Ya adelantamos en estas mismas páginas que el PSOE y su secretario general saldrían a la palestra mediática y política cuando fuese necesario y con la intención de solventar realmente el conflicto catalán. La actitud de Estado, que se reclamaba ante cualquier chisme, ha estado presente en la actuación de la Ejecutiva socialista. No podían hacer cuando no tienen el gobierno y deben un respeto mínimo e institucional a quienes sí lo tienen. Por eso aguardaron hasta que pasase el 1 de octubre y observar la reacción de los responsables estatales. La agenda, tenían claro en la Ejecutiva, la marcaba el propio PSOE y las circunstancias “de verdad” que surgiesen.
Así ha sido hasta que Carles Puigdemont ha hecho su “sí pero no” del día 10 de diciembre. En ese momento el PSOE, no por la presión externa, sino por responsabilidad y capacidad sí ha dado el paso al frente. Cuando se ha requerido y sin someterse a los dictados de la prensa o los grupos políticos. En ese preciso momento Pedro Sánchez ha hecho ver a Mariano Rajoy que se puede ser leal y plantear, a su vez, una alternativa lógica. Cuestión bien distinta es que la locura secesionista acabe yendo por otro lado. Pero el PSOE ha obtenido, en este juego de estrategias que es la política, tener una mano ganadora.
Las conversaciones entre Rajoy y Sánchez vienen siendo continuas desde el comienzo del conflicto. No se caen bien, pero el sentido de Estado hace que deban entenderse los dos partidos mayoritarios y más longevos de esta etapa constitucional (fuera de los nacionalistas). Y así ha sido. Pero no cuando lo dijese un editorial de El País o de ABC, sino cuando ha sido necesario y con poder negociador. Porque ahí está la clave.
Ciudadanos se entregó rápidamente a la política del palo y la cárcel, no por proteger España, sino, como dicen continuamente sus dirigentes, para llegar a unas elecciones regionales donde se las prometen muy felices. Electoralismo puro y duro. Lo mismo que le ha sucedido a Podemos. Que a causa de sus pactos con todos los regionalismos patrios, que son los que le procuran fortaleza a nivel estatal, se ha debatido entre sacar su alma jacobina o tragar con el discurso del diálogo y el referéndum pactado. Unos días una cosa, otros días otra y al final ninguna. El PSOE y Pedro Sánchez supieron esperar porque le tocaba al gobierno hacer. No le dieron un papel en blanco pero sí dijeron que apoyarían al gobierno si tomaba decisiones legales y proporcionadas. Mientras ofrecían diálogo si los secesionistas volvían al camino constitucional. No han criminalizado a los secesionistas, como Ciudadanos, ni se han plegado a los deseos de hoy como parece que le ha pasado a Podemos.
Rajoy, por su parte, siempre ha necesitado del apoyo del PSOE. Sabía que sin el PSOE ni el problema tendría solución, ni su cabeza estaría en su sitio. Dejar fuera al principal partido de la oposición en unos momentos como los actuales supondría una afrenta constitucional sin lugar a dudas. Por eso Casado, Maíllo y otros dirigentes del PP han presionado al PSOE, con el fin de intentar que cediesen en todo. Pero no. Rajoy les necesitaba y no ha podido hacer que el PSOE entregase la cuchara. Así, que con la necesidad de pactar con los socialistas ha debido negociar. Y lo ha hecho en desventaja. Ya había “mentido” a Sánchez cuando le aseguró que no habría referéndum. Soraya Sáenz de Santamaría en sus ensoñaciones, o canto del cisne que nunca se sabe, aún decía el 10 de octubre que “el referéndum no había sucedido”. Que no sea constitucional no quiere decir que la realidad de urnas y chapuzas varias no haya sido un referéndum. Normal que la reprueben, que lo harán cuando esto se calme un poco, desde el PSOE. Ella es la gran culpable de mucho de lo que ha pasado.
Rajoy no podía ir de la mano con Albert Rivera. Porque, fieles a ese “cuñadismo ideológico” que practican, intentarían quedar como los verdaderos artífices de lo que sucediese. Además, visto que el capitalismo patrio ha tenido que mover ficha para salvar al presidente del Gobierno, Rivera hubiese tenido vía libre para convertirse en el representante de la derecha española. Así, Rajoy también ha actuado con sentido de partido. Ya que él no va a salvar su cuello, como ya advertimos en estas páginas, al menos que el PP salga beneficiado.
El PSOE y su proyecto
Pedro Sánchez se ha visto favorecido por estas circunstancias y por saber mantener la calma cuando tirios y troyanos estaban pidiendo sangre o entregarse. Sólo así, y eso que dentro de la Ejecutiva socialista las dudas han estado permanentemente en la mesa, ha logrado tener una mano ganadora frente a Rajoy. El marianismo no ha surtido efecto esta vez y le ha tocado al presidente del Gobierno tener que pactar en desventaja. En efecto se aplicará el artículo 155 pero de una forma ordenada y racional. Provocando que Puigdemont y sus aliados queden frente a la opinión pública no como oprimidos, sino como causantes del desaguisado. Que lo son, pero los juegos simbólicos también son importantes en política.
Además, ese quedar mal le permitirá al PSOE, que tiene una posición catalanista y transaccional en la que pueden confluir muchas personas, ganar ventaja en Cataluña y el resto de España. La victoria se la podrán repartir PP y PSOE, pero el logro mayor y lo simbólico le sirve a Sánchez. Ha conseguido marcar el camino al gobierno con el método de aplicación del 155. No se hará como querían algunos altos dirigentes del PP, que en caso de Casado casi sería con tanques, sino de forma prudente y midiendo todas las acciones al milímetro. Y con todo fijado de antemano. No valdrán improvisaciones. Una larga noche en Moncloa sirve no sólo para acordar sino para negociar casi hasta la última coma.
A cambio de apoyar, bajo un prisma guiado por el PSOE, los socialistas españoles han conseguido encauzar el dilema territorial por la senda de la deliberación y el pacto. Pensar que esto es sólo por Cataluña significa desconocer lo que está sucediendo en el resto de Comunidades Autónomas. O lo que se mueve dentro de la sociedad. No va a hacer falta cambiar toda la Constitución, pero va a ir más allá de lo territorial. Y a eso se aviene el PP. Con lo que tragarán el resto de partidos so pretexto de ser otra cosa de lo que dicen ser. Y todo esto es lo que había prometido tanto Pedro Sánchez en sus primarias y resoluciones congresuales, como el PSOE desde la Declaración de Granada. El PSOE estando en la oposición ha logrado poder aplicar parte de su programa, casi la más importante y peliaguda.
Le criticaron, le vilipendiaron, le han llamado cagón, facha, traidor y otros calificativos por el estilo. Pero Sánchez y su Ejecutiva han logrado poner al PSOE en el primer plano político, mal que le pese a numerosos medios de comunicación y actores internos del partido, ser garante de la legalidad vigente, ser la mano dialogante y poder poner en práctica su ansiada reforma constitucional. Ahora Rajoy sabe que tiene que pasar por el aro, pero también le conviene personal y partidistamente. Por primera vez en mucho tiempo, el PSOE está marcando el paso al PP y a la opinión pública.
Rivera e Iglesias a verlas venir. Y los dinosaurios socialistas callados, muy callados.