Una tarde lluviosa aún de invierno reflexionando sobre unos hechos que he conocido, desarrollados estos días en el seno del PSOE en una agrupación importante cercana a Madrid, pero que probablemente valdría para otras muchas (las he vivido en Navarra), incluso en todos los partidos.
Esa experiencia me ha llevado a un libro que leí al comienzo de mi militancia política que me impactó de manera vital. “El lobo estepario” de Hermann Hesse me indicó el título de este artículo.
Posiblemente porque me debato en estos instantes entre escribir sobre ello, para dar una batalla, quizás perdida, en el vano intento de que al menos la izquierda acabe excluyendo este tipo de comportamientos de su praxis política y la posibilidad de que eso acabe siendo perjudicial para el partido que defiendo y quiero gane en todas las elecciones venideras.
¿Sería ético si decidiera mi silencio? ¿Aportaría algo al debate, o quizás de una vez por todas nos debiéramos quitar esos miedos, esa máscara que en el fondo perjudican en lo ideológico? Porque lo ético tiene que ver con las ideas, es la estrategia frente a la táctica electoralista y partidista paralizante.
Si existe un momento en el que las personas se transforman, el Dr. Jekyll se convierte en el monstruo Mr. Hyde, donde acaban siendo lobos crueles para con el hombre (utilizo en genérico pero vale igualmente para la mujer), es en los periodos pre-electorales cuando llega la elaboración de las listas.
Ahí las buenas personas se transforman en malas, los honestos en deshonestos, las perversas en canallas, todo vale con tal de acceder a lo que se denominan “puesto de salir”, la garantía de que tu vida estará asegurada al menos los próximos 4 años.
Porque lamentablemente hoy la política está impregnada de este concepto, “asegurarte la vida” que la está desvirtuando, envenenando, llevándola a lo más oscuro del alma humana.
En ese periodo valen engaños, manipulaciones, mentiras, calumnias, zancadillas de todos los colores, y traiciones. Traiciones crueles, dolorosas que rompen mitos e imágenes positivas, que degradan incluso hasta ese momento ejemplar. Una pena.
Para frenar sus nefastas consecuencias sería necesario que no cuenten ni con la complicidad de sus “mayores” (son muy cobardes ante la estructura jerárquica), ni con la de los que consideran sus súbditos, su secta.
Esta parte es la más difícil pero la más eficaz, ya que la solidaridad y la reacción los desactiva, incluso provoca su propia destrucción, porque evita que actúen con la impunidad que necesitan y eso les acobarda.
Como no entienden valores tan básicos como éste, o la libertad, honestidad, generosidad, solidaridad, la capacidad de análisis y diálogo, que están en las antípodas de sus características personales, se pierden y diluyen cuando se les planta cara desde quienes las llevan como bandera.
Mi experiencia de estos días ha vuelto a ser negativa, pero a pesar de ello seguiré luchando, comenzando por su denuncia, contra este tipo de comportamientos que enferman a la política actual. Habrá que intentar evitar su extensión, o al menos dificultarla, sacando a la luz allí donde exista capacidad para hacerlo, porque exponerlo no sólo no debilita al partido sino que lo fortalece.
El hombre puede ser un lobo para con el hombre, pero al menos que no sea con nuestra complicidad.
En eso estamos…….