Al hilo de lo que está sucediendo en los últimos tiempos en la arena política, de los plenos desarrollados el pasado 12 de Diciembre en el Parlamento y en el Parlament, o lo que pueda ocurrir el próximo 21 en Barcelona cabe hacerse la pregunta del titular de esta reflexión.

Vivir el final del franquismo y la apasionante Transición da para mucho. Entre otras cosas para haber conocido una etapa de nuestra historia en la que se puso muchas dosis de imaginación, audacia y generosidad.

Parecía impensable pero el tránsito desde el franquismo se hizo de manera ejemplar, a pesar de las críticas de unas nuevas generaciones ignorantes de lo que allí pasó. A veces esa ignorancia se convierte en insensatez y  estupidez.

Una de las características de aquel momento fue el talante de una clase política repleta de estadistas, que supo llevar a nuestro país de una dictadura cruel a una plena democracia sin apenas heridas.

Cierto es que hubo errores y desaciertos, quizás los más importantes una Ley de Amnistía, que incluyó a unos cuerpos represivos que se fueron, gracias a ella, de rositas de aquella oscura época, o dejar sin resolver las tensiones centro-periferia.

Volver la vista atrás y contemplar coincidiendo en el tiempo a gentes de la talla de Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, “Pasionaria”, Tierno Galván, Solé Tura, Enrique Curiel, Marcelino Camacho, Herrero de Miñón, Pasqual Maragall, Arzallus, e incluso a su manera Manuel Fraga, indica que gracias a esa conjunción estelar anduvimos aquel complicado camino.

Ahora algunos niñatos que se piensan llegan sabidos a la arena política, desprecian esa etapa y plantean que debemos abrir una II Transición siendo ellos los protagonistas. Efectivamente es así, pero da la sensación que su talla no llega ni de lejos a la de los personajes de la primera y por lo tanto la posibilidad de éxito es cuando menos dudosa.

Por poner solo un ejemplo, Santiago Carrillo fue capaz de sacrificar una parte del ADN ideológico del PCE para poder ser legalizado y seguir en las mismas condiciones que el resto. Bueno, realmente no eran las mismas pero se aproximaron bastante.

Renunció a la República, o a la bandera tricolor, con altura de miras, con generosidad a pesar de las presiones internas que conmocionaron el partido. Nuestra respuesta después del mazazo de los asesinatos de Atocha salvó esa deseada democracia. Que no lo olviden las nuevas generaciones.

Al igual que Adolfo Suárez tuvo la audacia de tomar otras decisiones y juntos con imaginación sacar adelante una Constitución de consenso y unos Pactos de la Moncloa absolutamente imprescindibles.

Resulta cuando menos curioso que esos jóvenes críticos ahora, añoren partes de aquella época cono el Estatuto de los Trabajadores, los derechos sociales, las formas de contrato, e incluso la revisión de las pensiones. Creo que al menos necesitan un curso acelerado de historia específica de aquel apasionante momento, para ver si aprenden algo y así poder aplicarlo a este.

Las gentes de la I Transición supieron actuar aparcando la táctica esterilizarte sustituyéndola por una visión estratégica, de largo alcance, incluso anteponiendo los intereses del país al del propio partido como fueron los casos de Suarez y Carrillo.

UCD acabó desapareciendo y el PCE se quedó bajo mínimos, pero dejando un profundo legado histórico. Ahora cabe exigir lo mismo, especialmente a las gentes de la izquierda.

Por eso se deben poner en activo valores como los que intenta aplicar el propio Sánchez. Imaginación para buscar soluciones de este tipo al  conflicto en Catalunya y generosidad para ser capaces de dejar todos “pelos en la gatera”.

Una mirada retrospectiva al tiempo de 1976-79 sería recomendable para todos los actores actuales. Allí hubo mucha “cocina”, contactos discretos, cafés, o comidas, porque también en estos temas son importantes las relaciones humanas, la empatía con el “otro”.

 

Sólo por poner un ejemplo gráfico ¿Por qué no recuerdan y copian los discretos contactos Carrillo-Suarez? ¿Por qué no poner en práctica ese ejemplo y dejar ya la exposición pública ente los medios de comunicación? ¿Por qué no apagar durante unos días la aparición constante en las televisiones y utilizar ese método a través de reuniones buscando la síntesis?

¿II Transición? Es probable, pero para ello se necesita aplicar aquellos principios, aquellos valores. Señores de la izquierda, periférica o central, pongan ustedes mucha audacia, mucha imaginación y toneladas de generosidad porque su base social se lo está pidiendo a gritos.

Pónganse de acuerdo, comuníquense, dedíquenle horas de conversación (los convenios se firman a altas horas de la madrugada justo el día de ruptura), aporten esfuerzo y sobre todo estén a la altura de las circunstancias.

La historia les recordará o no por lo que sean ustedes capaces de hacer ahora. Es el momento de los estadistas. Ojalá tengan el valor y el acierto de hacerlo.

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