Al final la amenaza se cumplió, vuelve al Atlético de Madrid el marido de Erika Choperena, más conocido por Ratatouille por buena parte de la hinchada rojiblanca. Al final sí llega un jugador de la selección francesa, un delantero, un campeón del mundo, a la capital de España para jugar al fútbol, aunque no el esperado por el florentinato mediático –ese que viene dando vergüenza ajena-. La alegría es tan grande que los aficionados atléticos han salido a las calles a celebrar su llegada con champán y a subirse, ahora que Almeida no mira, a Neptuno… O no.
En realidad la llegada del marido de Erika no ha generado ninguna ilusión a la afición del Atlético de Madrid. Salvo a las hijas y esposa del Cholo Simeone, como al mismo entrenador. Miguel Ángel Gil tampoco estará muy descontento porque sólo mira los billetes de 500 euros y sabe que con la llegada del francés se le abren posibilidades mercantiles. Pero el aficionado rojiblanco de a pie se encuentra en un estado de mosqueo y de mordedura de labios como hace años no se veía por la ribera del Manzanares –por el páramo ha habido poco cabreo-. Como ha descrito perfectamente Javier Gómara, mucho va a tener que hacer el marido de Erika para que los ánimos dejen de estar calientes. Los que más saben del interior del Atleti, como Rubén Uría o Juan Gato, ya dejan caer que el propio Cholo pondrá el pecho para parar las flechas que los indios pueden llegar a lanzar. Mientras no haya ningún comanchero que les venda rifles bajo cuerda, el Metropolitano será más como esas películas que generan tensión pero sin llegar a lo de Little Big Horn.
Al final la afición rojiblanca siempre ha sido como el hermano o hermana de Erika –“si ganas algo allí serás uno más, si lo ganas aquí siempre serás único”-. Sabe que el cuñado hace cosas raras, pero es trabajador, quiere a sus hijas con locura y cuida de la hermana como si no hubiese otra cosa en el mundo, pero tiene el fallo de ser madridista y votar a Ciudadanos. Por suerte, como dice Juanan CV, hay parón de selecciones, lo que genera un tiempo prudencial para rebajar tensiones personales y saber que, si bien no le va a pasar ni una al marido de Erika –todos esos bailecitos y posturitas-, es jugador de su equipo y con el equipo se está a muerte si se responde. Igual algún silbidillo se escapa. Muchas malas miradas. Ese mirar de reojo al cuñado cuando dice que Albert Rivera hubiese sido el mejor presidente de España, para que se comprenda.
El marido de Erika va a tener que hacer un gran acto de contrición, algunas personas piden que se corte/lave el pelo, con la afición rojiblanca por las formas que utilizó para irse. La comparación con la salida de Saúl, que ha dejado cierto poso de tristeza, es odiosa. Habiéndose dejado los dos la piel, en el caso del ilicitano no es figura retórica, uno se va bien y el otro se fue mal. Uno podría volver trayendo alborozo a la afición y el otro va a aguantar malas miradas hasta que marque cien goles, sea expulsado por defender a sus compañeros tres veces y ayude a conquistar algún título. Al Cholo se le permite que haga y deshaga, dentro de los parámetros de Gil, pero con esto se juega mucho más de lo que parece.
En términos deportivos, porque al final esto es un juego, la llegada del marido de Erika potencia a la plantilla, aunque no se sabe cómo encajará todo y cómo sentarán algunas suplencias o cambios de posición. En esto sí se confía en el Cholo para que haga de las suyas de nuevo. Aunque las dudas estén presentes. Al final cuando eche a rodar la pelota se apoyará al equipo como siempre, pero el mosqueo está más presente que nunca dentro de la afición rojiblanca. Y el marido de Erika ya sabe lo que tiene que hacer “callar y correr”.
PS Muchos aficionados se podrán ver representados en estas palabras, en un buen número son suyas, con el toque de mezcla e ironía necesaria para no cagarse en los muertos de alguien.