Desde hace ya algún tiempo estamos presenciando un espectáculo político que abochorna no solo a los españoles, sino a la imagen global que España está dando al resto de la Unión Europea, tal es así que hasta en algunos medios comunitarios, ya se habla de Estado fallido (algo así como sucede en Irak o Siria).
Da la sensación de que al actual Gobierno español, solo le interesa perpetuar la tensión que genera la posibilidad de una ruptura con la Cataluña independentista. Es la excusa perfecta para distraer la atención de la ciudadanía, que como cortina de humo, impida ver, realmente otros problemas acuciantes. En este sentido coinciden ambas administraciones (la catalana y la central), de manera que el interés es bilateral.
Hay que advertir que la economía de Cataluña, por la mala gestión de su gobierno, va perdiendo fuelle, respecto a los años anteriores (Cámara de Comercio de Barcelona, Junio 2017) y entre otros factores se encuentra la enorme inversión en propaganda, como hacen las dictaduras, en detrimento de la sanidad y educación. Así se entiende el brutal aumento del presupuesto de su canal de televisión Tv3.
Respecto al Gobierno de España casi nadie habla de que el déficit púbico del conjunto de las Administraciones de los últimos 12 meses, asciende al 3,5% del PIB, cuatro décimas más que el objetivo de final de año. Es decir, que gastamos bastante más de lo que producimos.
No quiero ser mal pensada pero creo que, la tensión servida es alentada por ambas partes. Así no se habla del futuro: crisis demográfica, mala educación, un endeudamiento cada día mayor, paro y empleo precario, crisis de la identidad nacional y por supuesto la corrupción en las instituciones públicas.
Esto propicia, un problema de confianza en el sistema político. La situación exige, el entendimiento y la búsqueda consensuada de soluciones, siendo la única esperanza que le queda a la mayoría silenciosa para encontrar una salida del túnel, precisamente la vía no ensayada durante la crisis. Se requiere una mano tendida, eso sí, abierta para poder estrecharla formando pactos y no con el puño cerrado, o enviando a la policía para dar palos, esto es símbolo de violencia y confrontación.
Quizás por este motivo, el pueblo desencantado de sus políticos, miran una vez más al Cielo, como en Murcia, no solo para pedir agua (que no viene), sino para que La Virgen, interceda y se ponga remedio a una situación angustiosa para muchos, que al parecer solo es posible, por ahora, por la asistencia divina.