Cada día son más las mujeres que, nacidas entre 1950 y 1970, se parten en dos y van con la lengua fuera cargando con la enorme responsabilidad de trabajar dentro y fuera del hogar y cuidar de hijos, padres o nietos. Son la denominada “Generación Sándwich”. Ellas pagan con el estrés y la culpabilidad la ineficacia de una sociedad que lejos de solventar esta situación no las cuida, les niega ayudas o poder conciliar y es incapaz de salir de la zona de confort de la no corresponsabilidad. Ellas son la loncha de jamón (aplastada) entre las dos partes del pan.

La periodista Milagros Álvarez Gortari es una de sus sufridoras. En la parte de su curriculum vitae personal tiene el “haber” de estar casada, ser madre de cinco hijos, abuela de diez nietos y madre adoptiva de su propia madre. Un buen día, cansada de hacer tantos malabares se lanzó a escribir Mujeres: Generación Sándwich (Editorial Plataforma Actual) y lo hizo no solo para desahogarse. También para mostrar el camino a la hora de sobrevivir cuando padres e hijos reclaman ayuda. “Aunque no lo parezca, cuidar a nuestros padres a medida que se van haciendo mayores y a nuestros hijos, además de organizar la casa y desarrollar una intensa vida profesional, no es normal ni fácil. Pero esta es la realidad de una generación entera de mujeres que, generosa y atacada por sorpresa, soluciona los problemas como puede y suple con eficacia unas ayudas sociales que son escasas cuando no inexistentes. Eso sí, a costa de dejarse la piel en el intento”, explica. Hablamos con ella para que conocer los trucos y consejos con los que salir lo menos escaldadas de esta etapa vital.


 

¿Más que sándwich las mujeres somos pura compota no? Estamos atrapadas entre tantas responsabilidades que a veces acabamos aplastadas y trituradas por ellas.

Sin duda podemos quedar aplastadas por toda esta responsabilidad y por tanto resultar completamente inútiles si no tomamos cartas en el asunto. ¿Qué quiere decir esto? Pues que si no nos organizamos, pedimos ayuda y atendemos a lo que de verdad es importante: es decir, nos olvidamos de los chantajes emocionales y de responsabilidades malentendidas que nos ponemos nosotras mismas, moriremos en el intento.

 

¿Hay salvación para las mujeres cuidadoras que salvo de una misma cuidan de todos?

Sí, hay salvación si quieres salvarte. Es complicado y difícil, pero si la hay. Lo que no vale para nada, es lamentarse sin intentar cambiar nada. Creo que todas estamos cansadas de oír a amigas y personas conocidas, quejarse de la situación, de las necesidades que le ponen los demás, y acto seguido, correr a atender a todo el mundo sin decírselo a quien se lo tiene que decir que es a su hija, a sus padres, a sus hermanos…

 

¿Todo ello es consecuencia directa de la cultura del patriarcado?

La situación es consecuencia directa  de una realidad social que otorgaba  la responsabilidad del cuidado de la familia, incluyendo ancianos y niños, a la mujer, en un momento en el que la mujer ejercía solo de ama de casa, que ya es bastante. Pero al incorporarse al mundo laboral, esta misma mujer, duplicó sus responsabilidades. Ahora se encuentra con las obligaciones familiares de antes, y con las laborales; con horarios y responsabilidades igual absolutamente a los del hombre. Y la sociedad tan contenta, porque tiene mano de obra doble y encima no pagada ¡Fantástico!
En tu libro describes a esta generación con los adjetivos de “imprescindibles”, “anónimas” y “generosas”. ¿Hay algo también de tontas en el buen sentido de la palabra?

Sí, sí tenemos algo de tontas al aceptar esta situación. Lo somos por no reaccionar, por pensar en el qué dirán, pues no exigir responsabilidades al resto de la familia, por no hablar claro con las personas con las que tienes que hablar como marido, hermanos, hijos etc. etc.

 

A eso sumamos su invisibilidad porque se da por sentado que asuman todos los roles sin considerar que sean nada del otro mundo…

Así es, somos invisibles también porque nosotras mismas nos hacemos invisibles. Sé que quien lea esto pensará que soy idiota, pero la realidad es que es así. Hacemos un trabajo que parece invisible, que por otro lado, es imprescindible. Empecemos a ponerle horas, valoremos esas horas, sumemos días meses y años, y veremos qué es lo que nos encontramos.

 

¿De dónde se saca la energía cuando ya no se tiene?

La energía se saca siempre del cariño y cuando ya no puedes más yo creo que del sentido de la responsabilidad. A eso se suma un motor tremendo como es el cabreo. Un cabreo infinito te da una fuerza Inmensa.

 

Estas mujeres comparten un elemento común: la soledad. Están rodeadas pero más solas que la una.

Efectivamente hay una enorme soledad. Pero vuelvo a decir lo de siempre, parte de culpa, la tenemos nosotras. Hay que pedir ayuda. Sé que lo digo siempre. Y también sé que cuando se pide, y no recibes la respuesta que esperas, es dolorosísimo. Pero da igual, hay que hacerlo por ti, por las que personas a las que quieres y a las que estás cuidando, y porque tu entorno no se destruya. Porque una de las cosas más terribles, es darte cuenta que estás sola en un entorno de cariño en teoría.

 

Adoptar a los padres es un proceso difícil y a veces penoso. ¿El primer paso para que no se convierta en un lastre demoledor es aceptar la situación?

Adoptar a los padres siempre es demoledor. Y no por tener que ocuparte de ellos, sino por darte cuenta de que te has quedado un poco huérfana. Tus padres han dejado de poder protegerte. Han dejado de ser las personas maravillosas que han estado siempre ahí, que te han educado, con las que has contado. Ahora son personas dependientes que no pueden ocuparse de ellas mismas. Es una tristeza infinita. Pero aceptar la situación, es el primer paso para organizar las cosas como tienen que ser. Para hacer la vida de tus padres lo más fácil posible, lo más agradable Y lo más feliz en el tiempo que les quede. A veces puede ser muy largo, muy triste, y muy devastador.

 

¿Qué culpabilidad pesa más la de mala madre, mala hija, mala esposa? 

¡Uff! Esta pregunta es complicada. Cuando tienes responsabilidad o sientes responsabilidad sobre algo o alguien, es muy complicado establecer prioridades. Entonces voy a hablar por mí, es decir única y exclusivamente por mí. Yo creo que me sentiría, me siento, mucho más responsable con las personas que son más débiles. En primer lugar me sentiría fatal si pensará que hago mal mi papel de madre. Creo que la relación con los hijos es muy difícil de explicar, es una relación muy visceral, muy animal. En segundo lugar me sentiría muy mal también, si creyera que he sido mala hija, estamos hablando también cuando los padres son personas débiles, cuando necesitan tu apoyo, tu ayuda. Y en tercer lugar quedaría mi responsabilidad como esposa. Cosa que no es menos importante, pero estamos hablando ya de adultos, de personas que están en una situación de igualdad y que deben de entender, pienso yo, lo que está ocurriendo alrededor y no solamente entender, también apoyar.

 

¿Hay que dejar de poder con todo y pedir sos a quienes nos acompañan?

Hablar claramente del problema, de tus necesidades, de cómo te sientes y pedir ayuda es fundamental para llevar bien esta situación tan excepcional, o no tan excepcional porque lamentablemente empieza ser muy habitual.
Pedir ayuda, insisto, es la única forma de lograr que todo esto sea un éxito. Pero pedir ayuda, quiere decir, coger un calendario, reunir a la familia, y empezar a ver días, horas, visitas al médico, y todo lo que nuestros padres van a necesitar. Es decir, distribuir el trabajo entre todos. Pero con días concretos y con responsabilidades concretas.

 

¿Y se llega tener paz mental?

Pues sí, al menos se llega a tener  tranquilidad, porque sabes que estás haciendo todo lo que puedes. De la mejor manera posible.

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