La candidatura de José Antonio Pérez Tapias parece haber sido el último brindis al sol de la histórica corriente de opinión del PSOE, Izquierda Socialista. Fueron muchas las crisis que ha tenido que soportar la corriente, desde el paso de ser el sector crítico a IS hasta la pérdida de sus dirigentes históricos, pero ninguna como la actual. Echarse en manos de una sola persona, como sucedió en el proceso de primarias de 2014, tenía una ventaja mediática, que no deja de tener su importancia, pero también un reverso que ha provocado la desideologización de la corriente.
La salida del cabeza de cartel, bien por cobardía, bien por cuestiones personales, y sobre el que se habían puesto todas las esperanzas, generó lo normal en estos casos de hiperliderazgo, el vacío orgánico e ideológico. Tampoco es que el efecto Tapias y la actividad del electo generasen algo sumamente positivo para la corriente, hubo mucho mutismo postelectoral y un retroceso discursivo. Mas su marcha generó una crisis no superada por varios factores externos e internos.
En los convulsos momentos que ha vivido, y sigue viviendo, el PSOE, Izquierda Socialista no existe. No es capaz de ofrecer su posición ideológica y orgánica. Es la nada. El vacío. La incertidumbre. La dirigencia actual, realmente los dos o tres que quedan de los nueve electos, están a otras cosas, no a la política real. Pero esto es más interno que externo, y ahora, conviene hablar del entorno. Entre los factores externos se comprueba que gran parte de los que arribaron a Izquierda Socialista bajo la candidatura de Pérez Tapias, continúan con el proceso de individualización política con Pedro Sánchez. Han pasado de ser de Tapia a ser de Sánchez sin orden de discontinuidad y sin remordimientos éticos, ideológicos o políticos. Se cambia un tótem por otro y continúa la adoración acrítica del símbolo creado. Da igual que Sánchez sea parte de la burguesía con carácter humanista o social. Es una figura totemizada, tal y como explicaba Sigmund Freud, que se adora como símbolo izquierdista.
Esta totemización se une a la falsa ideología sobre la que se sustenta el proceso que se viene gestando desde la dimisión de secretario general hará un año. Por el hecho de afirmar “Somos la izquierda” ya sirve para que las masas enfervorecidas, incluidas las de Izquierda Socialista, admitan sin crítica alguna ese eslogan. Sirven unos cuantos mecanismos de marketing político para la propia Izquierda Socialista haga mutis por el foro en el posicionamiento ideológico. ¡No vaya a ser que se enfaden los sanchistas! Desde luego gente como Manuel Escudero supone una vuelta a la socialdemocracia clásica, pero, no hay que olvidar, que no deja de ser una socialdemocracia pactista con el capitalismo y cuya máxima aspiración es mejorar las condiciones vida de las personas, no la transformación social de la base estructural. Ahí Izquierda Socialista tiene mucho que decir, pero no lo dice.
Si Izquierda Socialista se califica como marxista no es tanto por la defensa de la lucha de clases como motor histórico o por la superación del sistema capitalista, que también, sino por el análisis de la realidad social para modificar la estructura (o estructuras) y caminar hacia una sociedad donde no tenga cabida la explotación del hombre por el hombre. Unión de análisis y praxis como fundamento vertebrador de la ideología socialista, en el camino hacia una sociedad sin clases. Todo esto se viene perdiendo en las actuales condiciones políticas y sociales. La corriente ha dejado de tener voz propia para adquirir el discurso oficial del sanchismo.
¿Dónde queda la lucha contra el imperialismo? ¿Dónde la defensa del derecho a decidir de los pueblos de la Tierra? ¿Dónde la denuncia de las tácticas y malas artes de la coalición dominante del bloque en el poder? Suceden demasiadas cosas en España y en el Mundo como para que Izquierda Socialista permanezca callada. El PSOE actual, pese a su prometido giro a la izquierda, sigue siendo un partido cartelizado, reformista y bajo el hiperliderazgo de una persona (por no decir cesarismo). No es un partido de clase como defiende que debería ser Izquierda Socialista.
Tampoco hay que llegar a los extremos, pues Izquierda Socialista siempre ha sido una corriente gradualista. Debido, en parte, a la imposibilidad objetiva de generar en las condiciones actuales un proceso revolucionario. Se entiende que el cambio transformador tiene que estar guiado por un cambio en la mentalidad de la ciudadanía, por la toma de conciencia de las masas oprimidas del mundo, pero esa es una labor olvidada y, quizás, la más necesaria. Y esto último tanto por la corriente como por el PSOE. No ha gradualismo posible si hay reversibilidad de las políticas y las mentalidades como viene sucediendo desde 1993. La denuncia constante de los mecanismos del bloque en el poder para asimilar a la clase trabajadora (como llamarle clase media) es parte fundamental del ser de la corriente. Y esto se está perdiendo tanto en la base como en la cúpula de Izquierda Socialista por la aceptación “acrítica” del discurso sanchista. Un discurso que, aunque tenga similitudes lingüísticas con la corriente, no es en el fondo y la base la misma postura ideológica.
Un último factor que está perjudicando a la corriente de Izquierda Socialista es la existencia de esos entes “no estatutarios” como son las plataformas de apoyo a Sánchez. Al constituirse como grupos de presión dentro del PSOE está laminando la verdadera función de las corrientes. Además, se añade que muchos miembros de la propia corrientes juegan a dos bandas formando parte de las plataformas, que fueron formadas por alguno de sus miembros, y de la corriente teniendo posiciones divergentes en muchas de las materias. En parte, esta coexistencia resta voz a Izquierda Socialista.
La falta de cabeza y representación: lo interno
Esto nos lleva a los factores internos que llevan a esa pérdida de voz y posición de la corriente, salvo algunas excepciones. Una pérdida que supone que, actualmente y por primera vez en década, Izquierda Socialista no tiene ningún representante en el Comité Federal del PSOE. Lo que no es de extrañar porque ha habido vetos de antiguos integrantes y Sánchez, aunque pueda sorprender, ya tuvo en mente acabar con las corrientes en su anterior mandato. Pero gran parte de culpa de todas estas cuestiones vienen determinadas por la alegalidad de los actuales “autonombrados” portavoces federales. Personas que no han cumplido con las normas internas y llevan meses sin convocar la Asamblea Federal. Esto lleva a ese languidecimiento a la corriente. No hay cabeza real.
Siendo esto una cuestión formal, los dirigentes actuales tampoco están ofreciendo un discurso diferenciado ya que, en algún caso, están más preocupados en no molestar al nuevo secretario general, que defender a la corriente. No es posible que con lo que está ocurriendo en Cataluña, Izquierda Socialista no haya expresado contundentemente su propio posicionamiento. Frente a los desvaríos de la actual dirigencia del PSOE respecto al federalismo y la nación no se diga nada, cuando Izquierda Socialista siempre ha tenido claros esos objetivos y situaciones, muestra el estado en el que se encuentra. República, federalismo, reconocimiento de los pueblos han estado presentes en la distintas ponencias y resoluciones de Izquierda Socialista desde hace 30 años. Ahora ni se sabe, ni se contesta. “Lo que diga Sánchez” parece ser la consigna.
Y esto es algo que no mejora si se baja a los escalones más territoriales donde, en muchos casos, las personas que se autodenominan como Izquierda Socialista están más pendientes del “qué hay de lo mío”, hundiendo de esta forma el posicionamiento ideológico. La lucha de clases o la transformación del capitalismo quedan aparcadas frente a denostar a los “malos” del interior del partido. Da igual la ideología que tenga el candidato o candidata, lo esencial es saber si es de los buenos o de los malos. En Izquierda Socialista siempre se huyó de los personalismos y los maniqueísmos, es más fueron los primeros en denunciar el felipismo en 1979, y ahora muchos de sus integrantes caen en ellos. E Izquierda Socialista no es sanchista, es socialista, marxista y republicana.
Tampoco ayudan los movimientos de ciertos miembros que hoy están en la corriente y mañana en un foro; hoy en la corriente y mañana buscando el carguito con Sánchez; hoy en la corriente para ir a un Congreso y mañana, en ese mismo Congreso, buscando lo suyo; u hoy en la corriente y mañana buscando notoriedad bajo el ala protectora del poder del momento. La corriente como instrumento personal y no como instrumento de la clase trabajadora. O se defiende la corriente, o lo individual. Pero claro, en un mundo donde se supone que un grupo de whatsapp vale como asamblea, poco más se puede hacer. No se consultó el apoyo a Sánchez, ni se eligió la lista al Congreso Federal sino que fue dedazo, ni saben qué es el mínimo democrático.
Es el momento o bien de enterrar esa parte de la historia del PSOE o de recuperarla para avanzar en la lucha contra el capitalismo y la explotación de las personas. Pero Izquierda Socialista nunca debe caer en manos del individualismo, el discurso sin consistencia ideológica (¿Qué diría Mario Salvatierra?) o los deseos territoriales. Debe ser recuperada como lo que es, una corriente de opinión.