Los empresarios murcianos, entre los que también se incluyen los regantes, comienzan a lanzar mensajes de estar hartos de la clase política gubernamental por no cumplir sus compromisos en materia de infraestructuras y recursos hídricos.
Valgan como ejemplo del cabreo existente las siguientes frases: “esto es una tomadura de pelo”, “hay que comenzar a pensar cómo se vota”, “la cabeza me pide una cosa pero el corazón otra” son las habituales en los últimos encuentros celebrados en Almería —Corredor Mediterráneo— y Murcia —Mesas del Agua. Los vocablos aludidos son esgrimidos por el presidente de los empresarios valencianos Vicente Boluda y el dirigente de la patronal murciana, José María Albarracín, sin olvidar el mensaje lanzado por el propietario de la firma “García Carrión”, que no duda en decir que “va siendo hora de que los empresarios hagamos ya política”.
La pasada semana y en presencia del nuevo presidente del Gobierno murciano, Fernando López Miras, el titular de CROEM expresaba de manera contundente que su organización está dispuesta “a elevar un poco más” el tono de las reivindicaciones relativas a conseguir más agua –fundamentalmente de trasvases-, la llegada del AVE a Murcia y su prolongación hacia Almería, donde cada día aparece un nuevo capítulo inesperado en el libro de inauguraciones, y la apertura del acabado aeropuerto de Corvera, plagado de conflictos y zancadillas en el camino. Sin duda, tres patas imprescindibles para la vertebración económica de la Región de Murcia, en palabras de José María Albarracín.
Ante estos argumentos, los políticos se revuelven en sus asientos y se afanan en ofrecer tranquilidad a las peticiones empresariales, aunque muchos dudan ya del discurso político a pesar de las buenas intenciones demostradas últimamente, pero carentes de éxito debido a las decisiones adoptadas por quienes manejan el Boletín Oficial del Estado, es decir el Gobierno de España.
Estamos ante un verano, y quizás un otoño lleno de incertidumbres en todos los asuntos pendientes por resolver. Por un lado, la sequía que pone en peligro los cultivos de invierno, y de otro, las anunciadas restricciones presupuestarias que bloquean las acciones relacionadas con infraestructuras. Con este pobre bagaje, el empresariado aventura unos meses cargados de probables reuniones infinitas, algaradas callejeras y paros empresariales y agrarios. Al tiempo.