Ante el fracaso estrepitoso del intento de investidura del compañero Pedro Sánchez como Presidente de Gobierno, la situación política pasa por un momento extremadamente difícil. Se pone en cuestión el llamado por algunos “régimen del 78”, cuya Transición tiene enormes lagunas. La principal es no haber sido capaces ninguno de los gobiernos de acabar con las estructuras franquistas, Ley D`hont, cloacas del Estado y demás reminiscencias del antiguo régimen.
El incremento del voto que obtuvo el PSOE en las últimas elecciones generales, vino amparado en las importantes movilizaciones políticas y sociales desde las bases de las izquierdas, que hicieron un importante avance en el intento de cerrar el paso a la ultraderecha que había tomado cuerpo en Andalucía con el Gobierno Trillizo de PP, C’s y Vox.
Dado el proceso de radicalización y polarización política, el triunfo de las izquierdas reflejó una orientación hacia cerrarle el paso al bloque reaccionario, llamado por algunos Bloque Azul, superado por más de 2 millones de diferencia a favor del llamado por otros Bloque Rojo.
Hubo al principio amplias esperanzas de las izquierdas para poder llegar a un entendimiento que propiciara un gobierno que reflejara el giro social necesario, que había sido prometido por los adversarios principales, PSOE y U.P. Este último, exigía desde el primer momento a Pedro Sánchez romper con las políticas de recortes que representaba la prórroga de los Presupuestos del Estado, marcados con el sello conservador del PP heredado de Montoro.
Se niegue o no por la Dirección del PSOE, el partido ha tratado de nadar y guardar la ropa, dado que desde el inicio del proceso ha estado jugando a dos bandos, mencionando constantemente que el PP y C’s debieran abstenerse para propiciar un Gobierno PSOE, pero siempre sin dejar claro la posibilidad de hacerlo en Coalición con U.P. hasta que ya apenas quedaba tiempo para una negociación reposada y las tensiones se fueron agudizando.
Apenas se ha hablado públicamente durante el proceso de negociaciones sobre el programa a aplicar por cada una de las fuerzas negociantes. Ante la ciudadanía solo aparecía la lucha por los sillones ministeriales o qué nombre se ponía al Gobierno entrante, (Coalición, Cooperación y demás vaguedades), intentando amarrar a U.P. en la negociación política, pero con la mala fortuna de vetar a Pablo Iglesias, que ha sido una de las causas que más ha distorsionado el proceso negociador.
Las acusaciones mutuas se fueron tensando, cuando Pablo Iglesias echaba en cara a Pedro Sánchez, que sus llamadas a la abstención de C’s y PP para su investidura, representaría una especie de apoyo tácito, que dificultaría aplicar las medidas sociales que eran las posiciones comunes entre los negociadores.
A su vez eran vistas como antidemocráticas si se abstenían, como pedían Aznar, Felipe, Rajoy, Zapatero, las Baronías, la Banca, la Patronal y demás fuerzas proclives al pacto con las derechas, al demostrar un sectarismo feroz contra la fuerza legítima que representa Unidas Podemos.
La Dirección del PSOE parece no haber entendido en sus amplios términos, el clamor de la noche electoral ante Ferraz con los gritos de “con Rivera no” cuyo grupo se ha comportado de forma totalmente sectaria y soez en sus declaraciones de ataques permanentes al PSOE y demás izquierdas, reflejando una especie de mimetismo con Vox, pese a insistir que son “liberales”.
La verborrea y las presiones de las derechas, sobre todo de Cs han sido terribles y también han representado un obstáculo con su agitación ultraderechista permanente aplicada por Rivera y Arrimadas, tratando a toda la izquierda de una “banda de forajidos”, sobre todo, actuando como incendiarios permanentes ante el conflicto de Cataluña.
Desde sus inicios cuando se declaraban “socialdemócratas” e incluso posteriormente cuando Cs reformó sus Estatutos declarándose “liberales” y al calor de la crisis catalana y posteriormente tras el Gobierno Trifachito de Andalucía, el giro hacia las posiciones españolistas extremadamente reaccionarias se agudizaron. A veces aparecían como que no tienen nada que envidiar a Vox y PP en algunos aspectos más ultraderechistas y ya vimos cómo Rivera se presentó a las elecciones generales con el programa de echar del gobierno al PSOE, estableciendo un “cordón sanitario” frente a Sánchez.
Esa posición tan sectaria les lleva a su propia destrucción porque incluso son vistos como un peligro para la estabilidad del Estado como se observa entre sus padrinos (IBEX 35 y sectores de la Patronal), que han optado por recuperar el cadáver político que representaba el PP y están planteando la estrategia de que sea éste último el principal sostén de un gobierno de Derechas encabezado por Casado y no por Rivera considerado como un oportunista al que están dejando solo por la fuga de sus cuadros.
Lo reconozca o no la clase dominante, sabemos que las presiones de los Poderes Fácticos han sido muy fuertes, ante las dificultades para armar un Gobierno. Lo exigían favorable a los intereses de la burguesía capitalista, dada la ruptura del equilibrio del Bipartidismo que ha saltado por los aires. En otro nuevo proceso electoral, la atomización podría continuar, dado el peligro de la abstención. Los partidos se reparten el “pastel” y obtienen resultados mediocres como hemos visto esa tendencia en las autonómicas y municipales.
Eso provoca crisis agudas en todos los partidos a la hora de los pactos, muchos de ellos muy contradictorios y contra/natura, porque no se respetan los lineamientos políticos entre derechas e izquierdas. No se mantienen por parte de las izquierdas posiciones principistas, programática y de clase, tanto PSOE como U.P. lo cual crea una enorme confusión entre los votantes.
Todas estas situaciones contradictorias y polarizantes, son sintomáticas de la profundidad de la crisis a la que nos enfrentamos, como modelo agotado de la Transición y reflejan asimismo las enormes contradicciones y complicaciones que tiene la burguesía para poder estabilizar la situación política.
Las encuestas señalan una subida del PSOE sobre 39 % de votos, ante las perspectivas de nuevas elecciones para Diciembre. Podría ser una trampa, ya que el deterioro y la desgana que puede causar ese nuevo proceso no garantiza la posibilidad de un Gobierno de Izquierdas.
Si se produjese y PSOE no alcanzase la Mayoría Absoluta, lo cual es lo más probable, las posibilidades de pactar con U.P. serían nulas porque la campaña próxima será virulenta. Se confirmaría que amplios sectores de la clase dominante, prefieren y trabajan por un Gobierno PSOE+PP, o PSOE+Cs aunque en ese caso, la campaña dificultaría la consolidación de esas dos fuerzas en disputa por la hegemonía.
La clase dominante y amplios sectores de la Burguesía y sobre todo la Patronal, quisieran que la polarización social, política y general bajara antes de que el debate político parlamentario domine y se apoye en las movilizaciones sociales que acelerarían las turbulencias y los procesos de toma de conciencia de las masas, sobre todo, cuando saben que en torno al próximo bienio, la nueva crisis económica en toda Europa estallará más temprano que tarde.
La clase dominante está muy preocupada porque le gustaría tranquilizar y encauzar el conflicto de la cuestión catalana, que junto con los problemas sociales y la desigualdad, son los focos principales de inestabilidad política y social que se podrían agravar.
Pero también entienden que imponer un nuevo 155 permanente, como vociferan incesantemente tanto Cs como PP y Vox que sirva de escarmiento y represente un castigo ejemplarizante para el proceso independentista y de camino aumentar la represión contra el movimiento obrero, que empieza a ejercer sus músculos, podría crear una peligrosa espiral de acción/reacción creciente.
La burguesía españolista carpetovetónica es incapaz de desprenderse de lo que constituye su ADN histórico, con muchos rasgos fascistoides heredados del franquismo. Están divididos en si es necesario atacar a fondo con represión o ser más cautos y todavía no se atreven a cuestionar la situación con toda virulencia, como a veces los voceros de Cs desbocados, se lanzan al ataque.
Los dos populismos emergentes, el de derechas representados por Cs y Vox y el de izquierdas representados por U.P. tienen dos opciones: Rectificar sus posiciones e integrarse en el modelo “democrático burgués” actual, o seguir su proceso de radicalización, cuestionando este modelo, con lo que el bloque de derechas viraría hacia el bonapartismo, o sea, hacia posiciones claramente golpistas, mientras que el de izquierdas podría acompañar a las masas en su camino hacia la revolución social.
Continuando con la situación actual, vemos que en realidad, durante casi un año de Gobierno PSOE, éste ha sido incapaz de revertir las leyes reaccionarias que implantó Rajoy ni los ataques a los Derechos conquistados por las luchas sociales y los gobiernos progresistas del PSOE en anteriores etapas.
Otro de los aspectos que también ha distorsionado el acuerdo de investidura frenando la posibilidad del Gobierno de Coalición que se negociaba, es el compromisos con Bruselas de recortes en torno a siete mil millones de euros, en los próximos presupuestos generales del Estado, que dificultaría la revalorización de pensiones y los compromisos sociales adquiridos, que fue la causa de que la Ministra de Economía dejase claro que sería difícil revertir la reforma Laboral de Rajoy.
En lo que se refiere a la salida del conflicto de Cataluña, que es uno de los aspectos centrales por la exigencia del derecho a decidir que exigen los independentistas y cada vez más fuerzas democráticas, el compañero Pedro Sánchez ha estado haciendo juegos malabares para intentar demostrar que todavía NO HA HABIDO acuerdos con los separatistas, como permanentemente les acusan los “Trillizos Aznarianos”, pero tampoco ha explicado con claridad cuál es el camino para convencer a los “indepes” que es posible un diálogo sereno que al menos aplace la cuestión para pasar del modelo “judicializado” al modelo “político dialogante”.
También queda sin resolver, porque se ha mencionado poco y mal en este proceso de negociación malograda, la cuestión de la Memoria Histórica con la exhumación de los restos del Dictador Franco, que en realidad se debe a un procedimiento inaudito, que demuestra el peso desmesurado del franquismo en la Legislación actual.
Ha sido tremenda la presión del PSOE sobre Podemos y viceversa, intentando evitar las dos fuerzas que la responsabilidad del fracaso recaiga en el contrario pero en realidad, ante los millones de votantes, lo que queda es la responsabilidad de ambos, Pedro y Pablo, de haber desperdiciado la oportunidad de formar un gobierno favorable a los intereses de la clase trabajadora.
Pero la estrategia seguida por Pablo Iglesias ha sido claramente errónea, escudándose en la militancia con una consulta que ha demostrado que solo algo menos del 17 % del censo total, ha aprobado el referéndum interno.
Pablo Iglesias ha renunciado a una gran cantidad de su programa, sin haberlo hecho entender por sus bases ni por IU. Puso el énfasis mayormente en el nombramiento de Ministros y poco sobre programa, entendiéndose por la ciudadanía que Podemos tenía poca fuerza para exigir tanto como planteaban. La insistencia de entrar en el Gobierno anteponiendo los cargos a las cuestiones programáticas ha sido desmesurada.
Construir la unidad de las izquierdas con raíces en la lucha de los movimientos sociales, contando con la clase trabajadora y la juventud en defensa de un programa genuinamente socialista que marque claramente el objetivo hacia la transformación de esta sociedad es una de las tareas más urgentes de la situación, porque la unidad, la organización y la lucha son los únicos caminos.