El pasado viernes el barco de Proactiva Open Arms realizó en alta mar un rescate a unas cincuenta millas náuticas al noroeste de Trípoli, Libia. Según ha confirmado la propia ONG, durante la operación se unió a ellos una patrullera libia que, sin previo aviso, abandonó el lugar. Open Arms intentó ponerse en contacto con las autoridades del país norteafricano sin obtener respuesta, lo mismo que ha ocurrido con Francia, Italia o Túnez. Por su parte, el gobierno de Malta denegó el desembarco en sus costas.
El barco de Open Arms mantiene a bordo a más de trescientas personas entre las que se encuentra un bebé recién nacido y varias mujeres embarazadas.
La ONG anunció el pasado mes de noviembre su regreso al Mediterráneo por la inacción manifiesta de la Unión Europea a la hora de buscar soluciones para la actual crisis migratoria que está dejando miles de muertos en el mar. Ante esta situación, los riesgos que se asumen por la deriva xenófoba de Italia y Malta al denegar puertos seguros, Open Arms volvió al mar y en sólo 24 horas se encontró con las tres embarcaciones de goma en las que viajaban los trescientos migrantes.
Ante la falta de respuesta de Libia, Francia, Italia, Túnez y la negativa de Malta, Open Arms ha contactado con Salvamento Marítimo y el gobierno ha autorizado al barco a que se desplace a aguas territoriales españolas.
En el Mediterráneo no hay Navidad, no hay alegría, no hay turrón, nadie descorcha champán. Sólo hay esperanzas montadas en lanchas de la muerte que caerán al fondo del mar. Los hombres y mujeres siguen subiéndose a embarcaciones de goma para intentar alcanzar las costas europeas en busca de un futuro. Sin embargo, la xenofobia está ganando terreno a la humanidad y está creando naciones indignas que degeneran los valores democráticos que dicen defender. Han tenido que ser las organizaciones de la sociedad civil las que mantengan la dignidad para evitar que los seres humanos se conviertan en náufragos que, según la expresión de Manuel Domínguez Moreno, no tienen puerto.