lo utópico. Las que no parecían conllevar violencia fueron superadas por las circunstancias socioeconómicas y políticas dejando tras de sí un recuerdo utópico de algo que no llegó a suceder tal y como se recuerda.
La pertinencia del libro para en la actualidad es que los resúmenes de estas utopías, tan bien traídas, pueden servir de aviso frente a otras ideas utópicas que se pretenden implementar o se implementan en la actualidad y de las que se llega a ser del todo conscientes. No es un mero ejercicio de historia por parte de un historiador sino, más bien, una advertencia sobre cómo el ser humano tiende a dejarse llevar por proyectos no probados, pensados en una habitación retirada de lo social y que tienden a acabar con evidentes signos de violencia física o psíquica. De hecho, esto no lo dice Lara, se podría decir que hoy vivimos en un mundo donde diversas utopías luchan por imponer su modo de vida. Algunas pueden parecer más realistas por aquello del exceso de buena publicidad, pero no dejan de ser proyectos utópicos no muy distintos de los falansterios.
Un libro que debería ser escudriñado por cualquiera que no esté absorto en prejuicios ideológicos. Lo que en el texto se expone no es más que una serie de proyectos surgidos de la mente humana, algunos con mejores intenciones que otros, que tienen una utilidad, puestos a ser utilitarios como el mundo que nos rodea, práctica: sospechar de idealismos y sociedades perfectas. Al final, la moraleja es que imponer el ideal uno a los demás siempre sale mal. En muchas ocasiones más vale la práctica del día a día, con sus errores y aciertos, para tomar el sendero de la vida. Nunca está de más recordar qué ocurrió con ciertos proyectos para que no se vuelvan a repetir, ni como tragedia, ni como farsa que diría el de Tréveris. Y el libro de Lara es un buen comienzo para ello. Historia al alcance de la mano de cualquiera… de cualquiera que desee no dejarse llevar al huerto, claro.