La locura intelectual en la que se encuentra el cuñadismo ideológico es tal que son capaces de optar por propuestas ideológicas y filosóficas ajenas completamente a su ideario sin percatarse de ello. Si ven que suena bien el concepto lo toman y lo adornan para que parezca que es propio. No se percatan de las contradicciones inherentes a esas mezclas. Saben que el común de los mortales no son capaces de desentrañar de lo que hablan, pero a poco que alguien se atreva a mirar un poco en el significado, o se haya estudiado el tema (por obligación o devoción), descubre que la contradicción está ahí, que es todo un mecanismo de ocultación de las verdaderas intenciones. O peor aún, producto de una ignorancia enorme, lo que en el caso de Albert Rivera es lo más probable.
En esta ocasión, ha llegado a tanto el atrevimiento que Rivera quiere apropiarse del discurso de José Antonio Pérez Tapias. No es que se propio y completamente ideado por el profesor de filosofía, pero sí que ha trabajado sobre ello y ha sido de los más firmes defensores de esos postulados, como se verá. Pérez Tapias nos sirve como símbolo para la descripción de la grosería intelectual del jefe de la secta naranja. Imaginen al señor de la bandera de España afirmando, ahora, que defiende una posición que ha sido desarrollada por la marxistoide Escuela de Frankfurt, por el ex-dirigente de la izquierda socialista en España o, incluso, por Izquierda Unida, por no hablar del uso metafórico que también utilizó el ex-presidente Rodríguez. Por tanto, como veremos, Rivera defiende ahora su posición política con elementos de una izquierda más allá de ese mal que él dice que es el sanchismo.
“El patriotismo constitucional es el mejor antídoto contra el nacionalismo y el populismo” ha dicho Rivera en Navarra. Y tiene toda la razón. La contradicción es que la frase es puesta en circulación por una persona que es a la vez populista (del sistema que diría Alain Minc) y nacionalista (de España). No se queda ahí el patrón de la secta naranja sino que insiste en el tema al decir que “los liberales tienen que defender el patriotismo como hicimos en Alsasua”. Siguen aumentando las contradicciones. Primero, no todos los liberales defienden el sentido del patriotismo constitucional que es republicanista. Los neoliberales, como Rivera y su alegre muchachada, mucho menos. Y justo lo que hicieron en Alsasua fue todo lo contrario al patriotismo constitucional, fue un acto de centralismo nacionalista español. “No les gustó a los que no respetan la constitución y odian a los servidores públicos como la Guardia Civil” termina el argumento para mostrar no sólo el odio que quiere inocular en la convivencia, sino también una nueva contradicción. En Alsasua, donde los partidos más votados son de carácter estatal conviene recordarlo, no hubo un acto de terrorismo, ni de falta de respeto a los valores constitucionales (mediado por ataques a los cuerpos de seguridad del Estado), sino una pelea de bar como se ha demostrado con pruebas en la televisión ETB. Como mucho habría un atentado contra la autoridad, pero eso no es saltarse la constitución. Es el nacionalismo perverso y agresivo de Rivera el que le alienta a decir eso. No hay patriotismo constitucional.
Recomendable es que lean a Pérez Tapias en su dos libros (Invitación al federalismo y Por un socialismo republicano) para entender que el constitucionalismo republicano es otra cosa. En la brevedad que requiere este artículo baste decir que la propuesta, creada para superar los dilemas nacionalistas de la Alemania post-nazismo y desarrollada por Jürgen Habermas, está encaminada a dotar a la articulación territorial Estado de una nueva identidad colectiva, con el fin de generar una comunidad política que integre las cuestiones identitarias de una sociedad plural en sus identidades. Lo que prima no es la soberanía nacional, propia del pensamiento liberal, sino la soberanía popular del republicanismo. El patriotismo constitucional apuesta por la unidad en la diversidad apostando por lo que es común a ese grupo social, pero construido mediante la participación de la ciudadanía. Es la construcción de ciudadanos libres en todos los sentidos posibles que participan en una radicalización de la democracia. Es democracia participativa y no representativa lo que hay detrás del patriotismo constitucional. No es una identidad que oprima a las demás, como suele ofrecer Rivera, sino una identidad que sobrepase a las identidades singulares. Y nada mejor que apostar por el federalismo como mecanismo político para ello. Pero esto ni por asomo lo defendería Rivera.
El patriotismo constitucional respeta a las minorías porque parte del reconocimiento de la dignidad de cada individuo. También el respeto para las comunidades imaginadas (Benedict Anderson) que operan como canalizadoras de demandas políticas. Y claro todo esto falta en el discurso de Rivera pues él no respeta a los que se piensan diferente (catalanes, vascos, gallegos o valencianos), él no quiere que haya una pluralidad de yoes colectivos, sino sólo uno español muy español. Su patriotismo constitucional no se genera desde la soberanía popular sino desde la soberanía del mercado que es algo muy distinto. Decía Maximilien Robespierre que “todos los ciudadanos, sean quienes sean, tienen derecho a aspirar a todos los grados de representación”, también en la conformación de su propio yo común que se encuentra incardinado en el patriotismo constitucional. Sin embargo, Rivera va por toda España regañando a los españoles que quieren serlo sin dejar de pensarse de forma distinta a la que quiere el dirigente naranja. Rivera no apuesta por el patriotismo sino por la homogeneidad identitaria y social. No quiere ciudadanos, paradójicamente, sino una representación de la Sociedad Civil (empresas, lobbies, etc.) porque es liberal no republicanista. Para Rivera patriotismo es una forma encubierta de nacionalismo asimilador.
No es que la Constitución se constituya, como quiere Rivera, en elemento sagrado que no se puede tocar, ni alterar, salvo comisión de un pecado (salvo si los poderes fácticos piden que se haga a toda prisa, por la puerta de atrás y con nocturnidad y alevosía, como pasó con el artículo 135), es que la Constitución fluya tanto como desee el pueblo en libre deliberación para apostar por lo que es común a todos. No es hacer patria de un elemento legalista como es una constitución, sino que ese elemento recoja lo que constituye la patria. Esto es, la patria en sí es anterior a su consolidación consuetudinaria por los mecanismos del debate, el diálogo y el consenso. Luego sí puede pasar a actuar como elemento simbólico, que no deja de ser necesario para la convivencia social. Esa es la libertad republicana, que en nada se parece a la libertad (de mercado o empresarial) que dice defender Rivera. Retomando a Robespierre, también afirmaba que “la libertad de comercio es necesaria hasta el límite en que la codicia homicida empieza a abusar de ella”. Para Rivera y sus agentes del Ibex-35 no hay abuso suficiente (se ha visto con el conflicto del taxi y las privatizaciones de la sanidad), por eso no pueden sostener sin que haya una sonrisa detrás el patriotismo constitucional. Porque en Ciudadanos no hay soberanía popular, ni nacional, sino sólo la del capitalismo imperialista.
Es tal la indeterminación del cuñadismo ideológico que son capaces de apropiarse del discurso que hemos querido simbolizar en Pérez Tapias. Justo lo contrario a lo que ellos representan realmente, después de quitarles las máscaras, los disfraces y bajarles del pedestal del espectáculo. El problema es que los ignorantes que pululan por los medios de comunicación, que quieren hacerse los intelectuales, se lo comprarán y los extenderán. O igual ya nadie se lo compra porque no sabrían defenderlo desde los diversos púlpitos de la Caverna. Al menos, ustedes que tienen la deferencia de leer estos textos tienen algún elemento para no dejarse engañar con palabras altisonantes que parecen encajar con sus deseos. Y, evidentemente, encajan pero no por lo que representan en manos de Rivera y su secta, sino por lo que de verdad ahí en el concepto que es algo muy diferente.