La ciudadanía española, en su gran mayoría, se ha quedado espeluznada al escuchar a Marta Rovira afirmar que el Gobierno del PP tenía preparados tanques y que no tendrían reparos en llenar de muerte las calles catalanas. Rovira, que aspira a ser Presidenta de la Generalitat por ERC, sólo estaba recurriendo a un mecanismo de movilización política, la victimización. Que sea una salvajada lo dicho no quita sentido a sus palabras, al menos para su público, o el público al que quiere llegar. Victimizar para crear un sujeto histórico de cambio.
Tras quebrar, como los propios secesionistas han reconocido, el relato independentista de una Utopía Catalana de vida buena y feliz, hay que recomponer el discurso. Y han decidido derivarlo por el camino de la victimización, negando en sí la política. Siempre han utilizado ese cierto victimismo, como Madrid ens roba, pero en cuestiones solamente financieras. Había que seguir sumando ese 3% a las arcas y los bolsillos de la élite política. Al trasladarlo a todo el movimiento independentista, aun a riesgo de crear un absurdo, lo que pretendía era crear un nuevo sujeto colectivo. Al mermar el sentido nacional en sí, por el fracaso de la independencia no madura, se le suma a la nación la cuestión de víctima histórica y presente.
Todo nacionalismo secesionista siempre tiene un punto victimista, como se ha dicho, en especial en el comienzo de la formación nacional (perder la guerra de sucesión, por ejemplo), pero el sujeto nacional se alimenta de mitologemas, de cultura común, de hechos políticos (aunque falseados posiblemente) concretos, de un relato nacionalista. Ahora, frente al engaño que han cometido con la nación, deben victimizar al sujeto histórico para seguir manteniendo la argamasa cohesionadora. ¿Por qué? Porque las víctimas, al contrario que el ciudadano en sí, siempre tiene razón (o siempre debe tenerla). Es víctima, no victimario, y por ello es el oprimido, el vejado, el pueblo sometido, etcétera.
La víctima debe tener una satisfacción por parte del victimario o de la universalidad. No hay diálogo, ni reflexión, sólo compensación. La víctima no tiene culpa y sí derecho a resarcirse. Por tanto, en el imaginario de los dirigentes de ERC recrear su sujeto secesionista como víctima provoca que el derecho, que ya podía estar antes ahí por una cuestión lógica, torne en obligación. En resarcimiento del mal sufrido. Pero este tipo de estratagema tiene varios peligros políticos.
Uno, es la negación de la política en sí misma. Frente a una víctima no hay reflexión, ni diálogo posible, sólo comprensión. Y se puede comprender a la víctima, e incluso al nacionalista, pero mientras que con éste se puede dialogar y consensuar, con la víctima se niega cualquier capacidad. Tiene razón por víctima. De esta forma cualquier posible entendimiento se niega. Como víctima no hay política posible. Sólo restitución. No es por tanto tan absurdo el reclamo de Rovira. Si niegan la política alcanzarán la independencia como víctimas.
Otro aspecto negativo es que considerar al sujeto como víctima niega su capacidad ciudadana. La víctima tiene derecho a restitución, pero mientras siga siendo víctima está a expensas de otros que son los que la defienden. Cede su poder a otro para que lo gestione en busca de esa restitución. La víctima se separa de la política a la espera de que la vuelvan a reconocer como ciudadana plena. Se genera una especie de infantilismo cívico en la víctima, a la que se niega capacidad de actuación más allá de su lucha contra el victimario. Es la nada política. No tiene capacidad de debate porque es víctima. Y las cuestiones de no-víctima no la vinculan.
Por tanto, ERC y Rovira con su intento de victimización de la nación catalana, por tanto, niegan capacidad ciudadana a sus propias gentes. Sólo ellos, como representantes de la víctima, están posibilitados para la representación de la esa nación-víctima. Se quitan de encima, como ya había hecho por otros procedimientos, a la gran masa de ciudadanos independentistas. Ahora son víctimas y sus “abogados” son los únicos capaces de gestionar su mala vida. Niegan posibilidad política a la ciudadanía que han transformado en víctima. Eso sí, habrán de actuar sin pensar al llamado de esos “abogados”. De formar irreflexiva e implacable. Es una forma de generar antagonismo, sólo que esta vez la nación catalana queda en la nada política.
Se relativiza a las víctimas reales mediante este procedimiento que ya ha sido utilizado por otros grupos políticos. El PSOE durante sus últimas primarias, donde se vio ya la irreflexividad de la masa durante su apoyo a Sánchez. Se negaba a los supuestos victimarios capacidad alguna para intervenir políticamente. Realmente a cualquiera que divergiera de lo que proponía la víctima. De ahí que quedase un debate sin cerrar mediante una reflexión y diálogo. Por suerte eso ha pasado a mejor día y la Ejecutiva a sabido reconducir la situación por el camino del diálogo. Lo mismo hace, de vez en cuando, Podemos que victimiza a la sociedad, especialmente cuando ataca al PP, o a la casta. Aunque ya cada vez menos.
La víctimas, las que realmente son víctimas, claro que pueden ser sujeto político, pero sólo mientras luchan por la restitución de su vida anterior. Victimizar por victimizar sólo puede conllevar una negación de la política y del proceso de transformación social. El político que representa a la víctima sólo es su portavoz, por lo que no va más allá de los derechos de su representada. Sin embargo, la política no necesita representantes de víctimas, sino construcción de sujetos históricos de transformación del sistema. La víctima no transforma, el ciudadano sí.