Uno de los dolores más punzantes que he sentido por mi pueblo, tuvo su origen en la oscura decisión del cierre de una de sus Escuelas Públicas. Nunca, hasta entonces, había visto juego más sucio y deplorable, de una mojiganga que le bailaba el agua a la Sabia Señora de la taifa, como fiel mascarada a la ignorancia.
Hubo un tiempo en que creímos que Albox habría de ser Centro de Educación y de Cultura de nuestra comarca malherida. Y a esa causa nos entregamos, con la persistencia del agua en la roca sedienta, media tribu albojense. Era la fuerza de la poesía del espíritu, en la que no hemos dejado de creer. El resplandor radiante persistió, mientras vivieron quienes poseían el secreto de la lumbre avivada.
El cierre de la Escuela Pública “Francisco Fenoy” fue el comienzo de la sequedad y destrucción de todo aquello. Era un ataque en los mismos pilares de lo que habíamos construido. La muerte se había asentado con su ruindad, en los adentros de mi pueblo. Una partida de adoquines y cenutrios, tajados por encima de las cejas, sin atreverse a hablar –echados en su cobardía- bailaron la grotesca contradanza: Estos son. Miradlos bien. Tienen rostros y nombres. Los señalo ahí, retratados para la turbia historia, con su gesto de infamia para siempre.
Un pueblo (o un barrio) comienza -con su lenta agonía- cuando se apaga para siempre la luz de una Escuela, cuando desprende coágulos oscuros, y entra en una noche sin retorno. Por ahí empezaron su derrumbe tantos lugares, en los páramos desérticos y olvidados del país: sitios abandonados, tristes, fantasmales, vacíos de voces niñas, entre muros y techos desplomados.
Esta primera muerte, perversa, de mi pueblo, tendrá sus consecuencias. Ahí un hueco gigante que se traga el anhelo de conocimiento y de saber. La mano embrutecida que levanta su piedra amenazante y echa tierra sobre las páginas de un libro. Destruir aulas, deshacer lo creado, asustar las miradas infantiles.
Acabar con una Escuela Pública es signo de sinrazón y desvarío. Se desemboca aquí tras de un sombrío vasallaje al poder, que desprecia la claridad del pensamiento, y escoge su sometimiento al dinero, que siempre ignora la cálida respiración de las aulas. Ellos eligieron la tosca política de la ignorancia, para propagar la Andalucía cerrada y ágrafa de Susana Díaz, esa que se ha extendido como una mancha pavorosa.
Así, fueron llenándose del viento de embustes, traiciones y de promesas flácidas e inconsecuentes.
El fraude y la deslealtad al propio pueblo, la velada mano cainita que golpea el venerable cuerpo de la Educación, produce un daño irreparable de desamor, cuyas consecuencias destructivas sellan el mañana inmediato de mi pueblo.
El avance abierto de los pueblos ha de responder a una idea transparente de más Educación, mayor Cultura, más encendida intensidad y pujanza creadora. Lo contrario es arrancarle un ala, de manera bestial, al deseo de elevación de sus criaturas. Y esto estaba pasando, como un juego tristísimo, en Albox, sin que alcanzáramos a entender cómo se había gestado el furibundo ensañamiento.
Me hiela el ánimo constatar que se han jugado la Educación como cambistas, tahúres y fulleros, en el centro más hermoso, más noble y que más respeto exige de una comunidad. Y que esta manera de convertir el arte y la virtud en vicio, llega desde la Lumbrera Máxima, con su cohorte de sometidos y lacayos. Cada uno de ellos ha cumplido, con nauseabunda fidelidad, su papel en la farsa.
La bufonada cruel es una exaltación de la ignorancia, en un lugar que era un clamor de cientos de personas por la dignidad de la enseñanza, la rehabilitación del edificio y su mejora sustancial. Pero ya estaba decretado su derrumbe. Y era necesaria la cadena de destructores de lo público, que avanzaba sin ver, sin escuchar y ajena a la luz de la razón. El fundamentalismo, la rigidez mental, había poseído al socialismo, pervirtiéndolo hasta mostrarlo con rasgos irreconocibles.
Venía la tiniebla desde la orilla del Guadalquivir, como sentencia, ocupaba despachos, pasaba entre naranjos, enajenaba a la Virreina del Almanzora y, en fin, entraba con su ferocidad, llevada a cuestas por los Sometidos.
Como contestación, dijimos que, había que planificar hacia el mañana, amando y defendiendo la enseñanza pública, sabiendo que los pueblos no pueden dejar que desaparezca un servicio esencial, campo de irradiación del saber y el crecimiento, como una Escuela. Y que lo porvenir descubriría sus desastres.
Que toda normativa que, minaba los Colegios por dentro e iba instalando su dinamita, no era inmutable, ni dogma de fe reverencial, y que había que cambiarla a toda prisa; antes de que hiciera saltar Centros Educativos por los aires, con ferocidad brutal, en toda Andalucía, cercados por la sinrazón del dinero. O lo que es lo mismo, la irracional miseria.
La dictadura del dinero no entiende de sutilezas, matices, ni de sensibilidades afinadas por la Educación; ni de pueblos clamando por la Escuela. ¿Con cuánta inocencia, y dignidad, miles de personas, demandaban cuanto era suyo y de sus hijos?
Lo importante, para ellos, no puede dejar paso a la banalidad de la enseñanza. A tales lumbreras, tal política.
Mientras las cabecitas pensantes de Sevilla, y su tenebrosa cofradía, nos cerraban el Colegio en Albox; en Olula del Río, se levantaban museos, estatuas, y la Ciudad de la Cultura, sin que Doña Ilustrada, ni el Pájaro Falsario (provincial), que siempre desafina, se dieran por enterados, o dejaran de guerrear sordamente –sin entender, en su ignorancia- el sueño deslumbrante de Ibáñez para este valle huérfano.
Juan José Ceba es maestro, aljobense y candidato 11 en la lista de Adelante Andalucía por Almería