El discurso de Carles Puigdemont ha estado muy calculado y no ha sido otra cosa que una respuesta al que pronunció ayer Felipe de Borbón. Se ha calculado incluso la hora y el simbolismo que ello conlleva: ha sido la respuesta de un Jefe de Estado a otro Jefe de Estado, es decir, dando por hecho el papel que desde el Govern le quieren dar al President actual tras los resultados de la consulta del pasado domingo. Por tanto, los dirigentes de la Generalitat ya dan por hecho una Cataluña independiente.
En respuesta a la dureza de Felipe de Borbón, Puigdemont ha hecho constantes apelaciones a todo aquello que no dijo el Jefe del Estado español: diálogo, consenso, negociación y, sobre todo, mediación. ¿Una mediación, para qué? ¿Acaso el Govern pretendan que vengan otros para arreglar sus problemas? ¿Piensan que la presencia de esos mediadores va a hacer cambiar de idea a Rajoy y a Felipe de Borbón? Si lo hacen es que son unos ingenuos. La petición de mediación es, más bien, un modo de reforzar el relato de los independentistas, un paso más que conduce a la declaración unilateral de independencia. Lo primero que hace falta para mediar es que ambas partes se acepten, algo que es imposible, y, sobre todo, que esas partes estén dispuestas a ceder. Cualquier persona con lógica sabrá que eso es imposible, salvo que esa mediación se plantee en un escenario de hechos consumados.
Al igual que Felipe de Borbón, Carles Puigdemont ha hecho un discurso que divide, por más que se quiera haberle dado una pátina de palabras empáticas. Realmente, se estaba dirigiendo a los suyos, a quienes están a favor de la independencia. En este sentido ha dejado un mensaje muy peligroso: «todos los catalanes pensamos igual». Esa expresión es la que ha intentado transmitir. No las ha pronunciado, pero flotaban en todo el discurso. Lo que sí ha dicho es «somos un pueblo unido» cuando, en realidad, es lo contrario. Puigdemont se olvida de que votó sí a la independencia sólo un 36% del censo catalán y no puede afirmar que hay unidad.
Tiene razón Puigdemont al afirmar que «Así NO» cuando se refería al discurso del Jefe del Estado español. Sin embargo, eso también se lo debería aplicar a él, porque el discurso de hoy, por muchas referencias al diálogo y al consenso, era totalmente segregacionista puesto que sólo se dirigía a los suyos, no a todos los catalanes ni, por supuesto, a todos los españoles.
En Cataluña nos estamos encontrando con una situación de exaltación de la división, separar más a los partidarios de la independencia de los que no lo son. Y eso no es el modo en que se puede entender un proceso democrático. Hay que dialogar, sí, claro que sí, y en el discurso de ayer de Felipe de Borbón faltó clamorosamente una referencia al diálogo y se expuso una exaltación de la imposición, pero el President de la Generalitat debe entender que para iniciar un diálogo hay que presentarse en igualdad de condiciones y no planteando hechos consumados porque eso es una imposición, la misma imposición que expuso ayer el Jefe del Estado español. Puigdemont hoy ha potenciado aún más la división y ha hecho más grande la separación entre unos y otros.
Finalmente, es curioso cómo en política se utilizan las armas del contrario en beneficio propio. Puigdemont ha hecho una referencia a la Constitución y al cumplimiento de la misma para que se respete el papel que le otorga la Carta Magna.