No sé qué ocurrirá en otros países, pero los españoles somos muy dados a buscar sucesores en todos los ámbitos de la vida. De los pata negra, mayormente. Y Rafa Nadal lo es.
Cierto es que su anterior campaña, por culpa de las lesiones, dio pábulo a que algunos de esos que siempre ven el vaso medio vacío pensaran que su carrera había iniciado la cuesta. A esos agoreros Nadal les está tapando las bocas.
Su temporada en tierra batida tuvo este domingo un nuevo trofeo que añadir a esa extensísima, diremos que única, lista que atesora. El balear no ha vuelto porque nunca se fue.
Todos los campeones tienen un momento en el que deben parar. Le pasó también, curiosamente al mismo tiempo, a Federer y seguro que en Suiza nadie cuestiona los años que le quedan a Roger estando en la élite del tenis mundial.
Donde lleva mucho tiempo instalado un Rafa que a sus treinta años nos ha demostrado que sigue evolucionando su tenis. Nada tiene que ver su servicio de ahora con el de hace apenas dos años.
Si todo transcurre como debería, al balear le quedan muchos trofeos que morder. Algunos dicen que el austriaco Thiem puede cogerle el relevo. Sobre todo en tierra batida. En esta final lo demostró obligando a Rafa a dar lo mejor de él. Pero son asuntos que no tocan ahora. Tan prematuro como inútil buscar sucesor a Nadal; la duda es saber cuándo volverá al número uno.