La última campaña de censuras de la red social Twitter tiene en su epicentro al jugador de fútbol Cristiano Ronaldo. Tras sus declaraciones afirmando que esperaba que en el Metropolitano no le dijesen cosas muy fuertes, desde la red social se han lanzado a explicar, con insultos o no, que esas cosas fuertes del jugador portugués no eran insultos sino verdades que le pueden molestar, pero verdades al fin y al cabo. Así Twitter ha censurado tuis a @ReyCholo14 o le ha suspendido la cuenta a @jclamoso por decir que Ronaldo es un defraudador a la Hacienda Pública, que ha utilizado los servicios de la explotación reproductiva o vientres de alquiler, o que ha abonado algo más de trescientos mil euros para evitarse un juicio por abusos sexuales.
Esa es la verdad, se diga como se ha expuesto, o se diga diciendo que ha evitado pagar lo que debía al pueblo español, que es un “compra-bebes” (hasta en dos ocasiones) que utiliza la explotación reproductiva (alguna feminista añadiría que machista), o que es un presunto violador. Parece que Twitter, al ser una persona famosa ha decidido protegerle impidiendo que la verdad se abra paso a este nuevo ídolo con pies de barro. Messi también defraudó a la Hacienda Pública y fue condenado, si se explica en un tuit ¿cerrarán las cuentas que lo digan? El ejemplo de Ronaldo no es más que el símbolo la censura ejercida tanto por los anónimos, necesarios en todo tipo de autoritarismo, o por el ejército de asistentes que mantienen limpia y pura las imágenes de estos idola tribu actuales. A un activista por los derechos de las mujeres se le puede insultar, se le puede desear la muerte, que Twitter no hace nada. Más si quienes insultan son poderosos lobbies, da igual de compra-bebés, que financieros.
Esto no es más que el reflejo de una época en la que cada vez, poco a poco, la censura se va haciendo hueco de forma opresiva para acabar construyendo una dictadura de los bien pensantes. Un mecanismo utilizado por aparatos ideológicos con la finalidad someter cualquier tipo de disidencia, cualquier tipo de alteridad, cualquier tipo de patrón de conducta que se salga del establecido por los sacerdotes de la moral de la clase dominante. El ejemplo de lo políticamente correcto es obvio, pero también lo es el revisionismo histórico que se sufre o la ocultación de las luchas sociales en favor del espectáculo como norma ideológica de control. Es más sencillo que bloqueen una cuenta a una sindicalista que a un político, por mucho que insulte y haga alarde de violencia verbal e ideológica. Es más sencillo que cierren la cuenta a alguien que llame fascista a un fascista que a un fascista que llame comunista a un comunista.
Twitter, como pueden ser las demás redes sociales, no dejan de ser empresas que quieren que la reproducción de las relaciones sociales (y las relaciones de producción) sigan tal y como están en la actualidad. No se puede esperar que una empresa del sistema apoye discurso contrarios al propio sistema, por eso fomentan (mediante el uso de algoritmos y robots) lo anecdótico, lo que hace daño a los antagonistas al capitalismo. Que una granja de una gente rara esté una y otra vez en primer lugar no es casualidad. Con ello se pretende deslegitimar a quienes se posicionan contra el capitalismo, algo que se puede conseguir sin duda, aunque no sea producto de una lucha contra el propio sistema sino producto de la desconexión con la realidad de la lucha materialista. Por si aún no se lo creen vamos a darles un ejemplo que ha sucedido con crónicas de este mismo medio. Cuando intentamos subir los artículos de la X Universidad Anticapitalista Twitter no nos mostraba el hagstag que venía funcionando desde principios de semana #XUniAnticapi. ¿No se había utilizado? Claro que sí y con profusión pero de esta forma impide que aparezca en un lugar destacado. Y no es paranoia sino simple uso de algoritmos que establecen una censura por el mecanismo de ofrecerle no lo que usted desearía sino lo que quiere el sistema. ¿Cuántas veces se han preguntado por qué no le sale gente que le gusta lo que dicen? Ahora van entendiéndolo un poco mejor.