Luis Garicano ha sido elegido por sus colegas liberales de la Unión Europea vicepresidente de Renew Europe (el conglomerado de partidos liberales de la eurocámara). Algo que, como es comprensible, le ha hecho mucha ilusión por ser él un liberal “de verdad”. Alguien comprometido con el proyecto de construcción europeo, desde el lado del establishment eso sí, y con la democracia liberal representativa. Alguien con un buen bagaje profesional e intelectual. Lo malo es que tiene como jefe de filas a Albert Rivera, quien ha decidido tomar el camino bonapartista y creerse que está por encima de los principios liberales, de quienes le pusieron en la cumbre y del resto de los mortales. Un jefe de filas al que están colocando en la rampa de salida pero que ha pasado de populismo del sistema (el que lucha contra las perturbaciones existentes en el mismo) al populismo nacionalista sin más. Hoy no está mucho más lejos de Trump que de quienes han elegido a Garicano.
Así, el docto Garicano, tragando saliva, quina y pasando por encima de sus principios y valores, está blanqueando a Ciudadanos en la Unión Europea día tras día. Porque sus colegas del grupo Renovar Europa le preguntar por esos contactos con Vox. Ellas y ellos se apartan de ese tipo de grupos políticos que desde la demagogia, el populismo y utilizando la ansiedad ante los cambios globales gana votos por toda Europa., pero en Ciudadanos se juntan, pactan y compadrean. Por mucho que Garicano afirme que “jamás han pactado con Vox, ni pactarán” todo el mundo conoce a la perfección que sí lo han hecho y seguirán haciéndolo mientras vetan a los socialdemócratas. Curioso que quien defiende la eficacia del Estado para garantizar un mínimo de igualdad y asegurar la democracia acabe blanqueando ante personas, mucho más inteligentes que sus propios compañeros de partido, esos pactos con quienes quieren acabar con sus propios ideales.
No son ideales inventados en una noche de verano con un gin-tonic en la mano, no. Son valores que ha expresado perfectamente en un libro que el propio Rivera tildó de manual del buen liberal en su presentación. En El contrataque liberal de la Editorial Península (el error en el título no es fallo de escritura, la RAE habla de contraataque), cuyo subtítulo es “Entre el vértigo tecnológico y el caos populista”, Garicano ataca con fiereza, intentando descubrir los motivos inherentes a la aparición de los populistas, a esos mismos grupos que ahora blanquea para su jefe de partido. “Estamos presenciando el regreso del nacionalismo populista. Un nacionalismo excluyente, que se fabrica mediante la creación de un enemigo al que se culpa de todos los males” (p. 27). ¿No es Vox eso mismo que ha definido el dirigente de Ciudadanos? Entonces, si es un peligro tan grande ¿por qué se pacta y no se hace un cordón sanitario como en Europa? Porque les puede más el odio a Sánchez de su dirigente máximo. Porque se creen que van a acabar con el PP de esta forma. O porque Rivera no da para más.
No es lo único que escribe Garicano que resulta incomprensible viendo su actitud. En el momento en que deja el análisis economicista y pasa al político afirma: “El problema para las democracias sucede cuando se produce la alianza de los demagogos, nacionalistas y populistas con miembros del establishment del sistema democrático” (p. 161). No se puede negar que tiene razón, que es cierto que cuando los partidos del sistema acaban pactando, por activa o por pasiva, con los populistas de extrema derecha la democracia está en peligro. Por eso los partidos liberales establecen un cordón sanitario, como ha hecho Manuel Valls en Barcelona, a este tipo de partidos. Buscan el mal menor. Estar entregados a los disparates de Vox, como pasa en Andalucía, ¿no daña la democracia? Ciudadanos está en ciertos gobiernos junto a estas personas que les imponen ciertas políticas contrarias a los principios que dicen defender. En algunos casos lo hacen porque en Ciudadanos han llegado unos cuantos fascistillas camuflados, pero en general no se entiende ese juntarse y compadrear. Y en esta línea Garicano acaba por dar una clave que debería enviar por mensaje a Rivera cada 10 minutos: “la existencia de una oposición desleal, o semidesleal, es clave para la caída de los regímenes democráticos” (p. 160).
Si no quiere seguir haciendo el ridículo, puesto que es de los pocos que internamente cara a cara con Rivera expresan la crítica de forma contundente, debería exponer lo mismo que dice en la dirección del partido y en sus ensayos abiertamente. Como escribe cuando habla del “buen patriotismo” en el libro mencionado, si sigue los postulados de Martha Nussbaum de llenarlo de valores positivos, tolerancia con la diversidad y que sea autocrítico se dará cuenta de que Ciudadanos ha tomado el camino erróneo, como le recuerdan sus colegas europeos. Es más, debería hacerse caso a sí mismo y tomar en cuenta que el patriotismo de partido, añadimos, “no debe estar basado en aceptar ciegamente las acciones del grupo o de los líderes” (p. 173). Si hace caso a Rivera y le blanquea en Europa, al final no cumple la máxima kantiana de aplicarse a él mismo lo que desea que hagan los demás. Igual que no le gusta el populismo morado, es incomprensible que le guste el verde. Aquí el establishment ha estado ocultando el cuñadismo de Ciudadanos, pero en Europa no se hace y se ven las carencias intelectual y personales. Por eso cabría preguntarle ¿le merece la pena arrastrar así su bien ganada reputación señor Garicano?