En tiempos inmediatamente pretéritos se decía que la prisa es propia de infractores y de personas mal organizadas. No así la rapidez, (que no es lo mismo que la prisa), con la que actúan, por ejemplo, aquellos servicios cuya finalidad es atender a la ciudadanía en diversos aspectos emergentes extremos: bomberos, policía, asistencia sanitaria, granizadas o nevadas intensas y otros.
La rapidez también es inherente al periodismo, una de las dos partes importantes del mismo, y por ello todos los avances tecnológicos que acortaban el tiempo que requerían la transmisión de las noticias eran inmediatamente incorporados por la prensa. Me refiero al heliógrafo, telégrafo, teléfono, el envío de señales sin hilo, es decir la radio, y más tarde la televisión. Y ahora, Internet.
Ahora bien, la otra parte inherente al periodismo es la que dedicamos a analizar los acontecimientos, a comprenderlos, a intentar conocer el porqué de las cosas, a buscar razones o sinrazones.
Es lo que reivindico y denomino y desde hace ya mucho tiempo en artículos, entrevistas y conferencias como periodismo de reflexión, sin prisas, exactamente el tipo de periodismo que hacemos en Diario16. Y siempre hemos hecho lo mismo, buscar, ahondar, rascar, preguntar, leer, consultar, contrastar, hasta dar con una historia, cerrar un tema en donde la actualidad sea tan solo una referencia, un dato, una fecha y una hora.
Este ejemplar es un fiel reflejo de lo que digo, en toda y cada una de sus páginas y secciones. Por ello lo que decimos y contamos a nuestros lectores es el autentico reflejo de la noticia desde la evidencia, el compromiso y la conciencia de la realidad.
Actualmente, y desde hace ya demasiado tiempo, vemos con inquietud como las prisas en la transmisión de los hechos y el tipo de soporte elegido predominan sobre el contenido, lo que es lo mismo que relegar a un segundo plano la razón primigenia del periodismo y de la información desde la certeza.
Por ejemplo, Twitter, Facebook, que sin negar en absoluto su valor, basan su modelo de éxito más en la multiplicación del mensaje, tenga este la factura que tenga y en los impactos computables, que en la naturaleza de lo transmitido.
A lo mejor en Diario16 sigo profesionalmente nadando contracorriente porque me enfrento contra la humanidad socialmente descomprometida, la no libre y la sometida, ojalá así se perciba, lo he hecho toda mi vida, ya es una “manía personal” y sobre todo porque mi conciencia goza con ello, y por ello reivindico siempre el periodismo de reflexión cuya vitalidad actual y futura tienen más vigencia que nunca. Como también rechazo el entetanimiento como solución para que las personas desvíen la atención de las cosas que les interesan, y más aún de su propia libertad con dignidad, en función de los intereses de dictadores públicos y privados. Precisamente por esas fórmulas tecnológicas con las que se pretende suplantar el pensamiento, la utilización del conocimiento, la inteligencia, el pensamiento y la reflexión, en suma.
El soporte siempre debe estar al servicio de la creación periodística y no al contrario, pues si así sucediera ganaríamos en tecnología pero perderíamos la razón. Con la razón se genera tecnología, pero la tecnología no crea razón.
Además, el periodismo de “rabo corto” es favorable al anidamiento de los espontáneos y los manipuladores maliciosos, ya que elimina el filtro que ejerce el periodista con su criterio profesional, su experiencia y su responsabilidad ante el público.
Corremos el riesgo de convertir el periodismo en un todo vale, en un todo a cien que no significa que la información deba ser un coto cerrado e inaccesible solo controlado por los periodistas y los editores, sino defender el papel de los profesionales de la información que trasciende de su propio ámbito de trabajo.
Por otra parte, el periodismo tradicional ha estado siempre abierto a cualquier tipo de persona que tuviera algo que decir mediante artículos, entrevistas, debates y otros géneros.
En más, se hace necesario de forma urgente crear un nuevo estilo periodístico multimedia (comenzando por el escrito) donde la comunicación se forje y emane de nuevos procedimientos para tratar la información como debería ser en este momento y todo ello presidido por un principio: desde la razón sin miedo, desde el rechazo al “cómplice silencio” utilizando información, documentación, conocimiento, historia, análisis, pensamiento, reflexión, sobre todo reflexión, desde el rigor, el conocimiento y la inteligencia. Sin olvidar la libertad de expresión y el derecho a la información, dos principios esenciales para la existencia de la prensa libre, uno de los pilares de la democracia y, por tanto, de la sociedad.
Los periodistas ejercemos estos dos derechos esenciales en nombre de la opinión pública y de nuestros lectores. Es por ello que tenemos una responsabilidad moral, política y jurídica. Y debemos exigirnos, además, una transparencia que nos ayude a cimentar el único patrimonio de nuestro oficio: la credibilidad.
Y no olvidemos nunca que el cambio se construye desde el sacrificio de lo colectivo y que lo que no ponemos en valor se queda en riesgo. Podemos, en definitiva, “soñar desde el objetivo de conseguir los sueños”.
No estamos solos.
Mediando el Océano Atlántico llegamos a los Estados Unidos, país en el que se reinventó el periodismo en los siglos XIX y XX y en donde ahora, en el XXI, algunos han girado el timón para volver sobre la derrota que venían siguiendo. Es decir, volver desde las redes llamadas sociales al periodismo de reflexión. Volver a navegar a vela, que no hace falta llegar tan pronto a los sitios, sino disfrutar más de la travesía.
Estos son, por ejemplo, Rob Orchard y Marcus Weeb, que han creado hace ya unos años una nueva publicación, Delayed Gratification, que ha desechado, como modelo la prisa y la pretensión de la difusión universal el pro de un periodismo de calidad y de reflexión. Recomiendo una visita a esta brillante publicación de nuestros colegas estadounidenses que se ha situado en la vanguardia de los medios en su país, precisamente prácticamente un periodismo tradicional, lo que no quiere decir que sea anticuado, ni carca, ni mucho menos obsoleto.
La razón nunca envejece y la inteligencia siempre es joven y ambas se nutren en los campos que abona la experiencia.
Vamos a proseguir en Diario16 en todos nuestros formatos y nuevas ediciones con nuestra forma de hacer y entender el periodismo porque en ello creemos, porque no sabemos hacerlo de otra forma y porque no somos ni infractores ni desorganizados y, menos aún, sometidos.
– El cambio se construye desde el sacrificio de lo colectivo.
– Lo que no ponemos en valor se queda en riesgo.
– Este es el año del cambio desde la corrupción a la ética política, empresarial y periodistica. Que podamos soñar desde el objetivo de conseguir los sueños.
– Podemos ganar, podemos vencer. No olvidemos que “la vergüenza puede colacionar un país”.