Están los socialistas del PSOE, porque socialistas hay a millones fuera del PSOE, alborotadillos con la configuración de las listas. En algunas provincias se creyó la militancia que sí que la democracia desde abajo había llegado y en otras están purgando a base de bien. En todos los casos, salvo alguna excepción a destacar, desde Ferraz lo único que quieren es garantizar la pureza de sangre sanchista de los representantes políticos. Da igual que sean estúpidos o incapaces de sumar dos y dos, si tienen la cualidad de ser sanchistas fidelísimos, son válidos. Porque el César del PSOE, como le ha pasado a todos los grandes ególatras de la Historia, entiende el partido en términos antagónicos, o me eres fiel o ya eres mi enemigo. Bueno si se es amigo del César se coloca uno o una aunque sea a martillazos.
Ignacio Urquizu es el vivo ejemplo de político que ni es sanchista, ni es fiel al Emperador de Ferraz. Es leal al PSOE, como la mayoría de la militancia, pero tiene criterio propio. El sociólogo obtuvo más del 90% de los apoyos de las bases en su provincia, pero su sangre es impura. Así que debido a esa impureza y a querer seguir teniendo sus propias ideas ha sido laminado por el yugo opresor de la Comisión de Lista, que es lo mismo que decir José Luis Ábalos, que es lo mismo que decir Pedro Sánchez. Lo mismo ha ocurrido con Antonio Pradas, de los más votados en su provincia de Sevilla, pero que ha sido ajusticiado por ser susanista y declarado opositor al jefe de las huestes del PSOE. Todo aquel que no tenga pureza de sangre sanchista va fuera salvo alguna excepción, en la cual se observa el miedo del dirigente máximo.
Por el contrario si eres amigo del jefe, aunque jamás hayas demostrado ninguna aptitud política, o las bases de tu federación ni te quieran, acabas dentro de las listas. Es el caso de Ibán García del Blanco. Odiado en León, donde es conocido como el Guadiana porque aparece y desaparece según haya o no algún carguito que rascar, a quien han intentado colocar. Es sanchista de primera hornada (aunque estuvo un tanto tapado antes de las primarias) y como va de cultureta por la vida le viene bien a Sánchez tener alguien en ese sector. No gusta, pero como es amigo y tiene pureza de sangre ¡¡a las listas!! Aunque haya que defenestrar a otro sanchista pero que seguramente su sangre sea sanchista al 75%. Era tal la vergüenza que al final no se han atrevido ¿Habrá llamado el ex-presidente Rodríguez?
Luego hay casos como lo que ha pasado en el PSOE de Madrid. No sólo es que se carguen a Antonio Miguel Carmona, que fue el senador más votado entre los hombres (con gran diferencia), sino que el mecanismo de creación de las listas ha estado plagado de irregularidades. José Manuel Franco debía estar aterrado ante la posibilidad de que hubiese algún levantamiento y no permitió a la militancia presentarse en las listas a nivel regional. Explicamos la argucia contraria a los principios democráticos. Toda la vida se han propuesto nombres desde las agrupaciones y se mandaban con votación o por aclamación a la Comisión regional del Listas. Allí el chalaneo se efectuaba y ya. Ahora al ser listas abiertas lo que se ha hecho es presentar una lista desde la Ejecutiva pero no abrir la posibilidad a que se presenten militantes para que les voten en las distintas agrupaciones. El sistema ha cambiado pero Franco y su aparato han mantenido lo local para dar apariencia, cuando en realidad estaban cometiendo un fraude de ley. Debería haber enviado la Ejecutiva Regional un comunicado posibilitando que cualquier militante, especialmente los militantes directos que no tienen agrupación, presentase en Buen Suceso (o de forma electrónica) su candidatura y se votase en todas las agrupaciones, tal y como indica el Reglamento. Ha negado Franco el sufragio pasivo a miles de militantes del PSOE de Madrid. Pero no pasa nada porque él es puro de sangre sanchista (o guerrista, o leguinista, o cabaquista, o el que venga después).
Están enfadados algunos sanchistas con lo ocurrido en Castilla-La Mancha porque no ha habido retoques por parte de Ferraz, hasta el momento. Lo único fue el momento ególatra de Magdalena Valerio que no quiso presentarse para que la votasen en su provincia, pero sí que apretó para que la situasen como número uno. Algo que no veía mal nadie, de hecho Bellido se apartó rápidamente. Pero en el resto de provincias, salvo algún intento de Santos Cerdán (bajo mandato de Lastra) y con la ayuda de una trabajadora del Congreso de los Diputados que fracasó, ha salido básicamente lo que han entregado desde la Ejecutiva regional. Y no es porque Emiliano García-Page sea ahora sanchista, ni lo es, ni tiene intención de serlo. Más bien es porque para Ferraz Castilla-La Mancha es como si no existiese. Saben que la mayoría ni son leales, ni palmeros, ni tienen pureza de sangre. Pero, además, seguramente sea García-Page el único barón que gane (incluso cerca de la mayoría) y temen que les ponga la cara roja en su momento. Así que hay una tregua, aunque Sánchez se la tiene jurada pero no tiene valor de enfrentarle. Y como los diputados son pocos no van a entrar en una guerra de la que puede salir escaldado. Saben que deben dar apariencia de pluralidad y Castilla-La mancha y en parte Extremadura les sirven para eso.
Pero ningún rastro de marxistas en las listas. Ni rastro de las gentes que apoyaron a Pérez Tapias. Ni rastro de gente que pueda pensar por sí misma. Ni rastro de personas que valoren más que nada la libertad de pensamiento, algo prohibido y perseguido (José Antonio Rodríguez y otros jefes regionales lanzan sus huestes contra periodistas y militantes en redes). En el PSOE sanchista no hay libertad de pensamiento, sólo cabe lo que diga el santificado dirigente máximo. Ni en la época de Felipe González, allá por 1979-1984, hubo menos pluralidad en las listas que hoy en día. Guerristas y renovadores compartían y se repartían los cargos, incluso había una corriente llamada Izquierda Socialista que hoy ha desaparecido en manos de Lastra. El sanchismo sólo tiene una máxima, muy orwelliana por cierto, “Sánchez es el socialismo; el socialismo es Sánchez” y quien se salga de ese guión y ose pensar, y no digamos ya hablar, contra lo que hace, siente, come, baila o dice el supremo hacedor del PSOE es un impío que merece ser ajusticiado. Y señalado.
El odio del sanchismo a todo lo que no sea el sanchismo está apartando al 50% de la militancia (que es la que no votó al César) y eso no había pasado jamás en el PSOE. Cambiar la cultura del partido, como está haciendo Sánchez y toda la hueste de pelotas del aparato, que eran tan mediocres que jamás destacaron en nada, pero llevan años en viviendo del cargo público, es peligroso porque si Sánchez no logra ser presidente del Gobierno y dimitiese (algo imposible en el caso del secretario general) dejaría un partido arruinado y lleno de odio. Sánchez sólo entiende la política desde el YO, jamás el nosotros plural, crítico y abierto. El “Nosotros” de Sánchez es la colección de amigos que tiene colocados por todos lados. Si pierde lo que puede llegar a pasar en el PSOE no garantiza que llegue a cumplir los 150 años. González era muy persuasivo con el partido, pero Sánchez quiere un Partido Sanchista O Español.