España tiene un grave problema respecto a la distribución demográfica. La revolución tecnológica, las oportunidades laborales que ofrecen las zonas urbanas, la falta de perspectivas de desarrollo personal y económico de los pueblos, el desempleo, la falta de servicios básicos y el deseo de los jóvenes de tener al alcance de la mano todo lo que el rural no puede ofrecer está provocando que haya zonas de nuestro país que estén en una situación límite. El fenómeno está siendo tan alarmante que en la Conferencia de Presidentes Autonómicos se catalogó a la despoblación como un problema de Estado.
La despoblación apenas se siente en las grandes zonas urbanas de la Comunidad de Madrid, Catalunya o Euskadi. Son diez Comunidades Autónomas en las que el problema es más grave, puesto que 6 millones de personas ocupan el 60% del territorio, las comunidades que conforman, según la definición del escritor Sergio del Molino, la «España vacía». Andalucía, Castilla La Mancha, Castilla y León, Aragón, Extremadura, Galicia, La Rioja, sur de Navarra y norte de Valencia son las comunidades que lideran el proceso de despoblación.
Es muy grave la situación en las dos Castillas porque en 60 años han perdido más del 75% de su población, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Este hecho ha provocado que más del 50% de la población sea mayor de 65 años y que se hayan cerrado más de 5.000 escuelas rurales. Todo ello, además, con un incremento del número de localidades con menos de 200 habitantes.
Si vemos lo que ocurre en otros países nos damos cuenta que esta deriva «etnocida» de España sólo es superada por Japón, con los problemas crónicos que el país nipón tiene respecto a su demografía.
Un breve paseo por la despoblación del rural
Desde la Revolución Industrial el mundo rural ha estado en constante lucha contra las grandes ciudades. La frase «los jóvenes se marchan a la ciudad porque aquí no hay nada» ha sido pronunciada en millones de ocasiones por los mayores que se quedan en los pueblos. Las nuevas necesidades socioeconómicas que la sociedad de consumo ha ido generando en el ser humano han provocado también que mucha gente abandone el mundo rural para instalarse en los grandes centros empresariales o industriales.
Ya en los años 60 del siglo XX se produjo un éxodo del campo a la ciudad acrecentado, además, por la emigración a los países europeos —sobre todo a Francia y Alemania. Ambos procesos migratorios redujeron la población del rural en más de un 35%. Esto remitió tras la crisis del petróleo de 1.973 cuando decenas de miles de españoles tuvieron que ir regresando a causa de los despidos en las fábricas europeas. Este proceso se alargó hasta la década de los 80.
Sin embargo, el proceso de despoblación, a pesar de que ha ido de goteo en goteo, incrementó su nivel con las diferentes burbujas inmobiliarias. Cientos de miles de personas se desplazaron de sus pueblos a las ciudades o a los centros turísticos donde se estaba construyendo vivienda residencial o infraestructuras turísticas. No era inusual ver cómo verdaderas caravanas de furgonetas y autobuses salían de los pueblos de las provincias limítrofes a las grandes ciudades llenas de trabajadores. Al principio de la burbuja esos viajes se hacían para los días laborables. Sin embargo, los altos sueldos y la posibilidad de adquirir vivienda por las facilidades dadas por la banca hicieron que muchos abandonaran las poblaciones rurales.
Tras la explosión de la burbuja muchos regresaron a sus pueblos, pero no centraron sus esfuerzos en revitalizar la economía rural sino que han vivido allí con las prestaciones por desempleo en espera de que las vacas gordas volvieran, algo que, lógicamente, no va a ocurrir. A esto se ha sumado que las erráticas políticas de generación de empleo del gobierno del Partido Popular han hecho que los jóvenes emigraran a otros países donde sí tenían oportunidades de crecimiento.
La suma de todos estos procesos ha provocado que la despoblación del mundo rural español se haya acentuado desaprovechando las oportunidades de crecimiento que este sector tiene. Lo más grave de todo es que no hay iniciativas gubernamentales para hacer atractiva la repoblación de estas zonas del país.
Consecuencias de la despoblación
Dejando de lado las consecuencias demográficas y económicas, que son obvias, la despoblación genera un grave problema de carácter social puesto que significa la pérdida de valores culturales e identitarios, provoca graves desequilibrios entre territorios y tiene una traducción clara en los riesgos medioambientales que genera el abandono de las zonas rurales. El mejor ejemplo de ello lo tenemos en los incendios forestales.
Movimientos para iniciar la repoblación
Las políticas de recortes del Partido Popular han provocado que se hayan puesto de relieve los problemas del rural cuando se antepone la macroeconomía a las necesidades reales de la población. Durante los años más duros de las políticas de austeridad hemos visto cómo pequeños ayuntamientos, asociaciones vecinales, empresariales o de la sociedad civil se rebelaron ante la posibilidad de perder las escuelas rurales, los centros de atención médica, las urgencias ambulatorias, las oficinas bancarias o el servicio de correos. Sin embargo, todas estas iniciativas se paraban en el momento en que se lograban parar los intentos de reducir costes a costa de la población.
Además, vemos cómo las iniciativas orientadas a atraer y fijar población al medio rural se llevan a cabo sin ningún tipo de coordinación puesto que son movimientos individuales de tal o cual localidad y, por supuesto, sin disponer de las herramientas necesarias para el éxito de dichas iniciativas.
En este sentido, desde los primeros años del siglo XXI han aparecido diferentes asociaciones que no sólo ofrecen oportunidades de repoblación, sino que orientan a las personas que deciden dar el paso de abandonar la ciudad para volver al rural, asociaciones que, por desgracia, se topan con la incomprensión de las autoridades, lo que les hace muy difícil el trabajo.
Iniciativas de repoblación
Las principales iniciativas para la repoblación se han orientado a la repoblación de pueblos abandonados o a la captación de personas que vivan en un pueblo con pocos habitantes.
En ambos casos la oferta es la misma: una vivienda sin coste o con un alquiler casi simbólico y la entrega de tierras para trabajarlas a cambio de un salario.
Un ejemplo de ello lo tenemos en el programa Rehabitare de la Junta de Castilla y León que intenta recuperar viviendas que son de titularidad municipal y que se encuentran abandonadas, reformarlas como un modo atractivo de atraer población ya que dichas viviendas se suelen encontrar en el centro de los cascos urbanos. Una vez reformadas se destinarán a alquileres sociales. Este programa se inició en la provincia de Palencia en el año 2.009 y en 2.016 se amplió a varios municipios de la provincia de Ávila.
Otra iniciativa interesante, no tanto para la repoblación como para evitar el éxodo e incrementar la población, lo encontramos en la población de Peñas de San Pedro, en la provincia de Albacete, donde se incentiva a las familias con 1.500 euros por cada hijo que nazca y con hasta 3.000 a partir del tercero con el único requerimiento de que esos niños cursen la primaria en el pueblo y que la madre lleve empadronada más de nueve meses allí. También se ofrecen exenciones del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) de hasta 20 años para las viviendas de nueva construcción y préstamos al 0% de interés para reformas o construcción.
Modelos de repoblación a nivel empresarial
En primer lugar, el mundo rural ofrece algo que cada vez escasea más en las ciudades o en las zonas empresariales/industriales: el trabajo de calidad. Vemos cómo el empleo que se genera en las empresas es cada vez más precario, con unas condiciones salariales cada vez más bajas. El mundo rural ofrece empleo de calidad.
Algunas empresas están aprovechando ese atractivo para realizar políticas de movilidad que llevan implícitas mejores condiciones de las que ofrecen en la ciudad. En primer lugar, se suele ofrecer un plus salarial en concepto de dietas, una cantidad fija para pagar el alquiler de la vivienda, un precio por kilometraje para los desplazamientos que tenga que hacer el trabajador desde su nueva ubicación al centro de trabajo además de pagar los gastos de traslado. Hay incluso empresas que pagan los gastos familiares. En la gran mayoría de los casos el trabajador, al menos, dobla el salario que percibiría en la ciudad. Muchas de las empresas llegan a acuerdos con ayuntamientos para que éstos ofrezcan gratuitamente la vivienda.
Otro fenómeno a nivel empresarial que se está dando es el de los trabajadores que aprovechan las oportunidades que ofrecen los pueblos en grave riesgo de despoblación para realizar sus desempeños laborales a través del teletrabajo manteniendo las condiciones firmadas en contrato. Estas oportunidades que ofrecen las localidades están orientadas, sobre todo, a resolver el problema habitacional o de la educación de los niños. Un ejemplo de ello lo tenemos en la población de A Xesta, en la provincia de Pontevedra, que ofrecía un alquiler de 100 euros mensuales y que el ayuntamiento se hacía cargo de los gastos de luz y agua de la familia. Se han dado casos, incluso, de españoles que han aprovechado las ofertas de pueblos en otros países de la Unión Europea, como el caso de Gangi, en Sicilia.
El emprendimiento como solución
La crisis económica, las condiciones laborales cada vez más precarias y los salarios cada vez más bajos a pesar de la recuperación económica del país han hecho que muchas personas víctimas de las políticas neoliberales hayan decidido dar el paso y abandonar la ciudad para regresar al campo.
En este ámbito del emprendimiento uno de los nichos de crecimiento está en el turismo rural porque la inversión inicial está muy por debajo de la necesaria para emprender en la ciudad cualquier tipo de negocio. A esto se une el incremento de la demanda de este tipo de turismo debido a que los precios son más bajos que los destinos tradicionales.
Hay que tener en cuenta que la media de edad de quienes se han lanzado a emprender en el medio rural está en los 35 años con cargas familiares.
El rural como oportunidad de crecimiento económico
Tal y como hemos citado anteriormente hay zonas de España que tienen una densidad de población inferior a Siberia o a Laponia. Por tanto, no es sólo la despoblación de las localidades sino el abandono de tierras que están provocando un desaprovechamiento de recursos naturales que bien podrían ser trabajados para incrementar la resurrección de sectores económicos que garantizarían un peso importante en el Producto Interior Bruto (PIB) español y la creación de empleo de calidad.
Mientras en los países más desarrollados de Europa se han creado industrias derivadas de los productos agrarios y ganaderos en España se invirtió en un modelo que primaba a la ciudad y dejaba a los productores del sector primario abandonados a su suerte. Si a eso añadimos el sistema por el que los productos pasan por múltiples manos antes de llegar al consumidor final que deja tanto a agricultores como a ganaderos casi en la ruina porque, en muchos casos, ni siquiera cubren los costes de producción, tenemos una situación en que lo más normal es que la población marcha de los pueblos para ir a las ciudades en busca de oportunidades o de un medio de subsistencia.
Sin embargo, estos procesos no se pueden dejar en manos de la inversión privada de los emprendedores. Deben tener un apoyo directo por parte de las Administraciones Públicas, sin ningún tipo de restricción y con posibilidad de que esos emprendedores o esas personas que se unan a planes institucionales de repoblación del mundo rural puedan disfrutar de ayudas tanto europeas como nacionales, autonómicas o municipales.
No hay que pensar sólo en reformar los modelos de producción o en incentivar la generación de nuevos nichos productivos en el sector primario sino orientar dicha inversión hacia la generación de modelos globales en los que se logren sinergias empresariales con grandes corporaciones nacionales o internacionales y ahí es donde se tienen que implicar también las autoridades públicas en todos los niveles: desde la Casa Real hasta el alcalde del pueblo más pequeño.
En primer lugar, es fundamental realizar un estudio de los tipos de tierras y de los productos que se podrían dar ahí, ya fuera a través de los métodos tradicionales de siembra, ya fuera a través de la implementación de invernaderos de alta productividad como los que hay en los Países Bajos, concretamente en la región de Westland, donde se concentra el 51% de la producción agrícola neerlandesa. El país centroeuropeo se ha convertido en el líder de exportaciones de productos agrícolas y no es muy normal que un país donde apenas hay sol pueda hacerlo. Hay un hecho que demuestra que el modelo es efectivo: ustedes van a comprarse tomates neerlandeses y son más baratos y tienen una calidad al menos igual a la de los españoles. ¿Cómo es posible esto? Porque en su momento hubo inversión pública para potenciar al sector. Por otro lado, si ustedes ven fotografías de los invernaderos de los Países Bajos tendrán la sensación de que se encuentran en instalaciones de la NASA y no en los invernaderos a los que estamos acostumbrados a ver en nuestro país.
En segundo lugar, invirtiendo en este tipo de tecnologías y aprovechando las posibilidades de utilización de las energías renovables que tenemos en España, sobre todo la solar, aplicar un modelo de cultivo rotatorio por el cual esas tierras estén funcionando durante todo el año.
En tercer lugar, es fundamental que las autoridades estatales y europeas legislen para que los precios que reciben los productores agrarios no les resulten deficitarios. Si es necesario eliminar el gran volumen de intermediarios que son los que, en primer lugar, abaratan los precios para el agricultor, y, en segundo lugar, los encarecen al consumidor, habría que eliminarlos. En este sentido también es fundamental que se regule el papel de las grandes superficies que en su guerra de precios en productos esenciales están perjudicando a los productores.
En cuarto lugar, las Administraciones Públicas deben buscar modelos de reindustrialización en el tratamiento de los productos agrarios. Pongamos un ejemplo. Si una zona concreta está especializada en la producción de hortalizas, se deben implantar industrias manufactureras, por ejemplo, de envasado o de conservas, del mismo modo que ya se hace en los sectores relacionados con el vino o el aceite y la importancia para el crecimiento que tienen las cooperativas locales o comarcales.
En quinto lugar, y en relación con lo anterior, todas las Administraciones Públicas desde la Casa Real tienen la obligación de buscar acuerdos con las grandes multinacionales alimentarias para convertir a las nuevas zonas productoras españolas en proveedores o que esas industrias manufactureras tengan relación directa con estas grandes corporaciones.
Un hecho que está haciendo desaparecer el sector agrario español y, por ende, la despoblación de muchas zonas rurales es la búsqueda de subvenciones con la cría de ganado destinado al mercado de la carne. Tierras fértiles que podrían estar dedicadas a la agricultura están sembradas de césped para criar al número mínimo de vacas que da derecho al cobro de subvención en comarcas españolas que jamás han tenido una relación con la cría de ganado vacuno. Esto provoca, además de despoblar los pueblos, genera una pérdida de puestos de trabajo que sólo se podrían recuperar si las autoridades controlaran este pequeño fraude.
Respecto a la ganadería también es fundamental para la repoblación no sólo la creación de nuevas industrias ganaderas más allá de las tradicionales sino la resurrección de ganado autóctono que servirá para controlar el equilibrio medioambiental perdido con el abandono de los campos. Todos los veranos, cuando media España está ardiendo, los ecologistas y las asociaciones agrarias piden que se vuelva a la ganadería extensiva ya que la presencia del ganado en los montes es una de las mejores formas para evitar los incendios forestales. Esta presencia, además, generará puestos de trabajo estables y de calidad y abrirá un nicho de negocio que el mercado abandonó hace años.
La misma implicación de las Autoridades en la agricultura debe aplicarse a la agricultura. En Extremadura estamos viendo cómo estrellas de cine, de la música, jeques o grandes fortunas se están haciendo con las dehesas para su disfrute personal. Estas dehesas podrían utilizarse para incrementar la cría de ganado porcino y, por tanto, para crear más puestos de trabajo. En el mismo orden de cosas las Administraciones Públicas deben buscar modelos de implementación de industrias de tratamiento de productos ganaderos en las mismas condiciones explicadas anteriormente para los productos agrarios.
La importancia del mundo rural en el PIB
En una economía como la española tan dependiente de los factores externos es fundamental el asentamiento de los flujos internos que sostengan el Producto Interior Bruto. Todo lo explicado anteriormente se resume en el peso que tiene el mundo rural en el PIB español: sólo un 2,4% del mismo (25.000 millones de euros anuales). La descompensación entre este porcentaje y la superficie del territorio que ocupa el rural es brutal teniendo en cuenta que se trata del 90% del país.
Todos los puntos citados anteriormente sobre la implicación de las Administraciones públicas chocan con lo que realmente ocurre ya que, en primer lugar, nos encontramos con que la gran mayoría de los políticos españoles son verdaderos analfabetos de las problemáticas del mundo rural y, por tanto, desconocen las necesidades y las posibilidades económicas de los pueblos que se están dejando morir.
El propio sector primario también tiene su punto de responsabilidad puesto que no han sabido unirse ni organizarse para crear industrias que den un mayor valor añadido a la producción. Esta desorganización ha provocado, por ejemplo, que para las grandes empresas sea más rentable mover y transportar toneladas de productos agrarios o ganaderos desde Latinoamérica que dentro del territorio español. Lo mismo ocurre con las grandes distribuidoras, ya mencionadas anteriormente, que sólo obtienen beneficios porque no hay presión por parte de los productores.
La entrada de las Administraciones reclamada anteriormente tiene también un fin económico más allá de un aumento de la producción y de los puestos de trabajo dignos: el incremento del valor añadido de los productos españoles y, por tanto, la entrada en los canales de internacionalización que es donde hay un mayor nicho de mercado. Eso es lo que han hecho los neerlandeses con sus hortalizas.
El turismo rural como solución a corto plazo
Ya hemos hablado anteriormente del turismo rural como oportunidad para emprendedores que quieran trasladarse de la ciudad al campo y como un modo de frenar la despoblación. Sin embargo, se trata de una solución a corto plazo que no oculta los verdaderos problemas del rural español.
Es cierto que muchos pequeños municipios están logrando que su economía se revitalice a través de la atracción de turistas a través de este modelo de negocio que diversifica la producción pero que no pasa de ser una actividad complementaria de los recursos económicos tradicionales. Eso sí, una ventaja de este tipo de turismo y, quizá, la principal razón para incrementar las iniciativas es la estabilidad de los ingresos dado que este tipo de turismo queda fuera de la estacionalidad de las zonas de costa.
Sin embargo, el verdadero potencial del mundo rural de cara a generar nuevas posibilidades de crecimiento se halla en el desarrollo de los sectores agrarios y ganaderos, tal y como hemos visto a lo largo del artículo. Si no se hace así, España volverá a perder una oportunidad de crecimiento y desaprovechará los recursos que la propia tierra ofrece que están ahí para que las iniciativas y la implicación de las Administraciones permitan recogerlas para crear puestos de trabajo y aumentar la competitividad de la economía del país. ¿Alguien lo verá tan claro como nosotros? Ummm…