Mi infancia transcurrió respirando el perfume de una Madreselva, sembrada y cuidada por mi Madre. Alimentó mi sensibilidad por la naturaleza. Una noche pregunté a ella si era necesario incendiar el cerro como una plegaria a San Juan. Me contestó, sin mediar silencio alguno: “esas llamas, con el viento, extienden las cenizas y cubren el cielo, pues el primer efecto dañino recae en los ojos”. Con el tiempo estas percepciones ayudaron a entender que es mucho mejor sembrar flores, sin descuidar la producción de alimentos. Las flores siempre han servido para buscar y lograr armisticios.
El mercado de flores representa uno de los negocios más grande del mundo. En los países tanto desarrollados como en desarrollo, el valor estimado a nivel global supera 100.000 millones de euros al año. En varios países latinoamericanos, las flores están conquistando terreno. Colombia, es el mayor productor después de Holanda, según su ministerio del ambiente.
En la década de los ochenta, huyendo de la violencia en Colombia, un empresario alemán con experiencia en floricultura llegó al Perú, y se instaló en Caraz, capital del Callejón de Huaylas, región de nevados y lagunas, con tradición cultural y generosa gastronomía.
Pero se encontró con la barbarie de Sendero Luminoso, que amenazó de muerte a este visionario germano, cuyo delito fue mejorar las condiciones de vida de más de dos mil mujeres, que disponían de cunas y escuelas para los niños y la Municipalidad Provincial recibía crecientes impuestos. Su negocio de exportación de claveles a Miami, provocó la crítica de los hombres y de una clase media enferma de pasado, que sintieron el efecto de la liberación de sus mujeres asalariadas.
Las flores también han servido de pretexto para generar conflictos. Nuestra historia de amor con las rosas es larga. Los romanos la consideraban como el símbolo de Venus, la diosa del amor. Se han lidiado guerras en su nombre y Shakespeare les dedicó sonetos: “Dios nos dio la memoria para que pudiéramos tener rosas en diciembre»
A las personas que fascina vivir acompañados de las flores cortadas, las quieren todo el año y por precios más bajos. Es por ello que cada vez más provienen de lugares en los que el sol rara vez se oculta.
Holanda lidera el mercado mundial de flores. Los tulipanes y lirios encabezan la lista. Siete millones de tulipanes se subastan cada día en el mercado de holandés.
En Colombia, la rosa es la flor más vendida para la exportación pero, a diferencia de otros lugares, las flores exóticas son una porción importante de la oferta.
En Ecuador, las rosas son de lejos las líderes y unas 60 variedades se cultivan para la exportación. En estos últimos años, el negocio se amplía a obsequiar una bella canasta de frutas. Las flores liman algunas de las asperezas de la vida y la hacen mucho más agradable para mucha gente. También mantienen a mucha gente, en muchos lugares del mundo.
Hasta países que nunca las habían cultivado comercialmente se han convertido en líderes en el mercado. Kenia, por ejemplo, en cuyas plantaciones trabaja gente que jamás había visto una rosa, logró en 30 años llegar a disputarle el tercer lugar entre los mayores productores de flores del mundo a Ecuador.
Además de Colombia y Ecuador, en Latinoamérica, Costa Rica y México han emergido recientemente como productores y exportadores globales.
Historia de la Madreselva. La Estación Biológica Madre Selva (3,37’2 «S, 72,14’8» W) es la primera y más desarrollada de las estaciones de campo del Proyecto Amazonas, y tiene la capacidad de albergar a los grupos más grandes. Fundada en 1994, Madre Selva protege 192 hectáreas de terreno. A través de un acuerdo con la vecina comunidad indígena Yagua de Comandancia, el Proyecto Amazonas maneja un área adicional de tierra comunitaria de aproximadamente 400 hectáreas para uso de investigadores y otros usuarios de la estación.
En Caraz, Isaías Zavaleta Figueroa, junto con el poeta Hernán Osorio Herrera, hizo periodismo y veladas literarias en Radio Claridad, una sonora muy apreciada por la ciudadanía, modelo de comunicación sustentada en la ética, las buenas costumbres y la solidaridad puesta a prueba. Muchas veces escuché poesías, canciones dedicadas a las madreselvas, las rosas y claveles.
Aún queda en pie la casa del escritor Isaías, conocedor de la resistencia de materiales y de la energía solar, construyó una cálida vivienda que soportó el infausto terremoto del 70 y que sirvió de breve refugio para los vecinos. Queda también aquel intenso perfume de las enredaderas de Madre Selva, de claveles y jazmines que sembró y cuidó Elena, su compañera eterna. Elena, la mayor de nueve hermanos, fue hija de Porfiria y Víctor Alegre, un juez probo, reconocido por los pobladores de Huaylas, especialmente por los campesinos, por la justa distribución de las aguas, sorteando la presión de gamonales.
En la ciudad de Caraz, se cultiva más de 50 variedades de flores todos los días del año. En la actualidad existen alrededor de cuatro mil pequeños productores, quienes todos los miércoles participan en una feria que se realiza en el coliseo multiusos de esa ciudad.
En mi infancia escuché de las mujeres que cultivan flores la siguiente leyenda: en las riberas del río Santa, vivía una linda mujer, de pelo muy largo, llamada Anahí. Durante todo el día, mientras limpiaba, deleitaba a toda la gente de su comunidad, camino a la laguna de Parón. Esta historia toma nombres distintos según el pueblo que cultiva madreselva.
Llegaron los invasores, atrevidos y aguerridos seres que arrasaron las comunidades y les arrebataron las tierras, sus ídolos y su libertad. Simón Bolívar, en su campaña libertadora, descansó en Caraz, y quedó impresionado de la belleza femenina. De allí surge una literatura picaresca de la conducta de Bolívar, como la tradición de “Las tres etc”, pero que no tiene ninguna relación con la historia de los comuneros nativos.
Anahí fue llevada cautiva. Paso muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que una tarde logró escaparse. Mientras corría, se le enganchó el pelo en un árbol. Este percance ayudó a los invasores a poder atraparla. Como castigo por haber escapado, la ataron a un árbol y encendieron una hoguera. Ella sin murmurar palabra, sufría en silencio. Cuando el fuego comenzó a subir, su pelo se fue convirtiendo en una enredadera de pelos, un asombroso milagro.
Al amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de una hermosa enredadera de flores blancas y hermosas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
La “madreselva” más conocida, es una enredadera de la familia de las Caprifoliáceas cuyo nombre técnico es Lonicera japónica.
Las “madreselvas” en general son enredaderas de rápido crecimiento. Todas florecen en primavera y verano con delicado perfume y son de vigor medio, aptas para cubrir una pérgola (recordar que no pierden su follaje en invierno) o cubrir una pared. Antes de que empiece el verano 2017, en Emmitsburg, junto con July y Bob hemos sembrado una MadreSelva, que ya empezó a florear y brotar un tenue perfume, como la Madre Selva de mi infancia.
Fuentes de consulta:
Lienzo de July Balarezo
Holanda, Turismo, 2017. Historia y mercado de flores.
Madreselvas en flor que trepándose van/es su abrazo tenaz y dulzón como aquél/si todos los años tus flores renacen/ Hace que no muera mi primer amor. Tango de Gardel. https://youtu.be/gQIrPaWav2Y
Isaías Zavaleta Figueroa, Poemas.
Revista Agro, Banco Agrario del Perú, 1987, colaboración de Mario Vargas Llosa. Coeditor Jorge Zavaleta Alegre, con pseudónimo de Jorge Arturo Alegre.
Para July Zavaleta – Roberto Camerieri, Emmitsburg. Hélida Zavaleta-Adolfo Céspedes. Rosita Zavaleta – Lolo Castillo, Trujillo-Perú, 2017.