Según me han informado esta Navidad, van a clausurar la legendaria cervecería O Neill en la Corredera y también Supremme está en camino al recibir una multa de varios miles de euros. Antes le ocurrió a Madremía y otras docenas de garitos que hace años hacían de Lorca una ciudad llena de vida durante el día y la noche, calles repletas de visitantes de pueblos colindantes que se dejaban sus dineros en nuestros establecimientos, pero desde hace ya casi dos décadas nuestra ciudad está inmersa en una espiral ruinosa que ha herido de muerte al comercio, hostelería y casco histórico, requiriendo por parte de nuestros agentes sociales, políticos y ciudadanía de un consenso y unión necesarios para operar “al enfermo” con urgencia pues agoniza. Necesitamos reflexionar sobre este problema de forma seria porque si seguimos culpándonos los unos a los otros, haciendo pagar justos por pecadores pronto no habrá lugares de ocio ni para jóvenes ni para adultos, que desde hace años se marchan los fines de semana a otras ciudades como Murcia, Cartagena, Totana, Aguilas, etc.
Ya hace algunos días que hablaba de la necesidad que nuestros jóvenes menores de edad tienen de ubicaciones adecuadas para disfrutar de su adolescencia de forma segura y lo más sana posible y lanzaba mi propuesta para que desde el Consistorio lorquino se tomarán urgentes medidas para facilitar la inversión de empresarios hosteleros en locales, casas restauradas y otras propiedades que están cerradas a cal y canto desde hace décadas y algunas cayéndose a pedazos por la dejadez de sus dueños.
La otra cara de la moneda es que la normativa actual es muy estricta y lenta a la hora de aperturar y dar licencias a nuevos negocios, y muy rápida y severa en imponer altísimas sanciones que hacen que algunos propietarios de pubs y bares sean incapaces de pagar viéndose abocados al cierre. Más si cabe cuando ellos han asumido un coste difícil de recuperar, al adaptar su negocio a los requerimientos acústicos exigidos, licencias, tasas, Sgae, sueldos, seguros, etc., y con los limitados horarios en los que pueden trabajar con clientes en sus locales, es muy complicado salir adelante.
Por supuesto que los locales y sus propietarios deben cumplir las normas, pero aun así muchas veces son culpados por la falta de respeto de personas incivilizadas que andan por la calle montando ruido y no consumen en sus locales, o se quedan en la puerta fumando sin hacer gasto pero molestando a los vecinos que como es lógico se quejan y denuncian.
También hemos conocido en algunas ocasiones el típico caso del “vecino amargado”, ese que siempre se queja y amenaza a los locales de la zona, aun viviendo alejado de algunos, no cesa de llamar a la Policía noche tras noche, hasta que consigue su objetivo. Otras veces también hemos visto que no se hacen en todas las ocasiones las mediciones pertinentes de la forma estricta que marca la norma y tampoco se investiga si la denuncia del vecino está justificada tomando la medición desde su domicilio, porque si la molestia no está causada por la alta sonoridad del local y la producen algunos ciudadanos maleducados que se acumulan en el entorno a su vivienda, quizás las medidas de las autoridades deberían situarse en otro foco.
Entonces, ¿por qué pagan justos por pecadores? ¿no hay otra forma de poner solución sin perjudicar a tanta gente que intenta ganarse la vida?
Es un problema importante que llevamos padeciendo desde finales de los noventa y que ha ocasionado que la ciudad aparezca vacía a muy temprana hora de la noche salvo contadas ocasiones, dañando gravemente la economía de muchas familias, empleados y también de la juventud lorquina que encuentra como única opción el seguir en las calles, alamedas, ramblas, etc, haciendo botellón, orinando donde pueden y sin seguridad sanitaria, etc.
Alguien en el Ayuntamiento debería tomar las riendas y la iniciativa para adoptar medidas correctivas urgentes que eviten el cierre de tantos locales, revisar muy bien las actuaciones y las altas sanciones impuestas, y también porque no, quizás tuvieran que investigar la fijación de algún vecino con los bares de la zona a los que presuntamente llevaba meses amenazando de no descansar hasta verlos cerrados, y también el por qué hay algunos locales con cierre extendido que parece no sufren tanta presión, cuando en sus puertas hay decenas de clientes fumando, al contrario que los más pequeños.
Esto tan grave no se arregla con rifirrafe político sino con disposición de consenso y diálogo entre Gobierno, Oposición, comerciantes, hosteleros y otros representantes de la ciudadanía. Entre todos debemos aportar posibles soluciones porque la visión de muchos puede darnos el remedio que necesitamos, pero con mentalidad proactiva y pacificadora y no con idea de dañar a ninguno de los actores.
No podemos esperar cambios si seguimos haciendo lo mismo, porque pierde la ciudad y perdemos todos…