Está semana ha tenido lugar una interesante cumbre sobre medioambiente organizada en París por el presidente francés Emmanuel Macron. En el segundo aniversario de la firma del Acuerdo de París para reducir las emisiones de efecto invernadero, la cumbre One Planet Summit trataba de buscar financiación para los programas que lo materialicen.
Resulta muy interesante comprobar cómo el progreso y el desarrollo técnico han modificado el paradigma medioambiental: si antes la ecología se vinculaba, en muchas ocasiones, a los movimientos de izquierda, ahora es Macron, socioliberal declarado, uno de los líderes europeos en materia de sostenibilidad. La llamada economía verde es un nicho de mercado cada vez más rentable, y está empezando a ser explotado por emprendedores y grandes empresas de todo el mundo, que ven en la sostenibilidad una ventaja competitiva.
¿A qué se debe este cambio? Antes la sostenibilidad era sinónimo de costes para el empresario. Depuración de aguas, complejización de procesos, filtrado de emisiones… Todo ello suponía una carga, impuesta por el estado y de la que las empresas trataban de huir. Sin embargo, hoy en día existen procesos que lejos de suponer un coste permiten ahorrar materiales, energía o tiempo, beneficiosos tanto para el planeta como para la cuenta de resultados de la empresa. De esta forma, la fabricación aditiva por impresión en 3D ahorra materiales al usar el 100% de la materia prima, los procesos circulares reutilizan los residuos, y la construcción eficiente o pasiva de las instalaciones permite ahorrar energía de forma sostenida.
España, en este punto, se encuentra muy retrasada respecto a otros países del entorno europeo que han asumido o van asumiendo este cambio de modelo. Por un lado, la introducción de estos nuevos procesos sostenibles en el tejido empresarial está siendo muy lenta. Posiblemente esto se deba a la aversión al riesgo del empresariado español, ligeramente superior a la media europea, y a la falta de una cultura de la innovación como la estadounidense, la japonesa o la alemana (en España el estado invierte en l+D más que las empresas, cuando en EEUU es al revés). Por otro lado, la administración no está sabiendo transmitir las ventajas de la economía verde, ni ser un agente facilitador de su implantación.
Es necesario tomar conciencia de las graves consecuencias que fenómenos como el calentamiento global (y otros) tendrían sobre nuestra forma de vida. Y a la vez, también es necesario apostar por la economía verde como motor de competitividad para no quedarnos aún más atrás. España tiene un gran potencial en materia de competitividad sostenible, a través, por ejemplo, de las energías renovables, los sistemas agroalimentarios respetuosos con el medioambiente, la innovación hacia una industria más sostenible, y muchos otros. Tanto el tejido empresarial como las diferentes formaciones políticas tienen que asumir que, llegados a este punto, el futuro será sostenible o no será. Algunas ya están en ello.
Fernando de las Heras es licenciado en Derecho y en Administración de Empresas, gestor de I+D+i, y Responsable de Programa de Unión Progreso y Democracia