La prensa siempre está buscando al más grande de cualquier deporte. Parece que siempre debe haber uno más que los demás. Especialmente, en España, lo buscan desde esa parte que todo el mundo conoce y que podría catalogarse también como “los tontos las Champions”. Si no se tienen Champions o Copas de Europa, que es como se llamaba antes, el jugador de fútbol parece que ya no sea bueno, no trascienda lo meramente futbolístico o verle jugar no sea un placer para los ojos. Mágico González, por ejemplo, o Sócrates jamás serán grandes porque no tienen Champions, pero el sexto suplente de cualquier equipo que la haya ganado será la leche. Más si es de cierto equipo.
Pelé nunca ganó la Champions. También es cierto que no se la hubiesen dejado ganar, salvo que hubiese jugado donde todos ustedes suponen. Sí ganó la Libertadores, ni se sabe los campeonatos brasileños y tres mundiales. Estos últimos deben ser caquita porque sólo los destacan para meterse con Messi o Maradona. Porque a Maradona le han utilizado toda la vida contra Pelé. Curiosamente queda para la historia que ningún equipo ha jugado como el “Brasil del 70”. En ese Brasil estaba Pelé, pero eso no cuenta para “los tontos las Champions”.
Pelé ha sido el jugador de fútbol que ha trascendido más allá del propio juego. Si, en los años 1960s, la gente recorría cientos de kilómetros para ver jugar al Santos de Pelé (con aquellas carreteras y aquellos coches imaginen el suplicio), en los 1970s, en un país como EEUU, se llenaban los estadios para ver al Cosmos de Pelé. Por no hablar de todos los contratos publicitarios que firmaba. De pagarse en aquellos años lo que hoy se paga, Pelé habría ganado diez veces más que Messi, Neymar o Ronaldo.
Tampoco han logrado ciertos jugadores meter una chilena a la Alemania nazi. Vale, fue en una película y con Stallone de portero, pero es una imagen mítica que sólo quedaba reservada para los genios. Por si les quedan dudas de su grandeza y les cuentan que si no jugó en Europa, que si esto o que si lo otro, enfrentarse a los carniceros de Estudiantes de la Plata en competiciones sudamericanas computa como 1.000 partidos de cualquier jugador con ínfulas de la actualidad. En una época donde las entradas eran al tobillo, a la tibia o a la rodilla con los tacos de hierro por delante, este señor los evitaba, los regateaba y metía hasta 1.000 goles.
Aquí una muestra de un jugador que nunca ganó la Champions.