La oleada de derechización que hemos venido observando en Europa en los últimos años ha llegado al “Reino de las Españas”, tras la polarización, la radicalización y la politización que en su disputa por los votos del “extremo centro” han desembocado en una lucha despiadada, divididas en tres tendencias que se disputan el territorio y se creen con derecho de propiedad del Estado, como son PP, Cs y Vox, que aparecen claramente sin la máscara democrática como los auténticos herederos del franquismo.
Es importante para la ciudadanía, y sobre todo para la clase trabajadora, comprender de qué estamos hablando, qué naturaleza tienen esos movimientos “neo-nazi-fascistas” y por qué están resurgiendo. Si las direcciones de izquierdas y los trabajadores no tenemos una comprensión clara de lo que esos movimientos ultras significan, será imposible combatirlos, frenarlos y derrotarlos de manera efectiva y democrática.
Es preciso contemplar estos fenómenos desde el ángulo de la estructura de clases de la sociedad capitalista y calibrar la correlación de fuerzas, por lo que la clase trabajadora debemos prepararnos para luchas futuras no muy lejanas, contra esos movimientos que representan los primeros pasos del fascismo en ascenso pues son sumamente peligrosos.
Históricamente vimos cómo el sistema capitalista se desarrolló a partir de la decadencia del feudalismo. Aunque con sus manos manchadas de sangre, fue un sistema progresista que conseguía desarrollar las fuerzas productivas, haciendo avanzar el poder del ser humano sobre la naturaleza, aumentando la técnica y el nivel cultural de la humanidad, aunque de forma muy desigual al polarizar la sociedad creando unas islas de riquezas rodeadas de océanos de pobreza.
Inevitablemente, el capitalismo trajo consigo la concentración de los capitales y la formación de monopolios y trusts empresariales. Con el desarrollo del mercado mundial, que es una de sus funciones histórica, (porque su principal objetivo es el lucro privado), el capitalismo, en determinadas etapas de los Estados nacionales, necesaria e inevitablemente entran en conflictos entre sí, en un intento frenético de disputarse los mercados y al expandirse rápidamente la globalización, se ven abocados a ejercer la violencia represiva y las guerras de rapiñas.
Tanto en las crisis como en los auges, el capitalismo necesita beneficios, anteponiéndolos al bienestar de la persona y reduce a la clase trabajadora a un estado de empobrecimiento brutal. No puede proporcionar ninguna solución definitiva al problema del paro, la vivienda y demás derechos y no garantiza el “Estado de Bienestar”, que algunos dicen defender hipócritamente, porque los archimillonarios arruinan a las clases medias que se encuentran atrapadas entre la presión de la clase obrera, cada vez más explotada y reivindicativa y las multinacionales capitalistas.
Llegado un momento del proceso, para combatir a la clase trabajadora, los capitalistas de cada nación no pueden basarse en las viejas fuerzas de represión encarnadas en el aparato del Estado de forma democrática. Aspiran a una fuerza superior para someter y explotar a las masas. Empiezan a rememorar una Dictadura Militar Policíaca, como la que implantaron los fundadores de esos partidos antes mencionados emplearon, despreciando y negando el relato histórico de los efectos de aquella Dictadura del millón de muertos y los 115.000 fusilados que yacen todavía en las cunetas por mor del Golpista Franco, que algunos siguen y añorando, planteando ahora su familia rendirle pleitesía en la Catedral de la Almudena de Madrid, con la aquiescencia del clero fascista y el repudio de millones de creyentes, agnósticos y ateos que lo consideran una aberración.
Es importante comprender que el fascismo representa y se nutre de un movimiento de la clase media empobrecida y desilusionada y del llamado “lumpenproletariado” al que utilizan como fuerza de choque. Necesitamos entender que a la vez que se radicalizan las derechas, también se produce la radicalización de las izquierdas, a través del llamado “proceso molecular de toma de conciencia de las masas”, que, aunque no es automático ni sincronizado, se dará en su momento porque la clase trabajadora, en tiempos de recesiones largas, expresará sus aspiraciones y sus necesidades, luchando a través de las organizaciones existentes y, si no les sirven, crearán otras más a la izquierda sobre la marcha, porque su condición social crea su conciencia de clase y la miseria, el hambre y la represión son malos consejeros.
La clase media se encuentra a mitad de camino entre los capitalistas y los trabajadores, debido a su posición en la sociedad y se balancea entre las dos clases principales, (el capitalismo y la clase trabajadora), votando una veces a unos partidos y otras a otros. Si pasado un tiempo de crisis no encuentran soluciones a sus problemas, sino que se agravan, una vez someten a prueba a los Partidos de derechas y los Partidos de izquierdas, en última instancia vuelve hacia la clase capitalista y muchos de los burgueses cabreados y radicalizados se convierten en los principales pilares del movimiento fascista, que tiene recursos para comprar voluntades y les promete que amordazando al movimiento obrero, pronto podrán resurgir y vivir de nuevo de la explotación de las masas, continuando sus robos y saqueos, soñando con un Partido Único y propio del “ordeno y mando”.
Los burgueses se enfrentan a la feroz competencia en su disputa por el mercado mundial, cada vez más estrecho, que es incapaz de asegurar su posición de beneficios, mientras que la clase trabajadora empobrecida les reclama subidas de salarios, así que los capitalistas buscan una salida a su situación, provocada por la crisis capitalista, mediante la destrucción de las organizaciones de clase del movimiento de las izquierdas, tanto sindicales como políticas.
Así surge el racismo, la xenofobia, la negra reacción que avanzan con consignas de “Una España Grande otra vez”, “América Primero” de Trump, creciendo los partidos de extrema derecha, como Frente Nacional de Marie Le Pen en Francia, la pro-fascista Liga que forma gobierno con el Movimiento 5 Estrella en Italia, la ultraderecha neofascista triunfa en Suecia a costa de la derrota de la socialdemocracia, ahora en Brasil el candidato Bolsonaro, reaccionario y neofascista obtiene un 46,3% pasando a la segunda vuelta, expresando esa situación una bancarrota del capitalismo y un declive de la socialdemocracia a escala mundial.
Como ese proceso afecta a un país tras otro, los capitalistas que recurren a la organización de movimientos “neo-nazi-fascistas” para aplastar a las organizaciones y partidos de clase, empiezan a coordinarse, financian grupos, fomentan la unidad y como hemos visto a Aznar, llegan a la conclusión de que PP, Cs y Vox, que tienen ideas comunes, como incluso declaró Casado, deben buscar un acercamiento que es lo mismo que resucitar a la CEDA, que aglutinó a todas las derechas en los años 30. Ahí reside la ideología del fascismo actual que buscan desesperadamente a un líder a quien pagar bien, para que les haga el trabajo sucio, como la Banca March y el Gran Capital utilizó a su Dictador Franco.
Las organizaciones de izquierdas tenemos que oponernos a esos elementos antidemocráticos, con la profundización de la democracia, porque una nueva victoria del fascismo conduciría a que el capitalismo financiero coja directamente en sus manos el aparato represor del Estado, aplicando brutalmente desde sus inicios, lo que ya están planteando, empezando por la invasión y el aplastamiento del pueblo de Cataluña, cuando incitan un día sí y otro también a Pedro Sánchez exigiendo que tiene que aplicar el Artículo 155, que ellos saben que sería el primer paso, extendiendo la dinámica del el Estado de Alarma, Excepción y Sitio hasta sus últimas consecuencias represivas.
Si se les dejara, esos elementos proponen tomar en sus manos el control centralizado de la Educación, la Sanidad, los Servicios Sociales y demás derechos de las Comunidades Autónomas, que serían cerradas, como han venido planteando los más carcas y ultras de esos neofascistas violentos. También ilegalizarían o aplastarían a los sindicatos y partidos obreros e incluso querrán darles un “paseo” a los más izquierdosos.
Plantean el aplastamiento total de las fuerzas sociales y ahora con sus campañas mediáticas están llevando a la sociedad a un estado de apatía completa, fomentando el miedo y ensuciando el clima político para que las masas sigan asqueadas y desemboquen en la abstención que beneficia a las derechas, radicalizándolas para provecho propio.
La experiencia histórica junto con algunas personales, los que tuvimos que luchar en la transición contra el franquismo, nos ha hecho comprender que no es posible legislar contra el fascismo desde el punto de vista democrático, si no estamos dispuestos a acabar con el modelo que lo genera, que es el capitalismo. La naturaleza misma del Estado Capitalista nos enseña que el fascismo es el arma desnuda del dominio y la imposición de la clase dominante contra el asalariado.
Es a través de la clase trabajadora organizada y con una política firme y militante de lucha contra el fascismo, como seremos capaces de neutralizar eficazmente la amenaza que esos elementos representan para la paz y el bienestar de la humanidad. En última instancia, debemos tener como objetivo la superación del sistema capitalista, que es el que produce el fascismo, con todos sus horrores y represiones contra la clase trabajadora y los pobres.
La clase trabajadora en su lucha por la democracia nos exige seguir avanzando hacia la transformación socialista de la sociedad, como el único medio de garantizar la derrota decisiva de ese monstruoso sistema que defienden esos “tres lumbreras” que dirigen PP, Cs y Vox, que dejó su profunda huella en el Golpe de Franco y en la II Guerra Mundial, lo que históricamente demuestra que el Capitalismo es horror sin fin y que es incapaz de resolver los problemas sociales y territoriales, sino que los agravan hasta el límite del exterminio de la Humanidad.