Susana Díaz, tras terminar el secretario general su discurso, se marchó del Comité Federal por cuestiones propias. Según parece para ver el partido de España en La Rosaleda y visitar la capilla ardiente de Chiquito de la Calzada. Lo cierto es que utilizó una excusa, otra más, para irse de un lugar donde no se siente cómoda, no se siente arropada, ni querida (en avión no se tarda ni una hora en llegar a Málaga). Pero los representantes andaluces que se marcharon no tenían justificación alguna para irse. Salvo que actúen detrás de la baronesa como plañideras de alquiler o levanta banderas en el campo de fútbol.
El caso es que desde que Díaz perdió las primarias socialistas ha decidido bunkerizarse en Andalucía y hacer del PSOE-A su brazo armado contra el resto del PSOE (más contra el PSC). Ahora ella tiene su propia opinión institucional sobre el Estado, hace manifiestos personales, es más andalucista que nadie (negando esa posibilidad a cualquiera que no se someta a los dictados del socialismo andaluz), tiene una agenda internacional muy ligada a lo que sucede en España, y se salta la disciplina que pedía para otros y otras en el pasado.
Teatro, lo suyo es puro teatro. Sabe que no cuenta con los apoyos anteriores, cuando estaba en la contienda interna, porque los barones, al menos algunos de los más destacados, le han dado la espalda. La apoyaron porque podía representar el modelo clásico del partido (representación) frente al plebiscitarismo del sanchismo. Pero hasta ahí. Sólo hay que escuchar las declaraciones de Emiliano García Page antes del Comité Territorial y Federal del sábado pasado. Pedro Sánchez ha charlado con García Page mucho en los últimos tiempos porque entiende que es una persona con cabeza y leal al partido. Con Díaz mucho menos, lo cortés.
Está sola y lo sabe, que es casi peor. Y por ello utiliza la teatralidad para seguir teniendo su rinconcito en los medios o entre los que no quieren a Sánchez. Pero ni eso. No aprendió la utilización de lo teatral de Alfonso Guerra (que era y es un maestro en esa práctica), ni ha entendido a la Internacional Situacionista a la que parece querer imitar. Generar o dotar de contenido a las situaciones no es hacer teatro. Es vivirlas. No entendió a Guy Debord (si es que lo ha leído). Teatralizar para aparecer, no para vivir. Susana Díaz la actriz.
El problema es que tras la actuación la actriz vive su vida, no la de la ficción que acaba de representar. Y Díaz vive todo el día en la representación de algo que no es real. Que es completamente etéreo e insustancial. Teatraliza, junto a sus compañeros de reparto del PSOE-A, pero a los espectadores no les queda nada. No transmite esa representación. ¿Por qué? Porque como le sucedió durante las primarias, carece de discurso profundo. Carece de capacidad para transmitir realmente el personaje y su diálogo. Todo lo que dice al final ¿en qué se traduce? ¿Alguien sabe las cuestiones concretas del discurso de Díaz para España? ¿Alguien conoce las cuestiones de conceptos y principios del PSOE-A para España? Si ni ellos y ellas mismas se creen la Declaración de Granada.
Teatro, lo suyo es puro teatro. Y con el teatro no se sale de pobre. Da para engañar a los espectadores en un momento, no para cambiar las vidas de las personas. Porque para eso se necesita acción, no actuación. Claro que cuando actúan hay que echarse a temblar. Según nos han comentado, desde la cúpula del PSOE-A tienen previsto comenzar en breve las purgas de todas aquellas personas que divergen de la línea oficial del susanismo, que no de la del PSOE. Esa es su forma de actuar. Aunque ya podían utilizar esas energías en afrontar la deuda del PSOE-A con los bancos que es de casi 4 millones de euros (6% de la deuda total del PSOE). O en mejorar la Sanidad andaluza para que no falten medicamentos en los Centros de Salud. O mejorar las condiciones de trabajo de los educadores. O… ¡tantas cosas por mejorar!
Y lo peor es que ese discurso, tan andalucista en cierto modo, es tan repugnante como el de los secesionistas catalanes que dividen el mundo entre ellos y nosotros. Porque Díaz defiende Andalucía, lo que está muy bien, pero niega (pone en lo negativo) a castellanos, leoneses, manchegos, extremeños, asturianos, etcétera. Su españolidad, su supuesta españolidad, no es integradora de los matices que componen España. No es que se parezca a la del PP, en algunos aspectos sí, sino que es casi peor. A veces parece que España es faralaes, flamenco y tortillas de camarones para Díaz.
Lo peor es que no se da cuenta que con sus actuaciones a quien hace daño no es a Sánchez, sino al PSOE y al socialismo patrio. Querer contraponer el socialismo vacío, que representa actualmente, con el socialismo en construcción del PSOE provoca una dialéctica que carece de síntesis. Se acaban negando las dos partes en las mentes de las personas. Tiene la oportunidad de expresarse en los órganos del partido, pero decide irse y hablar fuera. Hablar en la apariencia. Hablar en el espectáculo. “Hablar por Hablar” sin argumentos de peso. No se ha dado cuenta que la mayoría de las personas que la apoyaron fue, bien porque Pedro Sánchez no les gusta, bien porque tienen miedo a perder su trabajo (en Andalucía especialmente), bien porque se han equivocado de partido en el que militar. No porque su discurso cale especialmente.
Lo mejor es que deje el espectáculo, porque no es buena actriz, y demuestre capacidad de gestión, que tampoco es que se haya prodigado mucho en esa faceta por estar mirando a Madrid y no a Sevilla. Decía el manifiesto fundacional de la Internacional Situacionista en 1957 “Hemos llegado a un punto de ausencia ideológica en el que sólo funciona la actividad publicitaria”. Pues eso.