Ha acabado un 2018 convulso en lo político y social, que se inició con tensiones en Catalunya y nos deja un panorama allí ligeramente mejor pero sin terminar de resolverse.

Comenzó con la compleja formación de un nuevo gobierno de la Generalitat, siguió con una crisis sin precedentes que culminó con la moción de censura a Rajoy y la llegada a la presidencia del gobierno de Pedro Sánchez y ha finalizado con la sorpresa de las elecciones en Andalucía, más el pacto sin precedentes entre una derecha extrema y la extrema derecha.

Ahora comienza un 2019 lleno de incertidumbres que induce a un cierto pesimismo que nos puede llevar a una peligrosa melancolía. Observar los parámetros económicos, sociales y políticos de aquí y de allí da para esa sensación, porque dice el dicho popular que toda situación negativa es susceptible de empeorar. Esperemos que no sea éste uno de esos casos.

En lo político los negros nubarrones que se observaban en Catalunya durante el final del anterior gobierno del PP, han dejado paso a leves rayos de sol especialmente a raíz de lo sucedido el pasado 21-D. Se ha abierto una vía de comunicación y diálogo aunque sólo sea de manera incipiente.

El próximo juicio al Procés va a ser una prueba de fuego definitiva para todos, al igual que lo que suceda con los presupuestos. Si ambos asuntos se resuelven sin grandes tensiones este año que entra podrá transcurrir sin sobresaltos, de lo contrario estaríamos abocados a una nuevas elecciones, con la posibilidad de que la experiencia iniciada en Andalucía se pudiera repetir en España.

Lo que sí está programado es el próximo mes de Mayo las elecciones Autonómicas y Municipales y ahí la izquierda tiene un nuevo reto. ¿Será capaz de continuar con su comunicación y colaboración para frenar a una derecha crecida, o por el contrario caerá de nuevo en sus luchas cainitas, propiciando así que la extrema derecha siga siendo el árbitro de la política en este país?

Se suele decir que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar” como evidencia de que lo ocurrido en Andalucía se puede repetir en los grandes municipios como Madrid, Valencia o Barcelona y en comunidades autónomas como Castilla la Mancha, Extremadura, Madrid o Valenciana.

Si en este 2019 que comienza esa izquierda ahora aturdida no es capaz de reaccionar, este país puede sufrir una convulsión negativa histórica. Todos los indicadores y encuestas nos están advirtiendo de que eso es cada vez más probable y nos queda muy poco tiempo para intentar evitarlo.

Si además esos resultados son demasiado adversos y Catalunya sigue sin conseguir apaciguarse, vamos a estar obligados a unas nuevas elecciones generales en otoño, que pueden ennegrecer aún más el panorama actual.

Utilizando la pregunta de Lenin, ¿qué hacer? la respuesta parece clara, no cometer las mismos errores que nos han llevado a los resultados del 2-D. Los independentistas catalanes deben entender que eso de “cuanto peor mejor” es una falacia y que llevar la tensión de nuevo al máximo sólo nos puede traer malas noticias para ellos y para nosotros.

Por su parte la izquierda debe cerrar filas, internamente y externamente, sólo de esa manera podemos salvar los muebles en las citas electorales que nos vienen encima. Actualizar su análisis, dedicarse no sólo a interpretar la sociedad sino especialmente, como dicen los clásicos, a intentar transformarla y aquí se debe incluir la labor pedagógica a la sociedad.

Pero no sólo el 2019 resulta incierto y peligroso para este país, en el exterior las cosas no viene mejor con una Europa convulsionada por el “Brexit”, el auge de la extrema derecha y el populismo, sin saber cómo responder al reto de la inmigración galopante que huye de las guerras que nosotros hemos comenzado, el hambre y las enfermedades.

El eje del mal Trump-Putin-Bolsonaro se ve aderezado por los Macron y Salvini de turno, con una Alemania huérfana de Merkel y un Reino Unido convulso con la marcha a destiempo de May más un laborismo que no levanta cabeza. Malos tiempos para la lírica.

Mientras tanto el planeta nos da avisos sobre el castigo que le estamos infringiendo que nos lleva directos a la destrucción. Los síntomas en el cambio climático, las catástrofes constantes, tsunamis, terremotos, huracanes, lluvias torrenciales, o periodos de sequía extrema, no dan para ser excesivamente optimistas.

También la amenaza del terrorismo nos lleva a una sociedad occidental inquieta, asustadiza, insegura, recelosa de quien viene de fuera, originando rasgos de racismo y xenofobia cada vez más numerosos.

No es una visión pesimista de lo que nos puede traer este 2019 que comienza, es un análisis realista que advierte de los peligros existentes. Para curar una enfermedad y aplicar el tratamiento adecuado es imprescindible un buen diagnóstico. ¿Seremos capaces, especialmente la izquierda, de hacerlo?

Veremos……..

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