No son pocos los autores, ensayistas, médicos y curiosos que se han preguntado a lo largo de la Historia sobre la posibilidad de un mal en su extrema pureza e inmanente al propio ser humano. Desde el famoso “el hombre es lobo para el hombre” de Thomas Hobbes hasta el reciente libro de Vic Echegoyen, esa duda, no tanto metódica como humana, está presente en toda la gran literatura. Sin duda los escritores rusos de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX fueron los que mejor llegaron a penetrar en esas mentes y personas malas en sí. El libro que hoy les presentamos camina por esa senda.
Sacamantecas, publicada por MAR Editor, y ganadora del Premio Wilkie Collins es una novela actual con una intrahistoria tremendamente clásica. Sin destripar el argumento, algo que en muchas ocasiones no consigue el reseñista, la obra de Echegoyen nos permite ver cómo una persona, desde su más pronta niñez, es capaz de albergar en su seno el mal. Un mal que le lleva a cometer viles asesinatos que en su propia vida quedan como algo prácticamente banal. Comer un helado, odiar el lugar de residencia y asesinar a este o aquel son parte del camino seguido por Sacamantecas.
La frialdad del asesino queda perfectamente reflejada en esta obra. Dicen los expertos que los asesinos en serie son calculadores y fríos, Sacamantecas no es tan calculador como un verdadero témpano humano. Paradójicamente, según nos cuenta la narradora, la vida le pondrá en el camino preciso para aprender y satisfacer ese deseo de mal que es inmanente a su propia persona. Sin remordimientos. Sin aspavientos. Y casi al final satisfecha con las dificultades para seguirle la pista por parte de la policía. O lo que es lo mismo, disfrutando de su aparente triunfo.
Una novela terrible que no es apta para cualquier paladar literario. Y no porque haya una narración excesivamente descriptiva de las muertes. No es una novela gore, si es lo que pensaban. Es terrible porque, en el fuero interno de cada lector, existe esa duda sobre la más que plausible existencia de personajes malos y viles desde la cuna. Echegoyen no nos asombra por el mal puesto negro sobre blanco, sino sobre la posibilidad de que nuestras dudas sobre la inmanencia del mal en ¿algunas? personas pueda ser verificada en el día a día. En esta ocasión no cabe recomendar disfrutar de la novela, sino estremecerse hasta el punto final.