Sería muy injusto decir que Wawrinka jugase mal está final de Roland Garros. Simplemente jugó a lo que le dejó Rafa Nadal. Una vez más imperial desde que saltó hasta la pista hasta que volvió a morder por décima vez el trofeo que condecora a los mejores en París.
El guion de la película “El curioso caso de Benjamin Button” muy bien pudiera haber sido escrito para el balear. Que cumplió 31 años mientras que estaba haciendo camino en la capital francesa para conseguir un nuevo triunfo.
Esta final duró lo que tardaron en disputarse los primeros cuatro juegos. Fue ponerse Nadal con el 2-4 y a partir de ahí solo hubo un tenista. El que hizo morder la bola a Wawrinka, romper una raqueta o rendirse a su rival aplaudiendo alguno de sus maravillosos golpes.
Rafa, lo dicen los verdaderos entendidos, ha jugado su mejor Roland Garros. El primer tenista en ganar diez veces un Gran Slam. Le ha costado pero por fin parece que los franceses se han rendido a la evidencia. Nadal es el mejor jugador de la historia, cuando menos, en tierra batida.
Apenas necesitó de menos de dos horas y media para derrotar a Wawrinka con un 2-6, 3-6 y 1-6. Mostrando una superioridad que pocas veces se ha visto en una final de Roland Garros. Como decía un chaval por televisión Rafa es la bomba. Demostrando que está en condiciones de darnos todavía muchas alegrías. Su fe y su estado físico así lo demuestran. Rafa Nadal apabulla a Wawrinka en tres sets, y gana su décimo Roland Garros haciendo historia.