El 15 de Junio de 2000 aparecía publicado en la prensa de Navarra el primer artículo de una experiencia novedosa y arriesgada, más aún en aquel tiempo: el “Foro del Café Iruña”. Nombre que adoptamos en su primera etapa, que duró hasta Septiembre 2003, precisamente porque nos solíamos reunir en tan emblemático lugar de la Plaza del Castillo de Pamplona.
Catorce personas que nos separaban muchas cosas, diferentes, incluso en ciertos temas muy diferentes, pero que nos unía una fundamental: la necesidad de demostrar que gentes así podían no solo dialogar en torno a un café bien caliente sino también sintetizar y acordar. Todo ello quedó plasmado negro sobre blanco en nada menos que 73 artículos escritos (26 en la primera etapa y 47 en la segunda).
Para quienes les interese investigar esta aventura Miguel Izu, ha tenido la visión de futuro de colgar todos ellos en su página web, os animo a visitarla en: https://mizu38.wixsite.com/miguelizu Ahí están nuestros artículos y los reportajes periodísticos que nos hicieron en ese tiempo.
Víctor Aierdi, Mikel Armendáriz, Iñaki Cabasés, José Luis Campo, Ginés Cervantes, Fermín Ciáurriz, Miguel Izu, Camino Oslé, Josu Ostériz, Pedro Peñagaricano, Víctor Rodríguez, Pedro Romeo, José Luis Úriz y Patxi Zabaleta comenzamos hace 18 años esa apasionante aventura.
Veníamos de partidos tan diversos como el PSN, IU, CDN, EA, PNV, Batzarre e incluso de la izquierda abertzale, en aquella fecha representada por HB, luego por Aralar y Batasuna, incluso algunos con cargos de responsabilidad institucional en ellos.
A ese activo le enriquecía la presencia de compañeros que trabajaban en movimientos sociales como Elkarri o Salhaketa, e incluso de la Universidad, o sectores comprometidos de la Iglesia Católica. Nacionalistas más o menos radicales y no nacionalistas también con la misma característica, hombres y mujeres, de izquierdas o de centro y derecha, religiosos o no.
Para empezar pusimos el listón muy alto titulando nuestro primer artículo “Por un proceso de paz y diálogo”. Reconozco que al releerlo uno se da cuenta de la tremenda actualidad de unas ideas que expresábamos hace nada menos que diez y ocho años. Tan cerca, pero al mismo tiempo tan lejos.
Terminábamos ese artículo con una frase que puede resumir perfectamente nuestra intención al escribirlo: «En cualquier caso, exigimos que cualquier materia que afecte a nuestro futuro marco político pase por la decisión de los ciudadanos navarros, expresada a través de procesos democráticos”.
Continuábamos asegurando que “nadie puede suplantar esa decisión; pero todos estamos obligados a trabajar por un clima de respeto y diálogo que la haga posible en paz y libertad. En consecuencia, animábamos a la sociedad y a los agentes sociales y políticos a profundizar en los principios de la no violencia y el diálogo sin exclusiones como pilares fundamentales de cualquier solución y de un proceso de paz».
O sea que ya entonces nos manifestamos en defensa de ejercer algo tan actual como el derecho a decidir. También de democracia al máximo, respeto a la pluralidad y libertad de trabajar en política sin la sombra de la violencia.
Visto desde ahora parece fácil pero en aquel momento era extraordinariamente difícil defender esos conceptos y más aún con gentes consideradas como “enemigas” entre tu propios compañeros. Eran tiempos complejos para la construcción de puentes y el río que nos separaba llevaba las aguas tan embravecidas que arrasaba cualquiera que pudiéramos construir.
Fueron meses, años de incomprensión, de críticas, malentendidos, especialmente desde los partidos políticos que no admitían ese tipo de comunicación. Como en la época actual todo aquel que no estaba contigo necesariamente estaba contra ti.
En mi caso fui después expulsado del PSOE por reconocer el trabajo de Otegi, aunque antes estuve a punto de serlo también en varias ocasiones por participar de esa experiencia.
Aún así, con esas dificultades y rechazos, incluso teniendo que abandonar el viejo Café Iruña por esos motivos, continuamos en nuestro empeño y fuimos capaces de trasladar, de plasmar nuestra opinión de síntesis, con acuerdos de mínimos sobre todo tipo de temas: euskera, prostitución, conflicto vasco, botellón, emigración, cárceles, religión, e incluso sobre Osasuna.
Unos con más dificultades de consenso que otros, pero siempre desde el respeto, el diálogo y la buena camaradería. Tardes, noches en la última etapa, agradables en las que casi siempre salías con la sensación de haber aportado un granito de arena al entendimiento, y siempre sabiendo que al mismo tiempo estabas acompañado de buena gente.
Once años de sobresaltos, de llamadas de atención de los que no entendían ni podían entender esta experiencia, con cambios, unos y unas que llegaban y otros y otras que nos dejaban, en algún caso para siempre como los queridos Víctor Rodríguez, José Luis Campo, José Ángel Pérez Nievas, o Ginés Cervantes, cuya desaparición propició también la nuestra.
Pero siempre con una sensación de relajo que no se daba en otras relaciones políticas o sociales. Nuestras diferencias no generaban crispación sino entendimiento.
En el momento de nuestro final los cambios habidos, alguno de gran trascendencia como el anuncio del final de la violencia de ETA hoy ya afortunadamente desaparecida, fueron fundamentales para ello. El cansancio de quienes ya íbamos teniendo una edad, el alejamiento físico como mi caso y algún otro más, hicieron que nos planteáramos terminar con esta novedosas y maravillosa experiencia.
Me siento orgulloso de haber pertenecido a este colectivo, y más en un momento en el que la vida política pasa por momentos de especial tensión. Por eso hoy en el séptimo aniversario de su final lo reivindico como ejemplo de lo que debiera ser pero no es.
Aún recuerdo el buen rollo que tuvimos, pero especialmente que fuéramos capaces, incluso desde la discrepancia, de ceder en nuestras posiciones para acercarnos a las del “otro” buscando el punto medio. Pocas personas son capaces de hacerlo en estos momentos oscuros, por eso me decido a recordar de nuevo nuestra experiencia para ver si alguien la copia.
Ojala nuestros dirigentes actuales pudieran estudiarnos, aprender de nosotros y algún día sentarse alrededor de una mesa para buscar esos puntos de encuentro. Nosotros demostramos en estos once años que eso es posible y además necesario.
Me quedo ahora con las amigas y amigos hechos en aquella andadura con la que me enriquecí tanto. Allí escuchándoles, aprendiendo de sus aportaciones y sobre todo reconociendo que nadie tiene la verdad absoluta, que se puede llegar a consensos desde discrepancias que al inicio pueden parecer profundas, crecí como persona y como político.
A lo largo de aquellos 11 años 26 mujeres y hombres pasaron por ese “Foro Iruña” y quedarán para siempre ligados a él.
Quizás no fuera aquella una despedida, que no debimos decir agur, adiós sino simplemente gero arte, hasta luego. El tiempo lo dirá, aunque ahora solo espero que la sociedad navarra, la catalana y la española nos recuerden con el mismo cariño que pusimos nosotras y nosotros a la hora de trasladar nuestras ideas, reflexiones y sobre todo nuestros acuerdos.