La desigualdad de género sigue siendo uno de los desafíos más apremiantes que enfrenta el mundo del trabajo. Las mujeres tienen muchas menos probabilidades de participar en el mercado de trabajo, una vez que se incorporan, ellas tienen mayores dificultades para encontrar un empleo y, cuando lo encuentran, la calidad de su empleo sigue siendo una gran preocupación, dice un nuevo informe de OIT.
La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo es un primer paso importante. No obstante, en 2017 la tasa mundial de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo – de poco más de 49 por ciento – es casi 27 puntos porcentuales inferior a la tasa de los hombres (cuadro 1), y se prevé que permanezca invariable en 2018.
En 2014, los líderes del G20 asumieron el compromiso de reducir la disparidad entre las tasas de participación de los hombres y las mujeres en 25 por ciento para 2025.
El informe, Perspectivas sociales y del empleo en el Mundo (WESO) – Tendencias del empleo femenino 2017, estima que si este objetivo se realizara a nivel mundial, tendría el potencial de aportar 5.800 millones de dólares a la economía global. Además podría generar enormes ingresos fiscales.
Disparidad de género en las tasas de participación en la fuerza de trabajo y el potencial impacto de la reducción de esta brecha
Promover el bienestar de las mujeres
Además de los considerables beneficios económicos, incorporar a más mujeres en el mundo del trabajo tendría un impacto positivo en su bienestar, ya que a la mayoría de las mujeres le gustaría trabajar. “El hecho de que, a escala mundial, la mitad de las mujeres esté fuera del mercado de trabajo, cuando 58 por ciento de ellas preferiría tener un empleo remunerado, indica claramente que existen importantes dificultades que están limitando sus capacidades y su libertad de trabajar”, declaró la Directora General Adjunta de Políticas de la OIT, Deborah Greenfield.
“Por lo tanto, para los encargados de diseñar políticas la preocupación inmediata debería ser aliviar las restricciones que enfrentan las mujeres cuando deciden entrar al mercado de trabajo y eliminar los obstáculos que deben superar una vez que están en el lugar de trabajo”.
Los niveles de desempleo siguen siendo más altos para las mujeres que para los hombres
Cuando las mujeres participan efectivamente en el mercado de trabajo, ellas tienen mayores probabilidades de estar desempleadas que sus colegas hombres.
A nivel mundial, la tasa de desempleo de las mujeres se sitúa en 6,2 por ciento en 2017, lo cual constituye una diferencia de 0,7 puntos porcentuales con la tasa de desempleo de los hombres de 5,5 por ciento. En 2018, se estima que ambas tasas de desempleo permanecerán sin variaciones, manteniendo por lo tanto la brecha en su nivel actual, sin poder anticipar ningún progreso antes de 2021 en base a las tendencias actuales.
Las mujeres tienen limitadas alternativas profesionales
Entre las mujeres empleadas en el mundo, alrededor de 15 por ciento son trabajadoras familiares no remuneradas frente a 5 por ciento entre los hombres. En los países en desarrollo, donde cerca de 36,6 por ciento de las mujeres y sólo 17,2 por ciento de los hombres están empleados como trabajadores familiares no remunerados, la disparidad es mayor, de 19 puntos porcentuales.
La preferencia y la decisión de una mujer de participar en el mercado de trabajo, y el acceso a empleos de calidad, pueden verse afectados por una serie de factores, como la discriminación, la educación, las tareas de cuidado no remuneradas, el equilibro trabajo/vida familiar y la situación matrimonial. El conformismo con los papeles de género también desempeña un papel importante en la limitación de las perspectivas de trabajo decente para las mujeres.
“Hay que comenzar por cambiar nuestra actitud con respecto al papel de la mujer en el mundo de trabajo y en la sociedad. Con demasiada frecuencia, algunos miembros de la sociedad afirman que es ‘inaceptable’ para una mujer tener un empleo remunerado”, señaló Steve Tobin, principal autor del informe.
El informe expone la necesidad de estrategias para mejorar la igualdad de las condiciones de trabajo y redefinir los papeles de género. Esto incluye promover la igualdad de remuneración para trabajo de igual valor, abordar las causas profundas de la segregación profesional y sectorial, reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidado no remunerado, y transformar las instituciones para prevenir y eliminar la discriminación, la violencia, el acoso contra las mujeres y los hombres en el mundo de trabajo.
“Las políticas deberían abordar los factores socioeconómicos que influyen sobre la participación al introducir medidas que mejoren el equilibrio entre el trabajo y la vida familiar, que generen y protejan empleos de calidad en la economía del cuidado, y medidas dirigidas al contexto macroeconómico y a la economía informal”, concluyó Steve Tobin.