Todas las encuestas pronostican la victoria del candidato del Centro Democrático, Iván Duque, en las próximas elecciones en Colombia. Pero a Duque le puede suceder, al igual que ha pasado tantas veces en la historia con tantos candidatos derrotados que puede morir de éxito por creerse las encuestas y los sondeos de opinión. Duque se cree en la cresta de la ola, que será seguro ganador, como le ocurrió a Hillary Clinton en las últimas elecciones presidenciales norteamericanas, en que le derrotó contra toda pronóstico Donald Trump, y a José María Aznar frente a Felipe González, allá por el año 1993.

Luego Duque ha perdido la iniciativa, no presenta propuestas novedosas, ni ideas originales, ni proyectos de innovación y cambio «revolucionarios» para cambiar el país. Utiliza los sofritos del expresidente Alvaro Uribe, incluso le calca sus gestos y  populistas, pero nada nuevo bajo el sol. Quizá le fallan los asesores o mercadotecnia política. Es una campaña electoral que está movida por la inercia, por una mecánica ausente de vida, como presa de una casta de vacuos asesores que no saben el suelo que pisan. Es como un resorte sin resorte, como una fuerza sin fuerza, y valga la redundancia. Le falta garra, iniciativa, ideas y una mayor perspectiva a la campaña de Duque, está al borde del desastre y no lo sabe. Muchas veces, entre tanto asesor y jefe de campaña, el bosque no te deja ver los árboles. Luego sus acólitos, jaleándole como el mejor gallo del corral y sin apuntarle en qué falla la campaña, tampoco le ayudan en nada. Nada peor que un corifeo de estúpidos aduladores. Lástima.

En enero de 1993, cuando apenas comenzaba el año, José María Aznar encabezaba todas las encuestas en España, mientras que su principal contricante, el presidente de Gobierno socialista Felipe González, aparecía por detrás y según se auguraba en los sondeos con grandes posibilidades de recibir una contundente y rotunda derrota. Las encuestas, muchas de ellas manipuladas para desmovilizar el electorado de centro derecha que votaría por Aznar, erraron el tiro, claramente. Era una estrategia deliberada para que sus seguidores se desmovilizaran. El 6 de junio de ese año, a eso de las diez de la noche, la cruda realidad iba poniendo cada uno en su sitio: Aznar perdía las elecciones por poco, mientras que González seguiría al frente del gobierno por otros cuatro año. Los seguidores de Aznar no se podían creer lo que estaban viendo e incluso desautorizaron los resultados, hablando sin tapujos acerca de la posibilidad de que se hubiera perpetrado un turbio fraude.

 

DUQUE VS. VARGAS  LLERAS, GANA LLERAS

Lo mismo le puede pasar a Duque. Se está preparando la tomernta perfecta para que Germán Vargas Lleras -el candidato del Establecimiento colombiano y del presidente Santos- se coloque en la segunda vuelta, dejando atrás a Gustavo Petro y al resto de los candidatos, ya claramente alejados del «pelotón líder» formado por el trío Duque-Petro-Lleras. Duque se está confiando mucho y se le nota en sus gestos y movimientos, en su autosatisfacción manifiesta y en su sonrisa de claro vencedor. Pero se equivoca, como muchos otros antes que se hundieron antes de llegar a la cima. Se equivoca porque si como pronostican algunos Vargas Lleras es su próximo adversario en las urnas,  algo que no se debe descartar, podría sucederle lo que a Oscar Iván Zuluaga hace cuatro años cuando disputaba la presidencia al presidente Juan Manuel Santos, es decir, que una alianza contra natura desde la izquierda hasta el centro, pasando por los liberales, los conservadores, la U y otros, conforme una mayoría electoral capaz de derrotar a Duque. A su favor, sin embargo, hay que reseñar que el nivel de rechazo a Vargas Lleras es muy alto en la mayoría de las encuestas, llegando algunas a situar ese rechazo en casi en el 50% del censo electoral. Revertir esa tendencia a menos de tres semanas es altamente difícil.

Corría octubre de 2016 y la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton, cabalgaba como favorita en todas las encuestas. Su principal problema fue creérselas y no ver que tras las mismas se escondía la trama: esa intención de voto favorable dispersa en los Estados y con un sistema electoral perverso le iba dar la victoria a su contricante republicano, el empresario Donald Trump. En los Estados Unidos la victoria no es por voto popular, como en casi todo el mundo, sino que son los votos de los Estados los que deciden la elección definitiva de la máxima magistratura en este país. Así las cosas, pese a que Hillary ganó en voto no fue capaz de ganar los votos de los disputados Estados en este país. Además, la América profunda,  que desconfia del stablishment, no votó por ello y no fue capaz siquiera de ganar en un Estado decisivo como Florida, con una gran población latina teóricamente favorable a las tesis demócratas y que debería haber aborrecido los planteamientos racistas de Trump durante su campaña. El amargo despertar de Clinton a la realidad fue el 4 de noviembre de 2016, cuando cerraban los colegios electorales en todo el país y los primeros recuentos señalaban a Trump como el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Qué magna decepción.

Duque, además, no debería de traicionar a Uribe para ser uno mismo, sino que debería de mostrarse como alguien que simpatiza de sus ideas pero con la suficiente capacidad de autonomía y decisión para defender un programa y un proyecto propios con el bagaje suficiente del uribismo pero con su sello personal. Todavía no ha logrado distanciarse de ser una suerte de títere o marioneta de Uribe, tal como lo ve la gente común, y no se ven señales, por lo poco que ya queda de campaña, de que lo vaya a hacer próximamente. Debería mantener otro tono, otro discurso, más alejando de los focos y las cámaras, y más cercano a los ciudadanos pero sin utilizar el populismo. Duque es un buen candidato, pero esta perdido en una mala campaña. ¡Carajos qué laberinto! ¿Será capaz de revertir los errores el candidato Duque y enderezar el rumbo antes del desastre? Depende, pero todo parece indicar que su principal asesor, Uribe, no le explicó bien esa lección de filosofía rural que repite hasta la saciedad en privado cuando asegura que la vaca cuando se está hundiendo en el pántano cuánto más patalea, más se hunde. Veremos qué pasa.

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