Decir el nombre de Amparo Rubiales es lo mismo que decir feminismo en mayúsculas. Y es que esta doctora en Derecho, abogada y profesora de la Universidad de Sevilla, metida toda su vida en política y arremangada con el socialismo, desde siempre tuvo claro que en su devenir solo iba a mandar una persona: ella misma.
Fue una adelantada a su tiempo y gracias a ello en su día a día no solo cuelga la etiqueta, y a mucha honra, de ser esposa, madre y feliz abuela sino de sentirse plenamente realizada profesional y socialmente. Y es que además de ser la primera en llegar a cargos de responsabilidad de su tierra como el de Consejera de Presidencia en el primer Gobierno andaluz, también atesora curriculum como senadora, gobernadora civil y delegada del Gobierno en Andalucía, diputada nacional, vicepresidenta del Congreso o presidenta del Consejo Social de la UPO entre otros muchos. ¡Ahí es na! Aprovechamos estos días a caballo entre el trabajo y las vacaciones para conversar con ella de la vida misma.
¿No ser la mujer que todos esperaban fueras y escapar del modelo de esposa y madre ha sido tu mejor conquista?
Así es. Yo tuve la fortuna de escapar a esa regla social impuesta que nos venía dada en mis tiempos y según la cual la mujer solo tenía el papel de ser la esposa y la madre de alguien y nada más. Pude estudiar, cuando muy pocas mujeres lo hacían y escogí Derecho. Por ese mismo hecho que no es otro que ser una mujer de letras me negué a perder la posibilidad de desarrollarme como yo quería. Yo quería ser esposa y madre pero por encima de eso sentirme libre y por lo tanto realizarme. Desde siempre tuve claro que era feminista y que como tal tenía que ser autónoma. Por eso creo que no hay nada mejor que rebelarse al destino y hacer realidad, a pesar de todos cuantos te lo pongan difícil, los sueños. Por encima de todo está ser honesta a una misma. Es el mayor regalo que una mujer se puede hacer a sí misma.
¿A cuántas mujeres crees que has podido influir con tu dedicación y lucha en todos estos años?
La verdad es que no puedo decirte con exactitud pero sé que con mis palabras he ayudado a muchas mujeres a plantearse que ellas, y nadie más que ellas, eran las dueñas de su destino. Llevo toda mi vida yendo a charlas, foros en todo tipo de lugares o fechas señaladas como el 8 de marzo o el 25 de noviembre y muchas veces, cuando con el tiempo ha vuelto a coincidir que he vuelto a ese mismo lugar, muchas me dicen lo importante que fueron para ellas mis palabras en su momento y que gracias a las mismas son quienes quieren ser y no quienes habrían tenido que ser.
¿No puede haber mejor ni mayor satisfacción entonces?
Así es. Y sobre todo porque muchas veces también me preguntan que por qué hago esto, qué necesidad tengo de estar siempre en activo con mi lucha cuando en mi caso vengo de una posición en la que pude estudiar, tener tranquilidad económica o ser quien he querido y yo siempre respondo igual. Que lo hago por mí porque he podido elegir y escapar a la regla pero sobre todo lo hago para que otras mujeres que no lo tienen fácil crean en ellas y en todas las posibilidades de luchar por ellas, de ser seres libres e independientes. De conseguir sus metas.
En tu faceta de política, ¿era difícil hacerse respetar cuando comenzaste en el Gobierno andaluz y delegada del Gobierno o aún lo sigue siendo ahora?
Por más que pase el tiempo el patriarcado sigue impregnándolo todo. Ahora las cosas han empezado a cambiar y son más fáciles pero la política no escapa a esa influencia. Por eso es importante que día a día las mujeres sigamos haciendo esfuerzos para que todo cambie. Tenemos que lograr que a través de la justicia, la política y los lugares en donde está el poder estemos presentes, tengamos voz y también decisión. También sucede que a veces se aprueben leyes o proyectos pero luego de facto no se cumplen y es como papel mojado.
Desde siempre tuve claro que era feminista y que como tal tenía que ser autónoma
¿Y en tu partido también hay machismo?
Los partidos como reflejo de esa sociedad no escapan a ello. Yo me he encontrado con compañeros que a mi entrada a una reunión o una sala se daban codazos entre ellos y se decían el uno al otro: ¡calla o cuidado que llega Amparo! o se guiñaban un ojo para hacer callar al otro. Imagínate en qué términos o qué conversación estarían teniendo para que no quisieran que yo les escuchase porque sabían que les iba a contestar.
Tu definición del machismo no puede ser más clara: la defines como una esclerosis, una enfermedad que ahí sigue bien agarrada a la sociedad.
Solo tienes que ver cada día la de casos y situaciones que las mujeres vivimos y sufrimos para darte cuenta que eso es el machismo. Basta el ejemplo de la magistrada de Canarias de Justicia del Tribuna Superior de Canarias, Gloria Poyatos que hace nada en un artículo hablaba de un caso en España en el que una jueza preguntaba a una víctima si había cerrado bien las piernas. El caso de Juana Rivas es otro caso que pone en evidencia esta lacra: la de dejar en manos de un maltratador a unos hijos. La mujer no solo sufre el maltrato de su pareja sino también el social cuando se permite que pasen estas cosas.
¿Las redes sociales están jugando un papel importante para ayudar a la consecución de la igualdad?
Son una herramienta fundamental y muy potente porque permiten que el feminismo sea una ventana al mundo. Dan voz al feminismo y aumentan su potencia. Hacen de la igualdad un discurso cotidiano y diario que ayuda a que el mensaje se propague y cale en toda la sociedad. La visibilidad del feminismo es fundamental para cambiar el mundo.
¿Cuál es el mayor reto del feminismo?
Enfrentarse y cambiar situaciones tan cotidianos que hacen que el patriarcado continúe como por ejemplo que se deje de poner azul a un niño cuando nace y rosa a una niña. El símbolo es importante que cambie porque en él radica la fuerza o la debilidad del mensaje que lanza. Si seguimos con esos patrones seguiremos lanzando mensajes que no empoderan a las niñas ni a las mujeres. El lenguaje es otro reto ya que siempre ha excluido a la mujer. A mucha gente cuando surgió la polémica de “miembros” y “miembras” les pareció una estupidez o una gracia, pero nombrar a la mujer es hacerla presente y darle su lugar en el mundo.
¿Hacer que se sumen hombres a la causa también es importante?
Así es. Tenemos grandes nombres como el de Miguel Lorente o el de Octavio Salazar, con quién coincidí hace unos días y que se definía como el “hombre cuota” porque le invitan como hombre para hablar del feminismo. Ellos están haciendo una labor increíble y necesaria. Cada vez son más los hombres que se dan cuentan que una sociedad sin igualdad no es una sociedad. También sucede, y lo digo desde todo el respeto, la admiración y el cariño que les tengo es que es a ellos a los primero que se les llama cuando hay que hablar de violencia de género y no a una mujer. Es como si ellos por ser hombres dan más peso al mensaje feminista. Dicho esto reitero que necesitamos hombres que se atrevan y quieran coger la bandera del feminismo y no la quieran soltar. Estando juntos hombres y mujeres llegaremos antes a lograr la igualdad.
¡Qué razón tenía Flora Tristán al decir que «todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer»!
Tenía toda la razón. Por eso mismo no hay nada más bello y más digno que continuar luchando por nosotras. Tenemos que lograr que el menosprecio y el ninguneo acaben desapareciendo. Somos la mitad de la población y como tal nos merecemos todo lo mejor.