Se acabó el tiempo de los doce mil canteranos disputando encuentros que solo servían para ir cogiendo ritmo. La caída de la gira por Asia, que también ha afectado a equipos italianos, ingleses y al PSG, ha provocado que el Atlético de Madrid se vea en la obligación de llegar a su tercer partido amistoso sin rodaje pero con la imperiosa necesidad de no hacer probaturas más allá de algún detalle. Los que jueguen esta noche contra la Juventus tienen muchas probabilidades de ser titulares frente al Villarreal dentro de una semana.
Será un partido con la intensidad necesaria para replicar lo que va a ser el debut liguero. Sin los esperados refuerzos —Gallagher va a obtener la pensión de jubilación antes de oficializarse— y con más déficits de lo esperado al comienzo de la pretemporada. El Cholo Simeone se lleva para el partido un número de jugadores similar al de un partido de competición. Los que tiene disponibles, en realidad. Oblak sigue con las molestias de la Eurocopa. Giménez está siendo cuidado con especial esmero por ser un futbolista de cristal, lo que sucede de igual forma con Lemar y Molina (en este caso debe haber llegado en mal estado físico). Vermeeren, Carlos Martín y Galán apuntan a salir (dos cedidos y el otro ¿vendido?) en breve y se protegen. Y no hay más.
Pese a lo que se vende desde las altas esferas, con esta convocatoria quedan claras las carencias del Atleti. Una defensa con lo justo, o menos de lo justo, donde Le Normand es la única alta y el resto jugadores mayores a los que no habría que exigir demasiado. El resto para cubrir huecos, jugadores del filial verdes aún. En el medio del campo la situación tampoco es para echar cohetes pues es obvio que dos jugadores, o más, serán carrileros y no mediocampistas. Quedan cuatro, eliminando a los dos chicos del filial, dos que sí deberían llevar la manija, uno que saldrá seguro por carecer de calidad suficiente para un equipo como el Atleti y un cuarto que no se sabe dónde jugará. La delantera es lo único decente, aunque con uno que se quiere largar (senderista portugués) y veremos si uno o dos que acaban saliendo.
A pesar de ese panorama, el Cholo va a disputar el encuentro como si fuese casi de competición. Va a exigir a los que jueguen que aprieten los dientes como si fuera un partido de Champions. Es un partido con fuego real y ese puede ser el problema en realidad. Sin Julián Álvarez, ni el inglés todavía, el equipo se enfrenta a sus propios miedos y vergüenzas del año anterior. Es una prueba que puede arañar —tampoco se puede decir dañar tan pronto— el ánimo de la hinchada respecto a lo que vendría a ser la temporada, especialmente para mal. Porque si fuese para bien, mediante algún tipo de goleada, al final sería para mal porque Miguel Ángel Gil podría entender que no hacen falta más movimientos y dejar al equipo con esa cojera que se ve perfectamente en la lista de convocados.
No es un partido amistoso más. De esos de simple preparación. En esta ocasión hay mucho más en juego. Algunos se lo perderán porque seguramente vayan en masa al aeropuerto para ver la llegada del delantero argentino, pero los que queden viendo el partido estarán analizando todo al detalle. Lo del año pasado, ese dejarse llevar porque sí en algunos partidos, no se puede permitir este. Al Cholo se le mirará con lupa si tiene al equipo preparado, más allá de que se incorporen realmente los dos nuevos fichajes, para el comienzo. Y se calibrará al marido de Erika por si está por jugar o por hacer unas risas. De todos, Sørloth es el que menos peligro corre, salvo que falle lo que no hacía Morata, algo casi imposible. Prueba con fuego real a una semana del comienzo de La Liga.