Sin duda lo acontecido en Cataluña ha trastocado los parámetros habituales de la política española. Jugar en el eje izquierda-derecha ha permitido fijar posicionamientos a los partidos de ámbito estatal, aunque siempre con un ojo en el ámbito territorial porque la política, al fin y al cabo, no se hace en lo etéreo sino sobre un territorio. Ahora bien, con el conflicto catalán todo salta por los aires y el tablero de juego se asemeja más al RISK, donde los frentes son varios, que a uno de ajedrez. Las divisiones sociales cambian y se abren distintas escisiones como Estado de derecho/secesión, nación-España/nación-Cataluña, referéndum/constitución, soberanía popular/soberanía nacional, unidad/diversidad, y así podríamos seguir hasta los conflictos identitarios y los de clase. Se abrió la caja de Pandora y todas las referencias sociales salen a la palestra, bien como objeto de debate, bien como recuerdo de algo perdido.
En esta situación el partido más perjudicado ha sido Podemos. Se produce una paradoja pues siguen defendiendo lo mismo que al principio (referéndum, derecho de autodeterminación y diálogo) pero bajo un acontecimiento completamente distinto. Lo que antes era opción y servía para quedar bien con las mareas, los comunes o Compromís, ahora se ha convertido en decisión y posicionamiento estratégico e ideológico. Y esto les ha supuesto ir diluyéndose en las encuestas y sondeos que publican los distintos medios de comunicación (con el sesgo editorial incorporado). Otrora lo achacaban a la lucha frontal y purgante de Vistalegre II y hoy lo achacan al españolismo, la recomposición del régimen del 78 y a la represión que está llevando a cabo el Gobierno, según sus propias palabras. Una fórmula de negación de la realidad para reafirmar su verdad.
La bronca de Monedero
En su blog del digital Público, Juan Carlos Monedero ha retomado su figura de padre de Podemos para tirar de las orejas a la dirigencia de la formación morada. Les conmina a despertar del letargo en el que se encuentran sumidos para volver a la senda marcada hace tiempo, acabar con el régimen del 78 y poner al pueblo, su pueblo mejor dicho, en las instituciones. Pide una vuelta a los orígenes del movimiento aprovechando el aún existente hastío del pueblo (que existe según el propio Monedero). Esta crítica demuestra, pese a que se negase en su momento, que el Congreso de Vistalegre II quedó cerrado en falso por la negación de un verdadero debate y deliberación.
El profesor de Ciencia Política pide una vuelta a la esencia porque “lo viejo viene convertido en monstruo”. No se está sabiendo aprovechar el momento “desconstituyente” o de crisis de Estado que viene siendo “objetiva” desde 2008. Podemos, pide Monedero, debe volver a recoger la indignación de todas aquellas personas que entendían la crisis económica como una crisis sistémica. Debe volver el cabreo y con mayor motivo ahora que el régimen del 78 se reconfigura como reacción ante Podemos. No ante situaciones o relaciones, sino ante el movimiento conocido como Podemos. La función autopoiética (auto-regeneración) del sistema ha actuado, aunque según Monedero ofreciendo una visión tenebrosa: “el statu quo ha enfilado una dirección reaccionaria”.
La consecuencia de todo esto, prosigue en su blog, es que se puede provocar una Segunda Transición con menos derechos que la primera. Y todo ello en un entorno europeo más autoritario. De ahí que hay que volver a indignarse contra el Gobierno represor que actúa contra el pueblo (su “pueblo”) con la ayuda del bloque constitucionalista. Vuelven el franquismo, los tiempos grises, el capital explotador y todos los males que se les pueden ocurrir durante un momento de asueto.
El problema para Podemos y Monedero es que el sistema, como sucede en todos los sistemas desde el natural al social, se mueve. Y no lo hace por fastidiar a la formación morada sino que es producto del movimiento continuo. Deben haber olvidado las clases de la facultad donde se explicaba la dialéctica hegeliana de tesis-antítesis-síntesis y vuelta al comienzo. Porque a Niklas Luhmann, el gran Teórico de los Sistemas, no han debido leerle. Es más espeso que su querido Laclau, lo que ya es decir.
Pero todo esto al final les importa poco, ellos y ellas están tocados por la varita del destino universal, por la virtú y la fortuna maquiavélicas y son poseedores de la verdad única y total. Da igual que su verdad no encaje con la realidad, ésta se adapta a sus preceptos sí o sí. Su posición es la correcta, no ha negación de ello en las palabras de Monedero, la única, la total y marca la senda correcta por donde han de transitar los elegidos y elegidas. Recuerdan a San Pablo cuando arengaba a las comunidades cristianas a seguir la verdad. Con la salvedad de que a Saulo de Tarso el carisma le fue otorgado por dios mismo, aunque le tirase del caballo. En Podemos se han autoinvestido del carisma del devenir histórico. Pero eso no les exime de haber fallado estratégica e ideológicamente.
El pueblo perdido de Podemos
Aunque la mayoría de analistas y doxósofos (opinantes de lo común) se hayan quedado con Ernesto Laclau como referente teórico de Podemos, más gotas de leninismo (Gramsci va dentro de Laclau), la realidad es que la propuesta podemita recorre todo el arco de los pensamientos críticos. En su seno se encuentran reflexiones como Imperio/Multitud de Toni Negri y Michael Hardt, Samir Amin, Noam Chimsky, Alain Badiou, Carl Schmitt, Giorgo Agamben, Jacques Rancière, Salvoj Žižek o Judith Butler. Cualquier idea que les venga bien que parezca crítica con el sistema la incorporan sin tamizar. Se forma así un pensamiento por acumulación o por hibridación que al final acaba estallando en contradicciones. Frente al tema Catalán no saben si moverse en lo populista, el acontecimiento, la identidad, lo hegemónico o un capítulo de Juego de Tronos. De ahí derivan gran parte de los problemas, indefinición del corpus teórico.
Tiene razón Monedero respecto a la pérdida de fuerza que se debe a la pérdida del momento populista poco a poco. La retórica populista se basaba en la diferenciación entre pueblo y casta. Un pueblo constituyente oprimido y engañado por una élite acomodada que utiliza el régimen del 78 para su propio y único beneficio. En aquellos momento Podemos intentó transformar a la plebe en pueblo mediante la indignación y el recurso al schmittiano del antagonismo ellos/nosotros. Estaban en el camino de generación del sujeto histórico de cambio. Pero eso se fue. Ya no está. Y la utilización de la idea “régimen del 78” puede atraer a izquierdistas trasnochados y amargados, pero hace retirarse a mucha gente que lo siente como un logro propio, que hay que cambiar sí, pero propio.
Monedero recomienda volver a la tensión para salvar ese “sujeto de cambio” pero sin comprender que en buena parte ese sujeto se está desconfigurando. Ha surgido otro “acontecimiento”, que diría Badiou, que incide en esa pérdida de fuerza movilizadora del pueblo. Si a eso sumamos que se apuesta, de forma indirecta eso sí, por lo nacional en Cataluña, el pueblo se desangra como sujeto de cambio en la transversalidad (no hay distingos entre nación, pueblo, raza, género, etc.). La activación del sujeto-pueblo se inscribe en la lucha contra la coalición dominante la casta, los de arriba. Sin embargo, la nación deriva de una fuerte carga emocional e irracional que asume a todas las personas bajo su manto, los de abajo y los de arriba son igualmente nacionales. El pueblo desaparece en la nación. Y esto no lo han sabido ver cuando hablaban de negociación y diálogo con la casta catalana. Se han lanzado contra el gobierno y demás partidos defendiendo lo irracional y, esto es importante, a la casta catalana del 3%.
Otro factor para la pérdida del pueblo es el juego de la cúpula de Podemos. Antes tan sólo se reivindicaban como los representantes máximos y totales del antagonismo entre pueblo y casta, donde el pueblo era bueno y el resto malo. Cuando se han visto frente a la tensión del agonismo político no han sabido quitarse de en medio y han cambiado la escisión casta/pueblo por régimen 78/aquellos que no pensamos igual. Y dentro de ese antagonismo han permitido que la propia soberanía catalana haya quedado pisoteada por aquellos a los que se abrazaban en una Asamblea en Zaragoza. Les da igual que la soberanía del pueblo catalán no se haya respetado, al fin y al cabo, los secesionistas son “uno de los nuestros”. Para el resto de España los secesionistas son tan malos como los malos a los que dicen atacar en Podemos. Ver a dirigentes como Pablo Iglesias o Colau defender a la casta del 3% es paradójico y destructor.
No han defendido al pueblo frente a la casta sino que allí, en Cataluña, la apoyan y se reúnen a cenar con ellos con ayuda de Roures. Y producto de esta pérdida de lo populista es el ataque al resto de formaciones atizando el fantasma del franquismo. Algo tan irracional como la defensa de una España imperial. A fin de retomar el pulso del sujeto-pueblo podían haber acudido al patriotismo popular (no la nación histórica), pero el voto en la urna de Colau disolvió esa posibilidad. Tenía razón Íñigo Errejón al centrarse en el patriotismo del pueblo para mantener el sujeto histórico de cambio, pero perdió y ahora le tienen escondido.
Han preferido jugar a las banderas sin ponerse debajo de alguna (comprensible) y sin reclamar el sentido patriótico frente a ambos nacionalismos y de ahí que vayan perdiendo apoyos de los “de abajo”. No se puede utilizar las identidades pueblo/nación sin haber cambiado ese significante (concepto), porque en el juego irracional de las identidades gana la construcción social que tiene mayor asentamiento interno y provee al inconsciente colectivo de una narración mítica (mitologema) movilizadora. El pueblo indignado ya no moviliza tanto como la nación indignada. Y en Cataluña hay tres naciones y ninguna es la de Podemos y los Comunes.
Al querer ser transversales y tener un significante vacío que llenan cada vez con nuevas aportaciones, para transformarlo en polisémico y que sirva para todo, pierden capacidad en su confrontación con la nación, que sí posee una fijeza y un mitologema. Por ello el pueblo se disuelve. A un independentista no se le puede poner en la tesitura pueblo/nación, siempre elegirá la segunda por todos los años de inoculación de mitos y afectos identitarios. Ada Colau, como buena populista, pretende juagar a pueblo y a nación, pero ¿cómo se lo explican a alguien de Bollullos del Condado? O a un señor de Badalona. En una lucha antagónica, como deberían saber en Podemos, o es uno o lo otro. Adiós pueblo, adiós. Adiós sujeto de cambio. Adiós sorpasso. Adiós hegemonía. Adiós bloque histórico. Porque si insultas, además, a los que no piensan como tú, poca alianza podrás establecer.
Y para más inri, a Pablo Iglesias no se le ocurre otra cosa que revestirse de Rojas Marcos y bajar a Andalucía para azuzar otra fuente identitaria. Para justificar su metedura de pata por apoyar a la casta del 3%, decide reescribir la historia y situar el andalucismo como precursor del referéndum secesionista. Mezclar un derecho derivado de la II República con un intento de secesión dista de mucho de asemejarse. Y todo ello al lado de Teresa Rodríguez, que hoy igual es Rosa Luxemburgo como mañana se viste de Mariana Pineda. Eso sí, siempre contra el PSOE más que contra el PP. Vuelve a destruir el pueblo polisémico con una nueva identidad que, además, ni es movilizadora, ni gusta a toda la ciudadanía andaluza. ¡Es que tiene un ojo! Pero siempre les queda su rememoración anguitiana: Contra el PSOE vivimos mejor.