Ochenta y tantas páginas pueden ser más que suficientes para explicar algo en lo que otros dedican mil. Cierto que los ejemplos no son excesivos, no se está haciendo historia sino teoría política, pero son más que suficientes para entender el fenómeno del fascismo. Esto es lo que pueden encontrar los lectores de El fascismo nunca ha estado muerto (Bauplan) de Luciano Campora.

Un capítulo para determinar cuál es el núcleo fundamental del fascismo (nacional-supremacismo, colonialismo-civilizatorio, demagogia), algo que en estos tiempos se cataloga de identitarismo populista. Otro capítulo para analizar cómo el fascismo actúa dentro del sistema para minar al propio sistema, ser oposición y gobierno a la vez, alentar la división para después asumir algún tipo de reconciliación, eso sí, sin los rojos y acabar transformando el Estado democrático.

Siguen una serie de capítulos donde se analiza el desarrollo histórico del fenómeno tanto en Francia como en Alemania o Italia, haciendo recuerdo de cómo las elites del momento y buena parte del pueblo de otros países veía con agrado el surgimiento y auge del fascismo. Da igual Churchill que Roosevelt, Gran Bretaña que Estados Unidos u otros países europeos.

Los últimos capítulos, breves como pueden imaginar por las pocas páginas del texto, están dedicadas al fenómeno, que ha estado escondido, en Italia. Desde el Movimiento Social Italiano hasta el partido de la actual presidenta Giorgia Meloni. Han estado ahí, han contado con el apoyo de siniestros grupos (como la logia P2) y se han ido infiltrando en las distintas alianzas de la derecha italiana. No se sabe si estaban de parranda, pero el muerto estaba muy vivo.

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