Después de los sucesivos fracasos de las izquierdas, incapaces de alcanzar un acuerdo de gobierno de progreso en un momento favorable, con las derechas vencidas y humilladas, más la mayoría de los nacionalistas en posiciones sensatas, tomé una decisión dura y dolorosa; el 10-N las urnas no contarían con mi voto.
Después con el paso del tiempo el cabreo de un primer momento dio paso a la reflexión serena. Recordé aquellos duros momentos donde luchábamos contra el franquismo, entre otras cosas para conseguir poder votar libremente, lo que me hizo cambiar de opinión; iría a votar aunque aún no sabía qué o a quién.
Las gentes de mi generación funcionamos de manera reflexiva, con la razón, condicionados por nuestro concepto ético, pertenecemos por eso a una especie en vías de extinción en un momento de decisiones impulsivas, a menudo irreflexivas y banales.
Por eso aguanté con espíritu masoquista el debate de ayer, dejé una parte de mi derecho al descanso intentando percibir indicios que ayudaran a decidir mi voto, sabiendo que siempre iría dirigido a opciones de izquierdas.
Fue una decepción, escuché más de lo mismo, la misma cantinela cansina y pocas certezas después del constante bla, bla, la de los líderes que ya parecen viejos a pesar de su juventud. Vi a un Pablo Iglesias enquistado en su “sillonitis”, que me lleva a descartarlo como opción electoral.
Qué tropa señor, pensé justo al principio del esperpento, sensación agudizada a medida que pasaban los minutos, las horas. Ignoro si fui un bicho raro o hubo más gentes, especialmente en la izquierda, que tuvieron la misma sensación de hastío y frustración.
Siempre he pensado que la izquierda debería estar trabajando para intentar transformar la sociedad por encima de tacticismos electoralistas y no sólo en interpretarla a través de encuestas como sucede ahora. De ahí una parte de mi decepción que me llevaba a un aluvión de interrogantes.
¿Por qué Pedro Sánchez no defiende ahora los principios por los que muchos le apoyamos durante su campaña en las segundas primarias? ¿Por qué ahora en lugar de buscar soluciones políticas para las tensiones centro-periferia opta por medidas duras y punitivas? ¿Por qué sustituye ahora el diálogo y la negociación por el palo judicial y policial? ¿Dónde queda ese concepto que comparto de “España como nación de naciones”, como Estado Federal Plurinacional?
Complejas preguntas que llevarían para una tesis en la Universidad de Políticas. Pero algo sí parece evidente, que el delirio de su gurú de cabecera le lleva a decir alguna insensatez como la de prohibir los referéndums.
Por dos razones que si lee estas líneas entenderá con facilidad. Porque los referéndums ilegales ya están prohibidos y si no que se lo cuenten Junqueras y compañía y porque existe un mecanismo que los hace legales y mira tú por dónde figura en la sacrosanta Constitución, en su artículo 92.1 que señala: “Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos. El referéndum será convocado por el Rey, mediante propuesta del Presidente del Gobierno, previamente autorizada por el Congreso de los Diputados”.
¿Pretende entonces Sánchez prohibir algo que garantiza nuestra Constitución? ¿O simplemente no lo sabía y se tiró a la piscina sin agua?
Pero lo más preocupante y de ahí el título de este artículo, fue la incongruencia de que después de reconocer que PP, Cs y VOX representan la versión más cutre y extrema de dicha ideología, fuera capaz de pedirles su ayuda para poder gobernar. Se supone que en forma de abstención ya que parece y esto me lo creo, que descarta la “Grosse koalition” a la alemana.
Creo que si es así ignora que comenzar dirigiendo un gobierno con la abstención de un PP crecido, más una extrema derecha al alza, le va a llevar a que le dejen cocerse a fuego lento de las diferentes crisis (Catalunya, Brexit, crisis económica) y cuando las encuestas les den para gobernar dejarle caer.
O sea a una legislatura corta en la que tendrá que asumir una parte del ideario derechoso para su gestión, convirtiéndose en un traidor para una parte de su base social entre la que me encuentro.
Y aquí viene mi pregunta a Pedro Sánchez que decidirá mi voto el próximo domingo: ¿De verdad vas a ser capaz de acceder a la presidencia del gobierno con la abstención de la derecha extrema que hoy representa el PP? ¿Sí, o no? Sin soliloquios por favor.
Dudo mucho que lea esta reflexión y mucho menos que me conteste, por lo que tendré que tomar la decisión por la percepción, por las ondas magnéticas que perciba. Pero tiene toda la pinta que va a tener que ser dolorosa.
Querido compañero Pedro, te apoyé a muerte en los momentos difíciles, llevo votando al PSOE desde 1991, pero ahora no me fío nada, por eso recurro a este método para eliminar mis dudas, a esta pregunta que desde posiciones de izquierdas debiera ser fácil de contestar.
Veremos……….