Circula como la pólvora estos días un vídeo por todas las redes sociales que ha generado cierta polémica. Aplaudido por la mayoría –aunque ahora renieguen de ello-, el vídeo hace una exposición de motivos que para sesudas mentes de no es más que muestra de fascismo, de falangismo, de populismo o de cualquier mal que se le aparezca por el camino. Ha dado para analizar el contenido global, las frases, la no superioridad moral del pueblo, la espera de un dictador y mil cosas más, pero nadie, nadie en realidad, se ha preguntado por el factor clave ¿por qué el vídeo ha calado entre tantas personas de distintas afinidades políticas e ideológicas?
Lo que se muestra en el vídeo no es más que un mitologema muy bien trabajado de algo que está en el inconsciente colectivo de manera arquetípica. ¿Qué es un mitologema? «Un conjunto de representaciones, no tanto manifestadas en conceptos cuanto en imágenes y símbolos, ni ordenadas sistemáticamente, sino confundidas y amalgamadas en un todo, y susceptibles de modificaciones (pudiendo añadir o marginar representaciones) mientras se conserve el núcleo.» (Manuel García Pelayo, Los mitos políticos, Alianza Editorial). Sesudos opinadores les habrán dicho que el discurso no tiene ligazón alguna, que se superponen imágenes al albur de ciertos sucesos y que descansa en cierta pretensión de superioridad moral del pueblo frente a los de arriba. Cierto, eso hace y por ello está utilizando un mitologema. Y para que ese mitologema funcione debe haber algún arquetipo en el inconsciente colectivo que se active al escuchar ese relato.
Algunos, como pueden ver en el mensaje de arriba, han pretendido ver en el video un mensaje reaccionario tal y como explicaba hace tiempo Clifford Geertz (igual porque sabía que los sistemas de significados están mitológicamente mediados). Sí es un mensaje reaccionario, tanto como populista, tanto como demagógico, tanto como lo que ustedes quieran pensar. Pero ese análisis no explica por qué triunfa el vídeo. Como no lo hace el análisis de Pedro Vallín situando al pueblo en un nivel de ignorancia y carencia de ética como la clase política. Que viene a ser un sentido pesimista de “todos somos una mierda”. Nadie se ha dignado en analizar el contexto, la situación para que la viralización funcione y se haya visto ese vídeo tanto en foros de izquierdas como en foros de derechas con algarabía. ¿España está todavía trufada de franquismo sociológico como han dicho por ahí para que triunfe un vídeo reaccionario? No. Esa cuestión se debatió hace años cuando Felipe González era un líder carismático (de verdad, no los mercachifles actuales) y se decía que se había cambiado el “Franco, Franco, Franco” por el “Felipe, Felipe, Felipe”, pero hoy en día ni está, ni se espera un “capitán”.
Quienes han hecho el vídeo, no hay que culpar a Tatiana Ballesteros solamente, saben perfectamente lo que viene pasando y el sentimiento que existe en la población. No sólo en España, sino que es algo mucho más extendido por Europa. Lo tienen estudiado (podrían aprender algo el camarlengo monclovita, el comunicólogo progre que pierde elecciones a mansalva y unos cuantos más), saben que existe un momento de crisis y desazón entre las personas, saben que hay ciertos símbolos (pues han sido creados por las propias élites para legitimar su errático actuar) con los que se pueden manejar, saben todo eso pero… no tienen forma de articularlo. El vídeo se ha viralizado pero ¿existe un acontecimiento que permita la práctica?
En España hay partidos de izquierdas que han abandonado a la clase trabajadora, a las clases populares por decirlo en sentido amplio, para centrarse en cosas de minorías minoritarias, en postmoderneces, en cosas de políticos, en batallas espectaculares, en resiliencias, en políticas públicas ineficaces o insuficientes, en cosas muy alejadas de las necesidades reales. Algo tan básico como los pilares de la pirámide de Maslow. La derecha, además de la ineficacia política para todo el mundo y las batallas de políticos, ha aceptado el capitalismo globalizado y sin fronteras que destruye todo a su paso, ha dejado atrás el nacionalismo primigenio y ahora es tan global e internacionalista como era en su momento la izquierda. Se están separando de las gentes a las que gobiernan al igual que las élites globales se han secesionado de las sociedades (como bien explica Christophe Guilluy en No Society). En España puede causar más sorpresa porque parecía que se mantenía una especie de aislamiento en esta cuestión que es patente en el resto de occidente, pero desde hace unos años se observa la entrada en la globalidad.
Ya se advirtió en Diario 16 que la clase política estaba abandonando al pueblo, a los españoles para centrarse en sus cosas de políticos y de clase dominante. Una desafección que está en el núcleo de la viralización de un vídeo que se cataloga como fascista. Centrados en el mundo de las redes sociales (donde no están todas las personas, quedan muchas por fuera), en el mundo de los medios de comunicación, en el mundo de las ideas de las élites globales, se olvidan de lo que sienten por abajo, de las necesidades reales de las personas, de los problemas acuciantes. Son elites urbanitas globalizadas que tienen a bien utilizar a este o aquel grupo para teatralizar una demanda inexistente pero que al día siguiente, cuando no mira ya nadie, lo tiran al estercolero. Cuando el vídeo hace referencia a la simbolización del personal sanitario al que ahora se tiene medio olvidado no juega con algo que carezca de relación material, existe ese problema y el símbolo no lo han creado abajo sino arriba. Quien piense que ese arriba-abajo no opera en la práctica política y en la mente de la clase política es que no sabe lo que se cuece. Incluso los periodistas, especialmente los más mediáticos, son parte de esa escisión.
El vídeo puede ser reaccionario en su planteamiento pero no habla sin una base material clara, no habla fuera de contexto, no utiliza un mitologema que no esté ya en el inconsciente colectivo afincado. Que detrás estén reaccionarios no impide ver que existe un mucho de “verdad” en lo que dicen, por eso se extendió como la pólvora. Supo colarse “por la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales” que diría Joseph Campbell (Las máscaras del héroe). No le ha costado años y millones de dólares en publicidad como ha tenido que gastar Coca-Cola porque esa puerta la ha dejado abierta la clase dominante. El ser humano es un “ser simbólico” (Ernst Cassirer) y por ello los comunicólogos intentan jugar con símbolos o fabricarlos a ver si cuelan, pero sin base material, ni historicidad sólo queda en mero recurso-espectáculo. Si el vídeo ha triunfado no basta con decir que es reaccionario, populista o del moco verde, más bien hay que lamentarse de que haya triunfado. No lo harán porque sería descubrir una verdad molesta a la clase dominante.