Ritos que defenestran la imagen de la mujer
Viendo el concepto que la Iglesia ha tenido a lo largo de la historia de las mujeres no es de extrañar que muchos de sus ritos incidan claramente en la cosificación del género femenino o, incluso, en la negación de su naturaleza humana. El ejemplo más claro lo tenemos en los rituales matrimoniales.
La propia ceremonia del matrimonio es ya una muestra de cómo se cierra un contrato de venta. La entrega de las arras es el símbolo de la compra por parte de la familia del novio de la mujer y de su virginidad, como si se estuviera comprando una cabra o un mueble. Por parte de la novia de la dote pactada por su familia. En los últimos siglos la Iglesia ha querido transformar la simbología de las arras para dar una idea de que lo que se quiere representar es el compartir todos los bienes del matrimonio.
Sin embargo, si una pareja se quiere casar por el rito católico debe realizar unos cursillos prematrimoniales en los que se adoctrina en la sumisión de la mujer respecto al hombre. En esos cursillos se inculcan una serie de conceptos claramente misóginos y machistas. Uno de los aspectos que se destaca es que «La profesión de la mujer seguirá siendo “sus labores”, “su casa”, aunque trabaje fuera». En el texto se deja caer que nada es más importante para la mujer que las labores del hogar y que el hombre no puede realizar esas funciones porque «El hombre es capaz de hacer un trabajo duro de durante varias horas, tal vez durante varios meses. Esto explica por qué siente la necesidad de arrellanarse en la butaca al volver del trabajo; no obedece necesariamente a pereza o indiferencia el que no se ponga inmediatamente a ayudar a su mujer en los trabajos de la casa». Un mensaje muy similar al de la Guía de la buena esposa de la Sección Femenina de Falange, incluso en lo referente a los temas de conversación que se deben tratar en las conversaciones de la pareja: los temas serios los trata el hombre, los superficiales la mujer. La Iglesia se mete también en cómo debe ser la sexualidad de la pareja. El sexo es obligatorio en el matrimonio cuando el hombre lo pide, es decir, que si a él le apetece mantener una relación sexual, ella está obligada a abrirse de piernas pero si «la petición no es totalmente razonable» es tolerable que el acto se realice. Esto podría ser interpretado como apología de la violación. Por otro lado, los juegos sexuales que no incluyan el coito deberán ser delicados y se debe excluir «el peligro del orgasmo».
La apología de la sumisión y el silencio ante la violencia machista
En el Nuevo Testamento en la Carta a los Efesios se explica expresamente lo siguiente: «22 Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. 23 Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo. 24 Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo». En la Carta a los Colonenses Pablo de Tarso dice: «Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene al Señor».
Por mucho que haya teólogos muy cercanos al Vaticano o analistas de los textos bíblicos que afirmen que estos mensajes están en la Biblia pero que no hay que tomarlos al pie de la letra la doctrina es la doctrina y los mensajes que se lanzan desde las jerarquías católicas van en la línea de dejar a la mujer en un segundo plano respecto al hombre porque su naturaleza es inferior.
Según Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, la mujer « «tiene una aportación específica, da calor al hogar, acogida, ternura» mientras que el hombre «es signo de fortaleza y representa la autoridad que ayuda a crecer». Por otro lado, Braulio Rodríguez, arzobispo de Toledo, ligó la violencia machista al hecho de que las mujeres pidan el divorcio, es decir, que las culpables de que se las maltrate y se las asesine está justificado porque pedir el divorcio es un pecado. Unos días después el obispo de Albacete defendió estas declaraciones del de Toledo. El Cardenal Cañizares pidió a los católicos la desobediencia de las leyes de igualdad de género porque «la ideología más insidiosa y destructora de la Humanidad de toda la historia es la ideología de género». Hay que recordar que en una de las macro misas que Antonio Rouco Varela organizaba en la Plaza de Colón de Madrid para intentar mostrar la fuerza de las organizaciones más radicales del catolicismo, las que no reconocen los derechos de la mujer, el ex presidente de la Conferencia Episcopal afirmó en una homilía que el papel de las esposas en el matrimonio era el de la sumisión total a sus maridos.
Por otro lado, la Iglesia ha financiado y editado libros en los que se incide en esa inferioridad y en la sumisión de la mujer al hombre. El Arzobispado de Granada editó Cásate y sé sumisa de la italiana Constanza Miriano, un libro que recalca que «ahora es el momento de aprender la obediencia leal y generosa, la sumisión», según palabras de la propia autora. En este libro podemos leer frases como: «La mujer lleva inscrita la obediencia en su interior. El hombre, en cambio, lleva la vocación de la libertad y de la guía»; «Debes someterte a él. Cuando tengáis que elegir entre lo que te gusta a ti y lo que le gusta a él, elige a su favor»; «Pregúntate qué otro podría soportarte […] pregúntate qué otro podría tolerar algunas de tus gravísimas psicopatologías».
Estas declaraciones de los obispos no ayudan en cuestiones tan serias como la violencia machista ya que la propia defensa de que el estado natural de la mujer es su sumisión al hombre es un modo de justificar la violencia ejercida por los hombres sobre las mujeres. En otro orden también es escandaloso es silencio por parte de algunas jerarquías católicas ante los asesinatos machistas, ante los atentados contra los derechos humanos de las mujeres, atentados que en gran parte de las ocasiones se sustentan sobre lo que muchos jerarcas afirman defender.
El Papa Francisco y las mujeres
La elección de Jorge Bergoglio como Papa tras la renuncia de Joseph Aloisius Ratzinger fue una sorpresa para el mundo católico. Sus palabras, sus encíclicas, sus declaraciones hacían presagiar que Francisco tenía la intención de acercar a la Iglesia hacia la realidad de los más necesitados y alejarla del mensaje reaccionario de sus dos antecesores.
En referencia a la mujer Bergoglio siempre ha llamado la atención respecto del escaso papel que tenía en la Iglesia. «No se puede entender una Iglesia sin mujeres […] Creo que todavía no hemos hecho una profunda teología de la mujer en la Iglesia». «Sufro, lo digo de verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas organizaciones eclesiales que la función de servicio de la mujer, que tenemos todos y debemos tener, se transforma en servidumbre». Francisco ha insistido en varias ocasiones en que esa función de servidumbre asignada casi en exclusiva a las mujeres es consecuencia de que aún no se ha comprendido su verdadero rol y ha defendido que ese rol debe ser potenciado. Francisco, además, ha incorporado mujeres en la Comisión Teológica Internacional, en las comisiones que investigan las finanzas vaticanas y en la Comisión Pontificia de Protección de Menores. En un discurso al Pontificio Consejo de Cultura urgió a «estudiar criterios y modalidades nuevas para que las mujeres no se sientan invitadas sino participantes a título pleno en los distintos ámbitos de la vida social y eclesial. Este desafío no se puede retrasar más».
La negativa al acceso de la mujer al sacerdocio
A pesar de este claro espíritu de apertura para dar más importancia a la mujer dentro de la Iglesia, a finales de 2016 el propio Francisco descartó de manera taxativa el estudio del acceso de las mujeres a la ordenación sacerdotal. Fue en el regreso de un viaje a Suecia y dejó muy clara su posición a este respecto: «La última palabra fue clara y la dio san Juan Pablo. Esto permanece».
Fue Karol Wojtyla quien descartó la ordenación de mujeres en su carta «La ordenación sacerdotal» del año 1994. Choca que un Papa como Francisco quiera mantener la decisión de alguien tan reaccionario como el Papa polaco porque en ese documento se dicen cosas como que «la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres […] y debe ser considerado como definitivo para todos los fieles». Si contrastamos este texto de Wojtyla con las palabras de Bergoglio citadas anteriormente la actitud del Papa argentino sorprende mucho más.
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El papel de la mujer en la Iglesia Católica fue, es y seguirá siendo el de ocupar un lugar por debajo del hombre a no ser que las organizaciones cristianas más progresistas den la fuerza al actual Papa para que haga lo que tiene que hacer en lo referido a la igualdad de género plena, una igualdad de la que se habla mucho en los altares pero que no se aplica en el día a día.