Para despedir un año, perdonen la expresión, de mierda nada mejor que hacerlo con una lista. Durante las últimas semanas, para gozo y júbilo de las empresas editoriales, se han venido ofreciendo listas sobre los mejores libros del año en todas las categorías imaginables (aunque en ensayo se coloca casi cualquier cosa que tenga que ver con la actualidad sin importar que el escritor/a sea un/a mastuerzo/a absoluto/a). Para llevar la contraria lo mejor es ofrecer una lista con los peores libros del año, esos que son un engaño a la inteligencia y al bolsillo. Libros infumables que no deberían haberse posado en los estantes de las librerías cuando menos por prudencia. Pero el negocio es así. Se encumbra a cualquiera para contar obviedades, sus “pajas mentales” o se vive del cuento, nunca mejor dicho, de un buen libro pasado.
Para la lista hemos tomado impresiones de algunos libros donde los lectores exponen sus opiniones (sitios de cierta solvencia, entiéndase), a consejos de conocidos, a lecturas propias y algún vistazo a la crítica de pago (aunque al ser de pago suelen exponer pocas críticas). Se excluyen de esta lista géneros como la autoayuda, la psicología de andar por casa, el liderazgo en distintas variantes, el emprendimiento y demás magufadas que tienen su público pero que carecen de una calidad mínima. Excluidos también los libros autopublicados (si ninguna editorial lo publica por algo será) o los de editoriales que cobran por publicar (se puede aplicar el mismo criterio de antes). Salvo rarísimas excepciones no se encuentra ninguno con calidad mínima. Por tanto los libros que verán a continuación son libros de grandes editoriales que cuelan mucha morralla sin tener en cuenta la calidad mínima que debe tener un texto. Curiosamente el sentido de la calidad se cuida más en las pequeñas y medianas editoriales y por ello no verán casi ningún texto de ellas.
Por último, los libros están colocados sin ningún orden de prevalencia. De forma aleatoria sin más. Ya es sangrante aparecer en una lista como libro malo como para efectuar, además, una especie de ranking. Cada cual, si es que ha cometido el error de leer alguno de los publicados, sabrá colocar más abajo o más arriba ese texto. Como pueden suponer es una lista subjetiva en la que caben las fobias propias, pero también en las demás los mandarines de la cultura colocan aquellas obras de editoriales “amigas” y se lo callan. Sin más, ahí tienen los peores libros del año 2020.
Máximo Pradera, El hombre que fue Sherlock Holmes, Almuzara. “Un festín metaliterario muy bien servido” dice la editorial para vender un libro que, además, se ha llevado un premio. Es tan metaliterario que están por encima de la literatura, es más que literatura, es un nuevo arte que aún no tiene catalogación (en Zenda dicen que basura, pero tampoco son muy de fiar) y se espera que no la tenga nunca para no cometer un crimen como este. La gracia que pueda tener en sus otras ocupaciones, si es que la tiene, desde luego no le ha servido para este libro. Un intento de estirar el mundo creado por Arthur Conan Doyle que se ha quedado a las puertas. Una pena que esas puertas no hayan sido las del vacío.
Don DeLillo, El silencio, Seix Barral. Este texto ya lo catalogamos no hace mucho como un verdadero truño. Un engaño editorial que fue vendido como obra maestra y en realidad no vale ni el papel en el que está impreso. El autor puede haber escrito buenos libros pero en este intenta engañar a las personas. Lo habrán visto en listas de los mejores pero no se fíen es por una cuestión tan prosaica como los intereses económicos de los mandarines.
Sara Mesa, Un amor, Anagrama. Esta novela la habrán visto en alguna lista como ganadora del “premio” a mejor novela del año. No hay nada mejor que tener “buenos padrinos” porque quienes han leído la obra hablan y no paran de un texto menor, bastante aburrida, sin sustancia… La mujer vende mucho y todavía hay personas que no se explican el porqué. “Una escritura desnuda y fría, repleta de imágenes poderosas que desasosiegan” ha dicho la crítica y es verdad pero en el sentido malo.
Arturo Pérez Reverte, Línea de fuego, Alfaguara. En este caso el libro cae en esta lista no porque esté mal escrito o porque no sepa desarrollar argumentos o los personajes carezcan de vida (por esto un poco sí), sino por pretencioso: el libro y el autor. Aunque parezca que no, Pérez Reverte es un doctrinario escondido. No hay libro suyo con el que no esté moralizando, adoctrinando o generando mitologemas para su causa (¿de la tercera España o del tradicionalismo?) y este es uno más. Como además suele ser bastante prepotente pues con más razón para estar aquí.
Edu Galán, El síndrome Woody Allen, Debate. Otro que suele adoctrinar, en este caso en las tesis buenistas (por Gustavo Bueno), y que utiliza el libro para ajustar cuentas con el izquierdismo identitario, aunque en realidad acaba metiendo a toda la izquierda que no piensa como él (¿pensará en Armesilla o como es buenista le salva?). El libro mantiene una serie de tesis, de carácter intelectualoide, que para los legos pueden resultar curiosas pero que, en realidad, ya habían sido explicadas por Gustave Le Bon (siglo XIX), Elias Canetti o Hannah Arendt, por citar a unos pocos. En realidad cualquier que hay leído algo sobre la psicología de masas o los movimientos de masas al leer el libro se preguntará ¿y qué? Moralizante y doctrinario (y con una bibliografía que deja en claro muchas cosas… malas evidentemente). Por cierto ahora se hace el mártir de la libertad de expresión y no cuenta la verdad: le han condenado no por la burla sino por utilizar la imagen de otra persona para hacerse publicidad (a pasar por caja).
Daniel Bernabé, La distancia del presente, Akal. El profeta de la izquierda ha vuelto y como ocurrió en su anterior obra nos suelta su visión de las cosas sin pararse a analizar en profundidad las cosas. Si en su libro sobre la diversidad no supo ver que es inmanente al liberalismo (clásico si lo prefieren) la diversidad y no es una conspiración mundial. Ahora la última década se ha perdido para la transformación social por culpa del neoliberalismo (otra vez) y la falta de una izquierda de verdad (aunque haga migas con el mundo morado tras negarles como san Pedro). Hay que seguir sus enseñanzas para lograr que la teleología pueda cumplirse. Otro “modernillo”, que se decía en mi época, que con cuatro artículos de periódico y dos de revista nos ofrece un análisis del mundo único y verdadero. Algún día, si hay ganas, igual habría que sacar un artículo desmontando epistemológicamente la mayoría de argumentos, pero mientras tanto dejémosle que siga pontificando.
Albert Rivera, Un ciudadano libre, Espasa. Este libro no sólo debía estar aquí por el personaje (gran culpable de lo malo que pasa en España en estos tiempos), sino porque no cuenta ni una sola verdad en todo el mamotreto que ha facturado. Tampoco ha vendido mucho, lo que indica que los españoles son inteligentes. No por ello debe faltar entre los peores libros del año. Hay libros como el de Federico Jiménez Losantos que deberían estar en esta lista pero nos dan tanta alergia su visualización que esperamos entiendan que no pongamos ni fotografía del mismo. A esto súmenles todos los de la pandemia, pero como ya fueron analizados tan sólo les dejamos el enlace. A ver si el año que viene hay suerte y los libros mejoran.