Cuando una importante empresa europea vende parte de su capital, o su totalidad, a un inversor extranjero ¿vende solo su patrimonio o también patrimonio de su país, de sus ciudadanos? En Europa existen ayudas a la investigación y reconversión tecnológica, al crecimiento empresarial, a la expansión exterior, a la contratación laboral, beneficios fiscales y tantos otros, asuntos estos que provocan la alteración del actual presidente de los Estados Unidos, además de otros muchos.
Cuando se vende capital de una compañía los beneficiados son los accionistas, pero no hay retorno para los ciudadanos que fueron con sus impuestos quienes contribuyeron a situar a una corporación en una posición atractiva para posibles compradores. Estos casos se complican cuando el adquiriente es extracomunitario. Veamos algunos casos.
Primero fueron algunos árabes los que con los casi inagotables recursos que les llegaban gratis et amore de la venta del crudo, se lanzaron a comprar parte del capital de grandes empresas europeas, como en el caso de Daimler Group (Mercedes, Smart y Maybach) cuando en 2009 Abu Dhabi, a través de su fondo Aabar, adquirió el 9,1% del capital de DG. El país emiratí se convertía en ese momento en el primer accionista del fabricante alemán y, unido al capital que del mismo grupo tenía Kuwait, pasaban a ser los principales accionistas.
Eso sucedía cuando el capital árabe invertía mayoritariamente en el exterior no como ahora que destina muchos de sus recursos a su propio país, como ocurre de manera distinguida en el caso de Emiratos.
Pero ahora la cosa ha cambiado y son los chinos los que van poco a poco y casi sin llamar la atención, como les gusta, los que van ingiriendo trozos relevantes de grandes corporaciones industriales Europeas.
Este año 2018 un potentado chino, Li Shufu, que en su país fabrica los automóviles de la marca Geely, se hizo con el 9,7% de las acciones de, precisamente, Daimler Group, lo que le hace ser el accionista mayoritario por delante de los kuwaitíes que conservan un 6,7$. Shufu es el propietario de otra marca legendaria europea, Volvo.
Recientemente, y también en Alemania, se han producido operaciones de compra por parte de inversores chinos que han producido una gran inquietud. Se trata uno de los principales fabricantes mundiales de robótica, Kuka, de la división de plásticos de un histórico de la industria alemana KraussMaffei y de EEW que produce equipamientos para quema de basuras. Hasta el año 2000 KM fabricaba maquinaria diversa y los famosos carros de combate Leopard, de servicio en el Ejército español. A partir de ese año la división de defensa pasa a Krauss-Maffei Wegmann quedando en la matriz la fabricación de plásticos que es lo que han adquirido los chinos.
Ernst & Young ha señalado que un total de “58 empresas alemanas pasaron entre enero y octubre de 2016 a manos de inversores de China y de Hongkong, 19 más que en 2015”.
Y no es solo capital lo que se transfiere con la venta, también tecnología y knowhow que es lo que interesa a los chinos porque capacidad de fabricación tienen y mucha. Así que, con estas operaciones, un país pierde patrimonio tecnológico que ha sido generado en buena parte por las ayudas de su Gobierno, es decir por los ciudadanos, la mayoría de los cuales no tienen ni una sola acción de la compañía vendida. Y en algunos casos se trata de tecnologías de alto valor estratégico o crítico, defensa, seguridad, telecomunicaciones…
Tal es la extraña situación que el Gobierno Federal alemán ha prohibido la venta de la empresa Leifeld Metal Spinning, especializada en la fabricación de maquinaria y elementos destinados a la industria nuclear o aeroespacial. Berlín ha entendido que su venta podría afectar a la seguridad nacional y de ahí su oposición a la operación.
Accionistas sin derechos
No se trata de oponerse a la libre compra venta de compañías o una parte de ellas, que es un derecho, pero bien estaría que los que han financiado una parte de su desarrollo, la ciudadanía, percibieran algo de los frutos e la venta.
De no ser así, al contribuyente no le queda otro rol en el reparto de papeles que el de tonto útil.
Todo se defiende, o se intenta, a la hora de justificar las ayudas y subvenciones a las empresas, que tanto ayudan, pero también sería interesante que los beneficios de la venta se repartieran también entre los “accionistas sin derechos”, los contribuyentes.
España vende empresas de Defensa
Para no hablar solo de Alemania, que se ha hecho exclusivamente a título de ejemplo, porque otros países europeos se hacen cosas parecidas, -salvo Francia-, vamos a ver un caso recientemente registrado en nuestro país, España.
En la referencia del Consejo de Ministros del pasado viernes 24 de agosto, y en capítulo dedicado a Defensa se podían leer las dos siguientes notas:
- “ACUERDO por el que se autoriza que la inversión extranjera de la sociedad francesa “Alten Europe SARL.”, a través de la española “Alten Soluciones, Productos, Auditorias e Ingeniería S.A.U.” en la sociedad española “Atexis Spain S.L.U.” por el 100% del capital social, se pueda destinar a actividades relacionadas con la defensa nacional”.
- “ACUERDO por el que se autoriza que la inversión extranjera indirecta del grupo canadiense “Heroux-Devtek INC.”, a través de su filial española “Heroux-Devtek Spain, S.L.U.”, por el 100% del capital social de la “Compañía española de sistemas aeronáuticos, S.A.”, se pueda destinar a actividades relacionadas con la defensa nacional.
Se trata de compañías que diseñan y fabrican productos para la defensa nacional a través de sistemas militares.
El Estado francés, se apuntaba antes, conserva participaciones en las principales empresas de aquel país, automoción, energía, transporte aéreo y finanzas. Y no deja que nadie se lo discuta, Unión Europea mediante.
En España, Aznar liquidó las joyas de las empresas públicas españolas y se quedó tan a gusto. “porque yo lo valgo”, aunque no valga para el país.