Fuente: Vaticano

Frente a un gran grupo de monjas el papa Francisco expresó que no había peor cosa que la «monja chismosa», la cual estaba inspirada por el diablo para malmeter dentro de la comunidad. Insistió mucho durante su pontificado sobre los chismes, las suegras que se entrometían y lo malos que son los rumores. No lo hizo por una cuestión pastoral, que también, sino porque casi todo su papado ha estado rodeado por los chismes, los chismosos, las mentiras, las puras fake news. De todo lo que la gente piensa del papa Francisco, la mitad de la mitad son producto de las malas informaciones, los chismes y la mala leche que se han gastado contra él.

Ayer falleció trabajando en su despacho de santa Marta, algo que ha sido lo habitual en su pontificado. Un constante no parar, de ir y venir aunque le faltasen las fuerzas, como bien se pudo comprobar en la pasada Semana Santa. Doce años de pontificado donde ha habido claroscuros como suele ser habitual en cualquier gobierno, más si lo espiritual está tan mezclado con lo ideológico como le ha sucedido a Bergoglio. No ha sido un papa al uso, es decir, al uso que estaba acostumbrada la curia romana. Se ha movido poco en las cuestiones excesivamente rituales que son del gusto de la parte conservadora de la Iglesia católica, la cual es mayoritaria en la prensa vaticanista. Cuando se eligió a Bergoglio no suponían que se elegía a un párroco de pueblo, a un Don Camilo —como el personaje fantástico creado por Giovanni Guareschi—.

¿Cómo ha repercutido esta forma de ser en el papado? En su forma de ser y actuar frente a las personas. Los periodistas han relatado que permitía las repreguntas, esto es, insistir sobre el tema que se estaba tratando. Hablaba con muy poca actitud pontificia. Desde luego el «nos» tradicional nunca pasó por su cabeza y siempre se expresó como lo hace el párroco cuando está con sus feligreses. Quitándose un poco de encima a la señora excesivamente rigorista y pía y dando explicaciones de andar por la calle al resto. Activo, al menos su equipo de comunicación, en redes sociales y con los medios de comunicación, en una actitud de entender en mundo en el que estaba, algo que los anteriores pontífices dejaron un tanto de lado.

Un papa poco ortodoxo

Los chismosos han afirmado que era un pontífice woke, un pontífice que estaba saltándose la doctrina católica, un sucesor de Pedro poco ortodoxo. ¿Verdad? Respecto a la ortodoxia católica Francisco no se movió ni un centímetro de lo que dicta la Iglesia. Todo lo que se ha dicho sobre su apoyo a los movimientos LGTBi+ es en buena parte una mentira azuzada por el wokismo y el mundo ultramontano. Cuando afirmó que si un homosexual se acercaba a Dios con plena convicción, él no era nadie para juzgarlo, no estaba apoyando a ningún movimiento —mucho menos el transgenerismo y las identidades inventadas múltiples—, estaba siendo misericordioso con un pecador. Un pecador al que diría «ve y no peques más». De hecho son bastantes las directrices dadas para evitar que la homosexualidad estuviese presente claramente en seminarios. Lo único que se salí un tanto de lo ortodoxo era la comunión de los divorciados, una adaptación a la realidad de un mundo en el cual no hay que estar de acuerdo para divorciarse.

Los hunos le han acusado de estar entregado a los pobres y al ecologismo, a esa teología de la liberación que han creído ver los críticos desde el principio. Teología del pueblo en el caso de los más moderados entre los conservadores. La «preferencia por los pobres y los marginados» no es un invento de Francisco, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI hicieron de ello piedra de su doctrina pontificia. Lo mismo sucede con el tema del ecologismo donde, mucho más el papa Ratzinger, expresaron continuamente en diversos escritos y encíclicas la preocupación del romano pontífice por la devastación del planeta. Igualmente se quejaron del sistema económico que generaba tanta pobreza y dejaba a una buena parte del mundo en la miseria, lo que generaba grandes movimientos migratorios. De todo lo que le acusan a Francisco al respecto ya había hablado sus antecesores. Siguió la misma línea.

Y, por último, los de la ortopraxis, condenada por el papa Ratzinger aunque no lo crean —a ver si los que se dicen ratzingerianos lo leen alguna vez—, de la misa en latín se quejan de las restricciones puestas a la misma. El papa Francisco tenía buen olfato político, no en vano ser obispo y cardenal en Argentina curte mucho al respecto, y sabía que esa batalla no era eclesial sino política, o mejor dicho, ideológica. Su «hospital de campaña», su ánimo evangelizador no podía verse lastrado por un grupo que ha hecho de la misa en latín su arma contra cualquier pontífice. En Sudamérica, bueno en toda América, quienes están entregados a ese tipo de Eucaristía son especiales, bastante lefebvrizados, bastante lateralizados, bastante extremos, bastante relacionados con el mal que hay en esas tierras y que provoca las enormes bolsas de pobreza que Bergoglio vivió de primera mano. Si se permite la expresión, los ultras europeos son unos moderaditos en comparación. Además, siendo lógicos ¿no debería ser lo tradicional la misa en arameo o griego?

¿Un papa progre?

Le han calificado de papa progre o wokista, incluso los progres y wokistas han asumido eso y la realidad es que no es cierto. Como buen jesuita siempre ha jugado a dos bandas, si se puede decir con sencillez, pero la preferencia por lo pobres, su preocupación por acudir allí donde estaba en expansión la evangelización o donde se perseguía a los cristianos —cabe recordar que ha viajado a Iraq o al Congo donde se asesina a cristianos con frecuencia—, su preocupación por los migrantes no es más que producto de la gran misericordia de la Iglesia católica. No tiene nada que ver con el progresismo, como tampoco su preocupación por las guerras y el rearme. Ya no está la Iglesia en tiempos medievales de lanzar cruzadas, aunque algunos no lo entiendan.

Se ha posicionado contra los vientres de alquiler. Tan sólo ha defendido los anticonceptivos en casos extremos, como hiciera Pablo VI, donde existe peligro de violación o transmisión de enfermedades raras, en el resto de casos ha seguido la doctrina. Se ha quejado del relativismo progresista y sistémico que lleva a una espiritualidad estéril. Realmente, salvo el Sínodo de la Sinodalidad, y alguna cuestión del Sínodo de la Amazonia sobre los curas casados, que se debía estudiar, o las bendiciones a parejas homosexuales —un calentón de un momento y parece que influido por el Tucho—, no se ha movido de lo recto y doctrinal. Ni «papa Paco», ni leches. Su camino evangelizador y misericordioso caminaba por caminos distintos a los del wokismo. Léanlo antes de hablar.

Sí ha tenido cosas oscuras

Donde se puede decir que ha tenido menos éxito ha sido en las relaciones humanas con parte de la curia romana. Quienes hayan acudido a un colegio de jesuitas saben bien cómo se las gastan y eso ha quedado patente en sus relaciones. El comportamiento que ha tenido con los dos ayudantes de Benedicto, su antecesor, no es de lo más amable y misericordioso. A monseñor Alfred Xuereb le concedió la dignidad de obispo pero le tuvo lejos tras encomendarle el «marrón» del IOR (Banca Vaticana), luego como premio le hizo nuncio apostólico en Corea, Mongolia y Marruecos. Con monseñor Georg Gänswein las ha tenido de todos los colores, hasta llegar a negarle algún viaje a impartir conferencias. Tras un tiempo mano sobre mano, tras la muerte del papa Ratzinger, le mandó a Friburgo para que estuviese lejos del Vaticano aunque sin actividad alguna. Ya al final del papado le hizo nuncio apostólico en los países bálticos. Y así con unos cuantos menos conocidos.

Pese a estar en Roma, Francisco no ha viajado por Europa. Cuando acudió a Marsella lo hizo no como viaje de Estado sino sólo para comprobar la situación de los refugiados personalmente, al igual que hizo en la isla de Lampedusa. Pese a la situación de declive del catolicismo en en viejo continente, ha preferido que la evangelización fuese a lugares más lejanos, más desconocidos, con más posibilidades de conseguir nuevos fieles. No ha tenido una relación amorosa con el viejo continente.

Las preferencias subjetivas de cada persona son las que son. Aquí se le ha criticado mucho, como se le ha defendido cuando se le ha atacado sin razón. A algunos les gustará más y a otros menos. Lo que no puede ser es dejarse llevar por las infamias, los chismes y las mentiras que le han rodeado. Esa ha sido su cruz del pontificado. Tampoco se le podía pedir que se lanzase a cruzadas tomando la espada gelasiana del papado a matar herejes. No ha ido ni progre, ni ultraconservador. Era jesuita y con eso está dicho todo. No ha sido estricto en las formas, pero eso no significaba que hiciese de menos a la silla de Pedro. Que Dios le tenga en su gloria y le juzgue por sus obras.

Post Scriptum. Se ruega cierta rigurosidad a la hora de hablar de lo que rodea al Vaticano en este momento. Ni hay un derecho «canónigo», ni hay campañas electorales para ser el próximo papa, ni los todólogos son listos. La verdad es que lo que muestran los medios de comunicación es vergonzoso en estas situaciones. Si lo ha sido en algún caso durante su pontificado, ahora el coro celestial de hunos y hotros, que diría Unamuno, llega al máximo de la vergüenza ajena. Mediocres todos.

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