En las últimas elecciones del 28-A la izquierda obtuvo 166 diputados, la derecha 152 y los nacionalismos, moderados o radicales 32.
El electorado dejaba así a PSOE y Podemos la responsabilidad de ponerse de acuerdo para gobernar. Esa sensación se confirma encuesta tras encuesta (la última del CIS así lo sigue indicando).
Parecía el día siguiente de esas elecciones que iba a ser relativamente fácil, porque veníamos de 9 meses de estrecha colaboración, con acuerdo programático incluido y después de haber liderado un movimiento ilusionante para echar a Rajoy y su PP de la Moncloa.
Todo pintaba de color de rosa para esa izquierda, en aquel instante exultante y victoriosa, incluso un sector del nacionalismo, PNV y ERC, se manifestaba proclive a que ocurriera.
¿Quién no recuerda las declaraciones del portavoz de ERC, Gabriel Rufián, asegurando que no entorpecerían esa posibilidad y mucho menos si la alternativa era que volviera una derecha recuperada?
Quizás pudiera parecer que la izquierda para ponerse de acuerdo no hay que dejarla pensar, que se deben hacer las cosas como se suele decir “dichas y hechas”, porque resulta que a los dos meses y medio el escenario ha cambiado sustancialmente. Les está ocurriendo como a esas parejas cuyo inicio es maravilloso y con el paso del tiempo su convivencia se convierte en un infierno y acaba en divorcio (esperemos que no con asesinato incluido).
Es una de las características de la política actual, la inmediatez, que si las decisiones se toman con rapidez suele influir más el aspecto ideológico, pero cuando se demoran ya intervienen factores como las encuestas, los temidos asesores, las presiones de los poderes fácticos, o internos, etc., etc.
Pero la realidad es que ese 166-152 ha cambiado en uno de sus lados, la izquierda, transformándose en un 123-43-152 que nuevamente les deja en minoría.
¿Cómo se puede ser tan “mendrugo”? Perdonen la palabreja. Eso nos preguntamos muchos de sus votantes. ¿Serán tan irresponsables de llevarnos a unas nuevas elecciones el 10-N? Porque para entonces puede pasar que estemos todos calvos, o sea que el desgaste de estos meses nos lleve a ambos, PSOE y Podemos exhaustos a la línea de meta electoral.
Nuestros queridos líderes mareando la perdiz (no vamos a entrar en quién es más culpable, ambos lo son en diferentes porcentajes), han creado el caldo de cultivo ideal para que las bases de ambos estemos a la gresca y nos repartamos estopa de manera suicida como si no hubiera mañana.
En estos momentos el mayor enemigo de un afiliado del PSOE es otro de Podemos y viceversa. En las redes sociales o a través de artículos y comentarios se libra una batalla cruenta que nos desangra a ambos.
Alguien sensato debe parar esto. ¿Pero existe hoy en las cúpulas de los partidos de izquierdas alguien sensato y que además tenga poder para hacerlo? No tiene pinta de haberlo.
Diferentes hipótesis se abren a partir de ahora. Que el PSOE vuelva a mirar a la derecha y a través de la presión ejercida por el IBEX 35, los grandes bancos más la patronal consiga su abstención y a partir de ahí su colaboración, o bien que un milagro consiga el entendimiento de la izquierda.
De lo contrario estaríamos abocados a unas nuevas elecciones, a las que iríamos con una izquierda desgastada por sus luchas y una derecha cohesionada a través de sus pactos de gobierno, incluso con un PP que pudiera recuperar fuelle en su seno.
Pudiera ocurrir y parece una hipótesis razonable, que para entonces el electorado de la izquierda se encuentre frustrado, cabreado y desmoralizado y el de la derecha fortalecido, ilusionado y cohesionado, con la experiencia positiva de sus gobiernos en Andalucía, Castilla y León, Murcia o Madrid. Podría de esta manera conseguir la sorpresa dándole la vuelta a los resultados anteriores.
Dudo que Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus respectivos gurús lean esta reflexión, pero si lo hicieran les pediría que le dieran una vuelta a la misma, no vaya a ser que lo del cuento de la lechera que está en la mente del primero, se convierta en cruel realidad y nos encontremos con el cántaro hecho añicos y la leche, o sea los 166 diputados, desparramada por el suelo.
Lo que tenemos ahora ya lo tenemos, 166 y el apoyo del PNV más la abstención de ERC y posiblemente Bildu. Lo de la encuesta del CIS es una hipótesis que estos meses hasta el 10-N probablemente vaya a desvanecer.
Las izquierdas se sitúan ante su dilema, o siguen desgastándose dándose leñazos hasta sucumbir, o espabilan, reaccionan y se ponen de acuerdo. El 22/23 de Julio tiene la primera oportunidad para hacerlo que pudiera ser la última.
El electorado les ha dado los instrumentos, 166 exactamente, que no haya que decirles al final como al Mío Cid; “Dios, qué buen vassallo si oviesse buen señor”.
Veremos…………