La canción “Antes de entrar deben salir” la conocen todos los aficionados rojiblancos que llevan viendo la serie Canción triste de Cerezo y Gil desde hace décadas (vale, el chiste es malo y viejuno). No hace falta que los amanuenses de la dirigencia del Atlético de Madrid lo recuerden todos los días, entre otras cosas porque el personal se acaba calentando, en especial los abonados que ya han soltado los dineros por delante antes de que se sepa cómo va a ser la plantilla del primer equipo.
Como se comentó ayer en el programa de Twitch de Rubén Uría (tuvo el placer quien esto escribe de estar junto a personas serias y de mente estable como @doniphon62, @EduardoDeAtleti y @kosecki_navarro), esto puede provocar una escandalera contra el Cholo Simeone al comienzo de la temporada o, incluso, que por fin los pitos contra el palco no sean acallados por quienes todos saben. Y todo porque se han dedicado a promover la ilusión (¿para pasar los abonos y que nadie se diese de baja?) tras una temporada mala —mala por no competir, que luego aparecen los que dicen que si la estadística tal y cual dice que ha sido buena— para ¿volver a las andadas?
Está muy bien que Miguel Ángel Gil —Enrique Cerezo solo es el relaciones públicas y consigliere de la familia Gil— haya dado el paso de construir una ciudad deportiva, un campo para los filiales y el femenino, un centro acuático y demás cuestiones deportivas, además de la playa de olas, el campo de golf y la universidad. Le conviene a él y al Ayuntamiento de José Luis Martínez Almeida (“Dame la manita Pepe Luis”, otra cosa viejuna sí), al segundo para dar dotaciones al barrio sin poner un euro y al primero para poder aumentar el valor de la sociedad para poder venderla a mayor precio. Es algo bueno que quedará ahí para el club, aunque sobrevuelen sospechas por las trapicherías cometidas durante años.
El problema es que por mucho que se quiera vestir al asno con ropajes de caballo, asno es. ¿Qué quiere decir esto? Que sin una plantilla competitiva, sin jugadores con cierto carácter y calidad, todo lo demás es inservible. Desde hace dos años se viene viendo que los jugadores no daban para más. Bien por acomodación, bien por carencias futbolísticas, bien por inacción del entrenador. El año pasado ver jugar al Atlético de Madrid era para querer sacarse los ojos, especialmente fuera de casa. Y lo que parece solo deportivo, siendo lo fundamental, también tiene su aspecto económico. Sin jugadores que destaquen y que marquen un estilo, la venta será peor, la publicidad será menor, los contratos comerciales se complicarán, no se quitarán de encima a Nike (algo necesario por sus camisetas horrendas) y los aficionados se darán de baja.
Hoy se puede vender la sociedad porque hay casi sesenta mil locos abonados; mañana igual solo son treinta mil por una temporada ruinosa y eso baja el precio y el prestigio. ¿Por qué cuesta fichar jugadores de cierta calidad? Ya que sueldos altos no se pueden pagar, podrían venir por prestigio, ese que se ha perdido en todo el mundo. Por mucho que se haya llegado a cuartos de final de Champions, la imagen que queda es deprimente y mala, por segunda temporada consecutiva. Este año se anunció una revolución, aquí Uría se juega que le menten los ancestros, que parece no va a ser nada.
Sin inversión no hay retorno, lo saben en cualquier escuela de negocio, y Gil lleva demasiado tiempo sin inversión. Y si ahora toca poner demasiado dinero es porque antes se lo echaron a la buchaca. Con que se hubiera gastado poco a poco y bien, hoy no se estaría como se está. Se ha fichado mal o a futuro lejano. El problema es que este recaerá sobre los hombros de Simeone y el dúo Gil-Cerezo se irán de rositas otra vez. Ya tienen a sus gentes para que silencien los pitidos al palco, pero allí está el verdadero problema. No por este año, sino por todos los anteriores. Ya saben, menos playas y más fichajes… para el masculino y el femenino (otro equipo que han destrozado en cuatro años).