Pasar el expediente como un burócrata del siglo XIX y comienzos del XX, eso es lo que ha hecho el gobierno andaluz el Día de Andalucía. Mucho tuit, mucho meme, pero sin alegría. Envueltos en la bandera española, que en Andalucía nadie pone en disputa, han olvidado lo que supone el ser andaluz. Ya no es la pérdida de gracia, que eso se tiene o no, se sea andaluz o asturiano, sino la poca alegría en la celebración, en la conmemoración, en el sentir la región con orgullo. Ni Juan Manuel Moreno Bonilla, ni Juan Marín parecen sentir ese orgullo que en otras ocasiones se estilaba tanto en las celebraciones oficiales como en los actos distribuidos por toda la región.
Que alguien como Marín sea un sieso y más triste que la muerte de una madre no empece para que la institución a la que representan pase cumplida página al día grande de Andalucía. Cualquier andaluz de a pie se siente orgulloso de su tierra, como lo hacen otros españoles de las suyas, pero parece que el binomio gubernamental no. Al menos no se desprende así de sus palabras donde, como suele ser habitual, han recurrido a los típicos tópicos. Así Moreno Bonilla ha expresado que afronta con una «mezcla de ilusión, responsabilidad y expectativa» la tarea de luchar por el «bienestar del pueblo andaluz», lo que requiere «mucha exigencia, dedicación y audacia a la hora de tomar decisiones». Y eso, muchas personas se preguntarán, qué tiene que ver con Andalucía. El pacto con los neofascistas, que decían defender el flamenco pero quitan los dineros del Museo de ese mismo arte, les ha agriado el carácter y parece que deben justificarse a cada momento.
Susana Díaz tenía mucha más gracia y donaire en sus palabras. Puede que populista y demagoga, sí, pero en comparación con el dúo de la mentira transmitía cariño por “su” gente. Y, al menos oficialmente que no en preguntas de los plumillas, tampoco hacía proyecciones de Gobierno como los Presupuestos de 2019. Moreno Bonilla y Marín sí han tenido que sacar el tema sin percatarse que ayer no era día de política pequeña, sino de festividad y política grande. Mas quien es pequeño en todo no puede aspirar a ejercer el cargo que se ostenta con grandeza y altura de miras. Ayer no tocaba hacer campaña electoral, la cual acabó hace tiempo en Andalucía, sino en aportar alegría y vida a la Comunidad Autónoma. Aunque como ambos llevan puestos el traje de enterradores, de esos del Far West almeriense, se han propuesto liquidar lo que ha sido Andalucía estos 40 últimos años. La quieren sometida y puesta en manos de los nuevos señoritos. Por eso no enseñan sus presupuestos hasta después de las elecciones de mayo.
Y qué decir de Marta Bosquet, la presidenta del Parlamento andaluz de Ciudadanos. Sólo a una persona sin capacidad de analizar la realidad se le ocurre hacer un discurso contra la violencia machista (ya no porque no fuese el día apropiado, porque todos los días son apropiados para esa causa) cuando al lado y apoyándoles, en lo que supone la consagración del trifachito, tiene a los neofascistas que son negacionistas. Como ha dicho Mario Jiménez, quien se junta a Vox, para gobernar o en Colón, tiene poca legitimidad para hacer cuñadismo ideológico de tema tan grave. Usan siempre las instituciones y los días festivos para sacar temas que les puedan dar dos votos. Una cosa es que todos los políticos acuden a fiestas para que se les vea y hacer proselitismo, pero hacer campaña electoral supone insultar, en este caso, a los andaluces. Es obvio que les importa poco o nada Andalucía en sí. Sólo quieren sangrarla.