Cuando se es el albacea del propio mentor y amigo, con el cual has trabajado más de 25 años, lo normal es que al escribir unas memorias, se defienda a esa persona. Es lo honorable, más cuando la realidad dice que lo que estás defendiendo es la verdad. Los recuerdos del Prefecto de la Santa Sede (aún sigue siéndolo pese a que no ejerza por decisión papal), Georg Gänswein, escritos junto a Saverio Gaeta, estuvieron envueltos en la polémica cuando estaban sangrando en la imprenta. La filtración de algunas frases, con el cuerpo casi caliente de Benedicto XVI, era una estrategia de la curia vaticana contra no se sabe bien quién.
La realidad es que al leer el libro, editado por Desclée De Brouwer, Nada más que la verdad, no se encuentra esa polémica por ningún lado. De hecho, son numerosas las páginas donde el propio obispo denuncia esa mala fe de la prensa y la curia romana en tomar la parte por el todo para hacer daño a la imagen, en este caso, de Benedicto XVI. Esa polémica contra el actual pontífice romano se desmonta al leer las páginas finales del libro, las que están dedicadas a los últimos momentos del emérito. Claro que le pudo sentar mal a Benedicto que Francisco eliminase algunas pautas dadas por él respecto al rito antiguo, pero cuenta el libro que lo asumió como debe hacer un obispo ante el primero de todos ellos. No hay más donde rascar y lo mismo ocurre con otras situaciones que habían sido dialogadas por los dos pontífices mucho antes.
Estas memorias comienzan justo en el momento en que Joseph Ratzinger, cuando era el panzer cardinal, llama a un joven Gänswein (experto en derecho canónigo) para trabajar a su lado en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Realmente, antes de lo memorístico hay una breve introducción sobre la vida del cardenal antes de llegar a Roma por mandato de Juan Pablo II, pero lo mollar, por desconocido, comienza con esa petición. La cual se extendió hasta el papado y el retiro. Durante todo el texto se muestra claramente el sentimiento de fraternidad del joven obispo con su mentor y amigo. La misma dulzura en el trato que tenía Ratzinger es utilizada por su albacea para recordarle.
En estas páginas descubrirán algún secreto banal, de funcionamiento (ayuda a comprender ciertos aspectos organizativos de la Iglesia en su más alto nivel), de Estado (Gänswein reconoce que fue a él a quien robaron los papeles del Vaticanleaks) o de calidad humana de ciertas personas. No se esconde el alemán al señalar a los correveidiles vaticanos (véase el punto “Todo un conjunto de miserias humanas”), ni el trato recibido por el Papa emérito por algunos medios de comunicación o curiales vaticanos. También se sabrá, en parte, cómo fue el cónclave sucesorio de Benedicto y cuáles eran sus preferencias personales (uno el cardenal Angelo Scola, hoy cuasi defenestrado como casi todos los que son cercanos a Comunión y Liberación). Pero todo ello con elegancia, sin necesidad de señalar con ensañamiento.
Un libro elegante con Benedicto, algo menos con la prensa que se queda con frases sueltas y no con el discurso completo (algo de lo que se ha quejado también Francisco) y defendiendo con datos y hechos las polémicas que le han encasquetado a Benedicto, tanto de prefecto como de pontífice. Así, no le importa explicar lo que sucedió realmente con algún que otro escándalo. Pero esto, siendo importante, no es lo más destacable del libro, ya que todo el pensamiento del gran teólogo que fue Ratzinger se encuentra disgregado por todo el libro. Es mucho más un ejercicio memorialístico de la teología/pensamiento de su mentor que una colección de chismes.
Un libro tierno, dinámico y magisterial durante la mayoría de sus páginas que se ha visto envuelto en una polémica creada con aviesas intenciones. Muy recomendable para todos aquellos que deseen acercase a la figura de Benedicto/Joseph con una visión poliédrica. Si buscan el chisme, no es su libro. Si buscan a la persona tras la sotana blanca, sí. Gänswein ha tratado con sumo mimo la memoria de la cual el propio Benedicto le hizo albacea.