Lo dijo Antonio Maíllo y nadie salió a desmentirle: “Hay más socialismo en Adelante Andalucía que en el PSOE-A”. De esta forma la confluencia de izquierdas le quitaba a Díaz la propiedad del socialismo que sus antecesores habrían defendido. No es imaginable que a Griñán o Alfonso Guerra le hubiesen quitado la bandera del socialismo andaluz, el “socialismo de los descamisados”. Pero la actual ocupante de San Telmo está a otras cosas, a otras legitimidades ideológicas, a lo suyo en otras palabras. Por tanto, la ciudadanía andaluza de izquierdas deberá elegir entre el socialismo que se encarna ahora en Teresa Rodríguez o en el social-liberalismo de Susana Díaz.
La diferenciación no es baladí pero refleja perfectamente los posicionamientos que ambas contendientes han mostrado durante estos meses de pre-campaña y campaña electoral. ¿Es Díaz una candidata de derechas? No, aunque desde posiciones más a su izquierda se afirme que sí. Pero es el mejor ejemplo de esa izquierda que se ha quedado anclada en el pasado, con recetas del pasado, modos del pasado y aspiraciones sociales más propias de sociedades estancadas que en continuo avance. A Susana Díaz le gusta más la adaptación al entorno en el que se encuentra que la transformación. No le gustan los entornos que no maneja, como se pudo ver en su enfrentamiento con Pedro Sánchez, y prefiere gestionar socialmente lo dado que intentar algún tipo de transformación hacia el futuro.
Al contrario Teresa Rodríguez, pese a manejar conceptos igual más antiguos (el marxismo es una influencia), quiere llevar a cabo una transformación de lo dado. No le gusta el sistema en el que vive y trabaja y prefiere avanzar hacia una transformación de ese sistema para el beneficio de todas las personas. Eso sí, no es ajena a los problemas del día a día, a “las cosas del comer”, y por ello también cuestiona la mera gestión que se viene dando en la Junta de Andalucía. No le gustan las escuelas de calor, ni que a los niños y niñas les den almuerzos de catering barato en las escuelas, ni que los profesionales sanitarios estén saturados por la falta de inversión, ni que los recursos se pierdan antes que a las personas. Un forma de gestión diferente en un mismo entorno hostil a lo que pueden ser políticas de izquierdas, como se puede ver en las críticas que se lleva el presidente Pedro Sánchez por sus alianzas con Unidos Podemos, por ejemplo.
Susana Díaz tiene una visión mecanicista de la asunción del poder del Estado. Piensa que solamente con estar en el gobierno teniendo una mentalidad social y feminista ya está todo resuelto. De ser así la máxima de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista del gobierno como consejo de administración de la burguesía sería completamente cierta y no lo es. No comprende que el Estado, y una comunidad autónoma es parte del Estado, es una compleja red de relaciones entre el mismo y la sociedad civil. En ese momento actúa una selectividad estratégica producto de esas relaciones que actúan en favor del poder del sistema. Por ejemplo, puede establecer una ley para acabar con la brecha salarial, pero sin actuar directamente en las empresas y las familias no se consigue nada. La mujer siempre estará mucho más sujeta a los cuidados y por ello no participará en los turnos nocturnos mejor pagado, por ejemplo. No es que no sea de izquierdas sino que esas fórmulas de sólo legislar sin más no sirven en una sociedad compleja. No entienden en el PSOE-A es nueva complejidad y están a gusto con el liberalismo económico al que quieren poner parches sin percatarse que esa clase dominante se introduce en el Estado para amoldar la acción de éste a sus deseos.
En Adelante Andalucía, pese a ser marxistas en su gran mayoría, han entendido este mecanismo y por ello no sólo quieren legislar sino actuar socialmente mediante la batalla de la hegemonía cultural. Esto es, conseguir que las personas se capaciten y piensen fuera de las estructuras mentales del capitalismo. Quieren que las acciones del Estado no se vinculen a las selectividades provocadas por los poderosos y no tienen miedo en intervenir en el propio proceso. ¿Por qué hay que educar a los jueces en femenino, por ejemplo? Porque la estructura de pensamiento patriarcal impide que frente a una violación grupal, como la de la manada, se la califique así habiendo un resquicio legal. Siempre se acogen al resquicio legal, que ha de estar por una cuestión democrática, desde la judicatura cuando hay un poderoso o un machista en el banquillo.
Salvo la pequeña aldea gala de Izquierda Socialista del PSOE-A, no hay en el partido de Díaz casi nadie que se tome la molestia en discernir estas cuestiones prácticas que afectan a la implementación de las políticas públicas. En Adelante Andalucía sí lo han hecho y por eso se puede decir que unos representan el social-liberalismo y otras el socialismo. No son posiciones excluyentes y lo lógico es que, si no interviniesen fobias personalistas, el lunes se sentasen para acordar un gobierno de coalición de izquierdas. No se producirá porque Díaz es sumamente personalista y sólo piensa en ella misma como única representación de lo que quiera que represente según se levanta por las mañanas. Un excesivo individualismo y culto a la líder es lo que suele gustarle, pero tendrá que modificar su actitud respecto al gobierno y tender puentes con la otra izquierda. Aunque es de todos y todas conocido que preferiría el pacto amable con la derecha extrema de Ciudadanos. Al fin y al cabo ven España de la misma forma. Eso del federalismo y lo plurinacional ella no lo ve, en Adelante Andalucía lo entienden como consustancial en la composición de eso que se llama España.