Es de los pocos teóricos que militan en el PSOE (o circunvalan al partido sin interés pecuniario) que se ha atrevido a dar el paso de plantear una batalla por la hegemonía cultural en la izquierda. José Andrés Torres Mora defiende con datos, en eso se nota su profesión de sociólogo, y con razones la potencia de la izquierda socialdemócrata (socialista o socioliberal) que encarna un partido como el fundado por Pablo Iglesias. Se ha denunciado desde estas mismas páginas la inexistencia de “intelectuales orgánicos” en el PSOE. Hay buenos tecnócratas, algún que otro analista, pero la carencia de intelectuales, de esos que como Sócrates se enfrenten a la ciudad mediante la deliberación, es palpable sin saberse bien el porqué. Torres Mora, diputado en esta legislatura, intenta poner su piedra para el debate y la deliberación dentro de la izquierda.
¿Por qué calificarlos como un libro fundamental para la militancia del PSOE (e incluso sus votantes)? Porque de su lectura cada cual puede obtener una serie de argumentos contrafácticos frente a la derecha y esa izquierda pura que, como dice el profesor, parece que está siempre enfada con el mundo porque no se ajusta a su visión. Una visión idílica que deja por el camino la visión prometeica en muchas ocasiones, esa visión de progreso y avance dentro de las posibilidades reales. Esa izquierda que hace real el axioma de Lenin “cuanto peor, mejor”, sin pensar que uno de los fundadores, Karl Marx, siempre apostó mediante el materialismo dialéctico en analizar las cosas desde lo que son, no lo que imaginamos que son. Reconoce Torres Mora que eso, en el caso de la izquierda, es más complicado porque “en el ecosistema social de la izquierda, cuando alguien expresas sus dudas, o sus críticas abiertas sobre las políticas de izquierdas, es más frecuente que encuentre apoyos que los disidentes en el ecosistema de la derecha”. La eterna pelea de la izquierda que se divide en busca de la mayor pureza. Lo que no quiere decir que se deba aniquilar toda crítica, pero sí que haya que pensarlo dos veces antes de lanzar el ataque para ver quién puede salir beneficiado.
De resultas de esa reflexión, Torres Mora demuestra con datos en su capítulo 2 que hay personas que son derechas sin saberlo. Personas que se autoubican en la izquierda pero cuyos valores son realmente de derechas. Por suerte para la izquierda no son muchas esas personas, pero haberlas haylas. Aunque no son las que más preocupan al profesor. Más bien su texto se acaba centrando en esa “otra izquierda” que acaba llamando socialfascistas a quienes militan en los partidos socialdemócratas o socialistas. De ahí que la frase que aparece en la propia portada sea un buen resumen de lo que se analiza: “Nunca he creído que haya una izquierda a la izquierda de los socialistas y socialdemócratas, si por estar a la izquierda se entiende unos ideales más exigentes y un mayor compromiso con la libertad, la igualdad y la justicia social”. Y es ahí donde acaba por desenmascarar a la izquierda más pura, comunista o populista.
El izquierdista puro piensa que cualquier política gradualista que lleva a cabo la socialdemocracia no es más que un intento de “prolongar la vigencia del capitalismo y alejar el advenimiento del paraíso socialista”. O lo que es lo mismo, no se agudizan las contradicciones del sistema si los socialdemócratas se empeñan en mejorar la vida de las personas, aunque no sea lo deseado plenamente, parando las desesperación de las personas, el sufrimiento profundo que provocaría la ruptura con el sistema capitalista. Jorge Semprún ya se desternillaba cuando era miembro del Comité Central del PCE y allí se discutía cómo la Huelga General pacífica acabaría con el franquismo, cuando él (siendo Federico Sánchez) veía que no había condiciones objetivas. Alain Badiou, que no gusta mucho a estas nuevas generaciones de comunistas, es claro cuando establece que el sujeto de cambio, o si lo prefieren el sujeto histórico de la revolución, porque como dice Torres Mora todo gira en torno a la revolución, no se puede conocer a priori ya que es el acontecimiento el que acaba generándolo. Todo esto lo analiza el profesor y expone con datos que cuanto peor, menos votan a los puros.
Otra de las armas para conocer a esa izquierda que dice ser más pura supone comprender que el sistema democrático liberal, no siendo el más perfecto, es el que ha posibilitado los mejores años en Europa. Al menos ha permitido la consideración, debate y análisis por cauces no violentos. Bien al contrario lo ha hecho por cauces políticos, unos cauces que parecen no gustar a los populistas por representar la antipolítica. “Para el populista todo es insuficiente, todo es demasiado premioso, todo es demasiado complicado” dice Torres Mora en defensa de lo político como deliberación. Porque, y es algo a tener muy en cuenta, la derecha tal vez pueda permitirse ser no democrática, pero la izquierda no puede si no quiere dejar de ser la izquierda. Y la antipolítica no genera más democracia sino otras cosas como la tecnocracia o la meritocracia. Algo en lo que acaban entroncando con los valores capitalistas. Al final las vanguardias pueden tornar en oligarquías o castas.
Importante para el debate dentro del socialismo es la defensa que hace Torres Mora no sólo de la política y la democracia sino de la libertad. Toma el muy republicano uso de la “libertad como no dominación” que puso en boga no hace mucho Philip Petit. Frente a la libertad negativa de la derecha, nada mejor que defender el libertarismo socialista que enlaza perfectamente con el ideal de igualdad, que no igualitarismo, y con la fraternidad o justicia social. Mientras otras personas se empeñan en hablar y hablar de igualdad y justicia, Torres Mora señala la dirección clara del elemento fundamental de la matriz ideológica del socialismo: la libertad. No era otra cosa lo que pretendía Marx cuando pedía una democracia radical y la libertad de las personas para ser lo que deseasen ser. El problema, como indica en parte el profesor, es que la derecha se ha apropiado del término libertad cuando lo que realmente están abrazando es la justificación de la explotación y la alienación social. Cuando hablan de igualdad de oportunidades saben perfectamente que quedan personas excluidas que deben aceptar ese destino fatal de sumisión. Por ello la libertad como no dominación es la clave de bóveda del sistema de pensamiento socialista.
Un libro que debería ser manual para la pelea cotidiana de la militancia socialista y de todas aquellas personas que se encuentran cercanas a esos postulados. Un libro pragmático y ajustado a los tiempos que está tocando vivir, no a otros tiempos antiguos o paradisíacos. Algo que alguien como Slavoj Zizek comparte totalmente. No encontraran una palingenesia de cuestiones antiguas, aunque lo antiguo que es el pensamiento socialista está en cada una de las letras que ha ido juntado el profesor Torres Mora. Y nada mejor para concluir que una frase que ejemplifica bien lo que es la socialdemocracia en estos tiempos revueltos: “Si las grandes palabras no pueden declinarse en la vida de cada ser humano, esas grandes palabras son un timo, un verdadero fraude”.